El Barça tiene un boquete en el medio campo, con De Jong, Pedri y Gavi fuera de concurso.
Por fortuna, rectificó al descanso sacando a Rodrygo y el equipo tuvo vida para marcar un gol.
La Real cayó ante un equipo grande, sirva de consuelo. Y cayó con grandeza, sin rendirse.
Calendario aparte, no me gusta que se elimine el suave descenso a la Europa League.
Con tanto recoveco siniestro, el fútbol queda cada vez más en posesión de los árbitros.
Gran noche copera en San Mamés, aunque ensuciada por un cochambroso prólogo.
Me irrita que el VAR hile tan fino en jugadas así y en fueras de juego por el pelo de una gamba.
El Nápoles, urgido por la necesidad, mejoró con los cambios, fue arriba y metió mucho balón alto.
A ese descalzaperros se enfrenta el Barça, que frente a esas convulsiones parece una laguna suiza.
Todo un hueso para el Atlético, al que, sin embargo, hoy como siempre creemos capaz de todo.
Al Madrid le faltó entusiasmo e inspiración (suelen ir unidos) para imponerse y al Rayo un puntito de finura en los tramos finales.
Visto lo visto en la segunda mitad, la Real no se llevó un mal resultado y tiene derecho a creer.
El Madrid anduvo con la lengua fuera, soportando un ritmo que no llegaba a ser de su agrado.
Debe de ser la calma seráfica de Ancelotti, al que ni los peores contratiempos le alteran.
El Atlético perdió, pero dejó mejores impresiones. Jugó muy bien la segunda parte.
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