REAL MADRID 80 - KHIMKI 86

El Khimki de Bartzokas le echa el lazo al Madrid: fin a la racha

Doncic falló un triple para poner a su equipo uno arriba a falta de 18 segundos. Volvió Randolph, pero el Real fue siempre a remolque. Primera derrota tras diez victorias.

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Al Madrid le abandonó la chispa después de dos semanas luchando contra las bajas en su juego interior. Esa frescura ofensiva que le había aupado al liderato se esfumó por completo (19 pérdidas esta vez). Le dominó el Khimki de Shved (20 puntos) y de James Anderson (16), pero aun así Doncic lanzó un triple para poner uno arriba a su equipo a falta de 18 segundos. Falló y trató de desgarrar la camiseta con los dientes de pura impotencia. No fue su mejor noche, ni la de sus compañeros.

El Real había sobrevivido agarrado al rebote de ataque (14), sin embargo padeció atrás con un Ayón menos lozano que en jornadas precedentes. Reyes peleaba, igual que Maciulis y Radoncic, pero faltaban centímetros, los de Randolph, por ejemplo, que regresó aún sin ritmo y algo inseguro tras la lesión en el hombro derecho. El Khimki, que amenaza con cosas importantes, le echó el lazo a los blancos: fin a la racha. Primera derrota tras diez victorias seguidas (seis en la ACB y cuatro en la Euroliga).

La primera parte del Madrid no fue buena (y la segunda, tampoco: solo ganó el parcial del último cuarto y por un punto). Mal en defensa e igual o peor en ataque (llegó a firmar 1 de 11 de tres y 40% de dos con solo 5 asistencias). Le salvaron los últimos cuatro minutos, cuando con 12 abajo (28-40) Doncic tomó los mandos y el bloque cambió su intensidad atrás. Bien Taylor. El parcial de 9-0 devolvió a la vida a los de Laso.

Enfrente, un Khimki con músculo y dinamita en ataque. Shved firmaba canastas imposibles, latigazos de clase dentro del equilibrio general. La movilidad con Anderson, Anthony Gill y Malcolm Thomas en pista de inicio generó espacios y tiros cómodos a canasta. Los ocho rebotes ofensivos madridistas y las nueve pérdidas por entonces del equipo moscovita hinchaban las velas blancas. No había más combustible. Randolph reaparecía entre ansioso e incómodo.

La cuarta falta de un impecable Anderson en el tercer cuarto no resultó, como se intuía, un castigo para los de Bartozkas, sino un impulso. El trabajo de Markovic y, sobre todo, la incisiva defensa de Jenkins sobre el bote alto de Doncic neutralizó la pegada local: del 48-47 al 48-56. Siete pérdidas en ese cuarto y portalón abierto para las cabalgadas rusas. Gill firmó el mate de la noche en una de esas carreras mientras un disperso Thomas Robinson sellaba sus mejores momentos.

Pese a la superioridad rusa, el Madrid volvió a ponerse por delante tras un triple de Maciulis y otro de Campazzo. Y entonces apareció Shved, primero para abrir brecha otra vez y luego para liderar como pollo sin cabeza los ataques finales del Khimki. Capaz de ganar cualquier duelo en segundos y de perder los tres siguientes en el mismo lapso de tiempo por la absoluta confianza en su talento. El Madrid caía por 71-80 a 3:30 del final. Shved empeoró notablemente sus porcentajes hasta dejar que Doncic tuviera un triple para ganar. Faltó energía, pero no hubo rendición.