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BARCELONA 85 - REAL MADRID 75

El Barça baila al Madrid

Un Barcelona plagado de bajas devoró a los blancos desde el salto inicial. Tomic (19 puntos), Perperoglou (18) y Rice (15) no tuvieron respuesta visitante. Llull, Rudy y Randolph, mal.

Tyrese Rice frente a Draper.
Tyrese Rice frente a Draper.Alberto EstévezEFE

Real Madrid - Panathinaikos

Siete u ocho jugadores bastan en un partido para derrotar a un grupo de doce uniformados. Para noquearlo, incluso ridiculizarlo por momentos. Nos lo mostró el Barça, que antes del salto inicial dejaba una estampa algo melodramática. Hasta seis jugadores vestiditos de calle. Los cinco lesionados (Ribas, Navarro, Claver, Doellman y Lawal) más Holmes, el nuevo fichaje aún no inscrito. Le dio igual. Había salido a morder: Rice amagó la primera dentellada y facilitó que Tomic devorara a los blancos (14 puntos, 7 rebotes, 4 asistencias y 26 de valoración... al descanso). También Perperoglou, inmenso como falso pívot batiendo con arrancadas desde lejos y buenas penetraciones a sus pares. Más grandes, pero más lentos.

Los hambrientos supervivientes frente a un Madrid apocado, triste y sin fuerza que ofreció una imagen propia de otra era, no de la de Laso. Bailado por su eterno rival de principio a fin salvo un corto paréntesis en el último cuarto, el que abrió y cerró un parcial de 2-13 liderado por Draper y Hunter. Un arrebato de orgullo en medio de la impotencia que le embargó. A sus jugadores y a su técnico, que por más botones que pulsaba ninguno ponía en marcha nada.

Muy mal partido de Llull, de Rudy y de Randolph, tres referentes. Desacertados y desconectados del colectivo, una carga esta vez para sus compañeros. Doncic, en su actuación 50 en la ACB, tampoco cambió el paso. Ni Reyes. Las rotaciones se sucedían sin provocar ninguna chispa. Hubo un momento en el que Taylor fue el mejor de un perímetro que se se perdía en ataques de balonmano. Nulo peligro interior.

Daba igual que Randolph pudiera hacer daño a Vezenkov porque el americano optaba por tiritos lejanos que multiplicaban la frustración. Nada de encarar la canasta. Ni él ni nadie. Enfrente, el plan trazado parecía modélico. Salía perfecto, que es lo que cuenta, porque la pizarra previa lo aguanta todo. Bartzokas maximizó sus recursos. Sacó a Oleson y a Eriksson de titulares y se guardó las cartas de Koponen y Perperoglou para mantener el equilibrio más adelante. Bien Rice, aunque ni siquiera tuvo que ser el tipo decisivo de otras veces.

El Barça se adueñó del ritmo, impidió contraataques ajenos y puso pausa para encontrar a Tomic. Primero al poste y luego en alguna continuación con la defensa enemiga extraviada, muy abierta, con las piezas permitiendo pasillos que un bloque compacto hubiese amurallado. Con Perperoglou en cancha llegó el desequilibrio en el puesto de cuatro, una ventaja local más arropada por una magnífica circulación de balón.

Los azulgrana sumaban 23 canastas de dos de 29 lanzamientos al final del tercer cuarto (79,3% de acierto). Una barbaridad. El marcador pasó del 15-8 al 49-33 y, ya en el último cuarto, al 74-55 (+19 en el minuto 32). El Palau festejaba el éxito y justo entonces se asustó, como su equipo. Un parcial de 2-13 le hizo pensar aquello de 'que viene el lobo' (76-68 con casi cuatro minutos por jugarse). Koponen enjauló a la fiera: triple, el de la tranquilidad.

El Madrid había completado media remontada con Draper y Hunter empujando junto a Carroll, Maciulis y Ayón. Un quinteto atípico, el primero que varió el rumbo mil teclas después. El base de Baltimore jugó 19 minutos cuando su récord en esta Liga era de 13. El Clásico bajó el telón con Nocioni expulsado por dos técnicas tras un cara a cara con Rice. Antes, Doncic recibió otra. La impotencia de la derrota. El Barça lo celebra (2-0 en los duelos directos) a la espera de más fichajes. Pero ya saben, más hombres no siempre es sinónimo de más equipo.