Bienvenidos a Ankara, donde la Selección de las Ventanas puede clasificar matemáticamente a España para jugar el duodécimo Mundial de su historia: China 2019. Los de Sergio Scariolo, que llegó el lunes procedente de Toronto, donde triunfa de momento con los Raptors, necesitan ganar y que Eslovenia haga lo mismo en Ucrania. Si no aprovecha este primer match-ball, España tendría una segunda oportunidad en Tenerife este domingo ante los ucranianos. Y si no, en la última Ventana de febrero. Está casi hecho y sólo falta, pues, recoger el fruto después de un año y medio de siembra, desde que Scariolo juntó por primera vez a este grupo en Benahavís consciente de que la guerra FIBA-Euroliga le impediría contar con los jugadores de Barça, Madrid, Baskonia y compañía. Como el mismo Scariolo ha dicho, “una bonita historia”.

Para este grupo de jugadores que en su mayoría no estarán en China, donde entrarán en escena los NBA (y los Euroliga), esta será su corona. Tal vez el trabajo de los Quino Colom, Fran Vázquez, Jaime Fernández o Sebas Sáiz nunca tenga un altavoz mundial, pero el baloncesto español, su necesidad de obtener ingresos y patrocinadores, y eso conlleva la obligación de estar en el Mundial, nunca les estará lo suficientemente agradecido.

El Turquía-España de Ankara coincide con el triple enfrentamiento turco-hispano de Euroliga (Barça-Fenerbahce, Efes-Baskonia y Darussafaka-Gran Canaria), la mejor prueba de que el pulso continúa. La Selección de las Ventanas, sin embargo, ha sabido aislarse de ese conflicto y desde el primer día en Podgorica ha sido un grupo con personalidad y roles propios que se anticipó a los acontecimientos y que sólo ha encajado una derrota en ocho partidos. La mágica canasta de Quino Colom contra Letonia en el Wizink Center ha dejado a la Selección a las puertas del Mundial. El base andorrano, ahora precisamente en un club turco (Bahcesehir) no ha querido fallar a la cita de Ankara. En la región de Anatolia, a más de 3.000 kilómetros de España, hoy los héroes de las Ventanas pueden finalizar con éxito una misión de valor incalculable.