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Edyta, José, Simone y Javier, en el estadio de Vallecas.

RAYO VALLECANO

Un equipo de barrio, un sentimiento mundial

El Rayo celebra su 98º aniversario con sus mejores embajadores, los aficionados que residen en Estados Unidos, Colombia, Venezuela, Cuba, Argentina, Brasil, Irlanda, Portugal, Italia, Polonia... Estos 'Rayistas por el mundo', cuyo número sigue creciendo, han extendido los valores de la Franja más allá de Vallecas, donde confiesan: "Nos hacen sentir uno más".

Los sentimientos no entienden de fronteras ni de idiomas. Por eso, el Rayo celebra su 98º aniversario conquistando todos los rincones del mundo. Ese sentimiento ha viajado desde Vallecas hasta Brasil, Argentina, Colombia, Venezuela, Cuba, Estados Unidos, Irlanda, Portugal, Italia, Polonia... De un barrio a todo el planeta. Su punto de encuentro es un chat de WhatsApp llamado ‘Rayistas por el Mundo’, con unos 40 participantes de diferentes países y lugares de España, como Andalucía, Galicia, Cataluña, País Vasco...

Uno de sus fundadores, Stefano Picasso, es además el creador del ‘Rayo Vallecano Italian Fan Club’, que celebra este 29 de mayo —día del nacimiento de la Agrupación Deportiva El Rayo— con una reunión muy especial: “Nos veremos por primera vez en una comida”. Su flechazo con la Franja viene de lejos y todavía recuerda hasta la música que sonaba... “Conocí al Rayo gracias a Ska-P, una de mis bandas favoritas. Me enamoré de la afición y sus ideales. Nunca he estado en Vallecas, pero vi al equipo aquí, en amistoso frente al Cesena, en 2014”, rememora el genovés.

El otro alma máter del grupo de WhatsApp —también presente en redes— es Natxo Ini. A su vez, motor de la ‘Agrupación Rayista Argentina’. Su nombre es un guiño a la historia del club, con quien comparte cumpleaños. Hoy domingo. Al bonaerense le cautivó “la idea del fútbol politizado”. Nada más aterrizar en Madrid le pudo “la curiosidad por este estadio, idéntico al de Argentinos Juniors y por ese cántico de ‘Somos los hinchas, más anarquistas, los más borrachos, los más antifascistas’. Acá dices eso y te señalan. Hablar de política en la cancha es un problema, un pecado...”.

Para Natxo, el amor es esto: “El día 24 de febrero se convirtió en mi nuevo día de los enamorados porque fui a Vallecas por primera vez y vi un Rayo-Huesca”. Por eso, no sorprende que su único tatuaje sea “el rayito del escudo”. Su pareja, que vive en España, se ríe cuando le pilla mirando de reojo el fútbol en plena videollamada. “Ponía la tele en un costado y ella se daba cuenta, sí”, corrobora.

Esta peña posee 11 integrantes, varios de ellos —como Christian Gandolfo— vinculados a la ‘Peña Rayista Riverplatense Argentina’, apodada como la ‘River Rayista’ y gestada por Fernando Luis Puente, quien falleció hace 3 años. Aquella peña fue la primera en el extranjero. Pablo Branda, su vicepresidente, narra sus orígenes: “En verano de 1999 fui con mi familia al estadio y nos atendió Fernando López (jefe de prensa), que nos dejó entrar hasta el césped y nos regaló unos souvenirs. Al regresar, se los entregué a Fernando y él lo inició todo. En el 2000 nació con una fiesta a la que acudieron 500 personas, entre ellas, los jugadores Berizzo y Bonano”. Eso sí, llegaron a tener 3.000 socios y el padre de Patricio Graff, futbolista franjirrojo de la época, les llevó todos los carnets.

Ya sólo la camiseta te seduce. Ves la Franja y quieres que gane”, trata de explicar el abogado, quien cultivó una gran amistad con la peña 'Planeta Rayista', a través de su foro. De hecho, con ella vivió parte del partido de la UEFA contra el Lokomotiv. “Sortearon un viaje y le tocó a un amigo. Vimos el primer tiempo en el palco con Teresa Rivero, hicimos un lunch en el descanso y en la segunda mitad estuvimos en la grada con 'Planeta'. Después, Bolo me regaló su camiseta”, dice emocionado. Y es que el delantero se convirtió en protagonista de una célebre imagen: “Festejó el gol 400 del Rayo mostrando una camiseta de River que le mandó Fernando Puente. Él siempre llevaba esa foto a todos lados”.

Para John González tiene más mérito ser rayista en Venezuela. “Son todos del Barça o el Madrid. Estoy solo contra 500...”, confiesa esta rara avis, que lo tuvo claro desde niño: “Me llamó la atención la Franja, la pared tras la portería, luego salió Ska-P y ya el remate fue el fichaje de Daniel Noriega, el primer venezolano que jugó allí”. Aclara que no es rayista por Miku, con la misma rotundidad con la que asegura: “Si hubiéramos llegado a la final de Copa me hubiera plantado en Sevilla. No sé cómo, pero lo hubiera hecho”. Su pasión por el Rayo alguna vez le ha jugado malas pasadas. Sin ir más lejos, como fotógrafo en una función de teatro con el alcalde: “Grité un gol de Bebé en medio del pasillo. Tuve que irme porque todos se voltearon a mirar y pensé que me botaban”.

Su risa se torna en emoción cuando habla de su camiseta: “Soy el único venezolano con una franela original sin haber ido a Vallecas. Monté una lloradera a mi mejor amiga para que me la trajera. Fue a la tienda y sólo quedaba una XL. Pasó dos veces la tarjeta y se la denegó. Se marchó a uno de los bares de enfrente y el camarero la ayudó. Le hizo una transacción y éste la dio el efectivo. Tras el entrenamiento, todos los jugadores se la firmaron y Jémez me grabó un vídeo. Cuando lo vi parecía una quinceañera con los Backstreet Boys (risas). Mi amiga no me la quiso cobrar porque lo que vivió fue demasiado mágico”. Aunque John no pierde ocasión para bromear con lo caótico del club: “El Rayo es lo más venezolano que hay en Europa...”.

Por su parte, la peña ‘La Franja de Cuba’ tiene una particularidad: su presidente, Reinier Crespo, vive en La Habana y su vicepresidente, Javier Piñas, en Vallecas. Ese tándem funciona. “Somos unos 30, desde septiembre de 2021”, apunta Javier, que se volcó con el equipo que forman los peñistas. “Lo creé acá y les inculqué el amor por estos colores. Participamos en un torneo de La Liga SNET. Vamos segundos, con un partido aplazado”, afirma orgulloso Reinier.

Más costó que todos pudieran vestir la Franja... “Pedimos ayuda al club y nunca nos respondió”, lamenta el cubano. Sí llegaron donaciones de rayistas, camisetas entre las que estaban la del capitán Trejo y la del presidente de los veteranos, Cota. “Queremos montar un museo con esas”, aventura el vallecano, que se movilizó para adquirir y mandar trece. “Todos se portaron de diez, demostrando su solidaridad”, agradece Reinier y concluye Javier: “Ojalá algún día pueda venir y cantar ‘La Vida Pirata’. El Rayo y Vallecas acogen a todo el mundo”.

California es también epicentro de rayistas, de dos Joses, ambos madrileños. El vallecano José González vive en Los Ángeles y se hizo abonado la temporada en la que fichó Hugo Sánchez, el mismo al que años después se encontró en Universal Studios. “Íbamos al baño y pasó justo por delante. Al salir le saludé con mi camiseta del Rayo y nos hicimos una foto”, afirma José, cuya última cita en Vallecas antes de poner rumbo a Estados Unidos fue el Tamudazo: “Me vine a vivir aquí, me casé y renové el abono”.

Allí se cruzaron los caminos de estos tocayos. A los que sólo separan dos horas en coche. “Nos conocimos por Twitter y este último choque ante el Valencia lo vimos juntos en casa”, reconoce el vallecano, que siempre tiene presente la Franja: “Mi matrícula es Rayo VK y pago 45 dólares al año”.

José Ramírez es de Las Musas y reside en San Diego desde 2005. Su primer flashback rayista, lo tiene con su hermano. “Jugábamos a las chapas, que eran del Rayo. Un día me llevó a Vallecas y me senté en el fondo donde ahora no hay público, porque antes sí había unas filas... Él me inculcó ese sentimiento. Allí, en California, ven la Premier. La gente con la que juego al fútbol los domingos sabe que soy del Rayo, me ve con camisetas y me pregunta en qué división juega”, desvela.

José pasará toda la semana en España. “Mi idea era venir a la final de Copa y llegué a reservar el vuelo. Al final, me he venido para dar una sorpresa a mi madre y correr la Carrera del Rayismo”, asegura este pequeño accionista: “¡Tengo una acción! (risas). Aún conservo el recibo del BBVA de 10.000 pesetas”.

Atenta, escucha su testimonio Edyta Pieron, sentada junto a su madre Marta. Ambas residen en Cracovia y estarán un mes por Madrid, gracias también a la hospitalidad de otro rayista, Luismi. Su vida dio un vuelco en la campaña 12-13, por culpa del Rayo. “¡Por eso aprendí español! El fútbol tan vistoso de Paco Jémez me enganchó. Me parecía un equipo súper peleón. Encajaba goles a cascoporro, pero seguía luchando. Entonces, no hablaba el idioma, solo hola, gracias y un par de palabrotas. Quería información, así que empecé a estudiar, hice filología hispánica y ahora doy clases de español”, comenta.

Su conocimiento y admiración por cada rincón del barrio es abrumador. “Me apasiona su historia. El Rayo no existiría sin Vallecas y Vallecas no sería lo mismo sin el Rayo. Me maravilló esa sensación de ser una más desde el principio”, admite. Hay más aficionados franjirrojos en Polonia, aunque continúan siendo algo minoritario: “Los jóvenes son del que gana. Nosotros vamos a contracorriente”.

Simone Sperduto asiente. Para el periodista italiano, el Rayo es único. “Esta hinchada me recuerda mucho a lo que era la del Roma en los 80-90. Muy caliente, que sigue cantando aunque haya terminado el encuentro. Eso ya no se ve”, sentencia, justo antes de enumerar otras cualidades que admira: “Es difícil de explicar en Italia lo que representa el Rayo. No existe un equipo así, con un barrio detrás. Me gusta esa unión, también en cuestiones sociales. Además, aquí saludan a la afición rival por la megafonía del estadio. Allí me dirían que estamos locos”.

Precisamente, esas cosas más terrenales y cercanas le cautivan. “Te puedes sacar fotos con jugadores, que salen del vestuario andando por la calle. Me parecía imposible”, reflexiona, con una pizca de incredulidad, este integrante del ‘Rayo Vallecano Italian Fan Club’, a quienes siempre manda fotos desde el campo: “Estuve en los cuartos de Copa con el Mallorca y había gente llorando. Viví algo histórico”.

Otro habitual en la grada es el irlandés Robbie O’Sullivan, que ha llevado a su padre, su hermano, su tío... para que comprueben todas esas cosas que cuenta a sus amigos, desde la lejanía, y no se terminan de creer: “Es un campo diferente, antiguo. Les hablo de los bares cercanos, alucinan con que los baños no funcionen… Este año hice una cola de siete horas para comprar una entrada contra el Getafe y me pedí una pizza. Allí me la comí (risas)”.

Esa no ha sido su única locura. ¿La última? “Me fui solo a Mallorca, sin hotel, sin mochila. Salí el domingo por la mañana y volví el lunes a las 06:00 horas”, sostiene el profesor, que cuando iba a casa por Navidad siempre se enfrentaba a la misma pregunta: “¿Eres del Madrid o del Atleti? Pues de ninguno, soy del Rayo (risas). Hay muchos aficionados irlandeses, somos luchadores, como los vallecanos. Con ellos se puede hablar no sólo de fútbol, también de la vida”.

Así le sucedió a Camilo Prada en su única visita al barrio. Cuando fue a comprar la camiseta, su acento le delató y le preguntaron extrañados: "¿En Colombia conocen al Rayo?". Su historia es la respuesta. Él sigue, sufre y siente con la Franja desde Bogotá. Fue una canción la que le descubrió su existencia. "No era futbolero, pero al escuchárselo a Ska-P sentí curiosidad", revela. A partir de 2015, su interés fue creciendo, tanto el suyo como el de su mejor amigo. Ahora han salido más adeptos, gracias al fichaje de su compatriota, Radamel Falcao. "Ese día fue una locura, no se hablaba de otra cosa. Antes me veían con la camiseta y muchos no la reconocían. Hoy todos la conocen", defiende orgulloso.

La periodista portuguesa Filipa Santos aterrizó en el Rayo para cubrirlo y la atrapó. “La primera vez que pisé el campo me puse a llorar como una tonta. Ahí estaba yo, escuchando ‘A las armas’ y acordándome del himno portugués, ‘às armas, às armas’. Me enganchó su sentimiento de pertenencia y su lado social, esa lucha por un mundo más justo”, esgrime. Tres veces se ha escapado a Vallecas, desde que dejó España. “Es más difícil apoyar a un equipo que no es de tu país, no puedes estar todo lo que te gustaría”, sentencia. La llama no se apaga, pese a la distancia, porque no hay kilómetros capaces de separar un mismo sentimiento...

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