Así se construyó el milagro de Berlín
La ausencia de Ricky, piedra angular del campeón del mundo, obligó a un rediseño que empezó por Lorenzo Brown y acabó por Alberto Díaz.
El 29 de diciembre de 2021, Ricky Rubio, que estaba completando la mejor temporada de su carrera en los Cavaliers, se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda en un partido contra los Pelicans. La franquicia de Cleveland anunció su baja hasta final de temporada. Un duro golpe para el base de El Masnou, los Cavs… y la Selección española. Sobre Ricky se había edificado la España campeona del mundo en China; y sobre Ricky debía sostenerse la transición en el Eurobasket 2022 después de la retirada de Pau Gasol y las renuncias de Marc y Sergio Rodríguez.
Sergio Scariolo y Jorge Garbajosa se sentaron con tiempo para tener una mirada larga sobre lo que venía, con el Eurobasket de fondo. La situación era peliaguda. Habían perdido a su jugador franquicia y tampoco lo encontrarían en Mirotic, fuera de la órbita de la Selección. Había que repensar el equipo y había que empezar con el director de orquesta porque las ausencias de Ricky y Sergio dejaban al equipo huérfano de bases españoles que jugasen en Euroliga o NBA. Alocén también se había lesionado en el Madrid. La puerta que dejaba abierta Mirotic podía ser utilizado para naturalizar algún base estadounidense. Pero había una bala y no se podía fallar el tiro. Lorenzo Brown cuadraba: un jugador de nivel Euroliga, sin ego para tirarse todos los tiros, con reputación de buen tipo en el vestuario. Podía cuadrar.
Sin Ricky, también había que encontrar un eje por donde girase el juego. La incorporación de Lorenzo Brown iba a permitir alimentar bien a Willy Hernangómez. Siete años después de incorporarse a la Selección, y después de tener ya un papel de cierta relevancia en el Mundial, era el momento de comprobar si estaba en condiciones de ser un líder en la Selección. Scariolo creía en él (“quiero que sea una estrella”) y decidió que buena parte del juego ofensivo pasaría por el jugador de los Pelicans.
La capitanía sí estaba resuelta. Rudy mantenía su compromiso con la Selección y Llull también estaría. Serían los dos grandes líderes de una Selección que por el perímetro también estaba bien cubierta con Abalde y Abrines, que habían estado en los Juegos y cuyas responsabilidades debían aumentar. Las Ventanas, con jugadores como López Arostegui, que ya habían estado en los Juegos Olímpicos, iban a estar bien representadas. Lo que nadie podía esperar es que varios giros más de guión iban a convertir a ese grupo de los partidos de clasificación en base para el Eurobasket. Abrines y Abalde no llegaron a tiempo, lo que abrió la puerta a incorporación de Jaime Fernández o Parra. Claver u Oriola tampoco estaban en condiciones. Pista para Pradilla o Sebas Sáiz…
La pincelada NBA, además de Willy, la ponían Juancho Hernangómez o Garuba. Irían, sí, pero tendrían que hacer una gran preparación porque habían tenido muy pocos minutos durante la temporada; y lo mismo que con Willy existía la esperanza de que pudiese liderar al grupo, con Juancho y Usman había más dudas, razonables si se advierte su poca actividad. Para colmo, Garuba se lesionó en un tobillo antes de que empezase la concentración. Habría que acelerar la puesta a punto.
Y así se fue conformando la Selección del Eurobasket, con una primera lista de 22 jugadores que se fue reduciendo con descartes hasta que, cuando quedaban 14, llegó el golpe definitivo. Llull se lesionó contra Islandia en Pamplona y la Selección volvió a ponerse patas arriba. Ese golpe sí pareció definitivo. Era una baja deportiva y sentimental que pesaba mucho y que invitaba a pensar que España viajaba entregada al Eurobasket. Sergio Scariolo y Jorge Garbajosa volvieron a hablar como el primer día en el que se habían sentado para planificar el Eurobasket. A una semana de empezar el campeonato, había que darle un giro más. Vendría Alberto Díaz, que había sido uno de los descartes durante la concentración. El plan había cambiado. España había decidido jugar a la “guerra de guerrillas” y, para eso, nadie como el malagueño, que no acudió a la llamada considerándose un parche, sino como un niño con zapatos nuevos ante la oportunidad de su vida. Y así, el 30 de agosto la Selección viajó a Georgia en medio del escepticismo general y con un marcado perfil bajo. Había siete debutantes en una gran competición: Jaime Fernández, Alberto Díaz, Brizuela, Lorenzo Brown, Joel Parra, Jaime Pradilla, Sebas Saiz. Arostegui y Garuba habían debutado en los Juegos y sólo Rudy, Juancho y Willy habían jugado un Eurobasket. La música empezó a sonar el 1 de septiembre y España, contra todo pronóstico, estuvo bailando hasta la final.