Los milagros existen. Por eso, el 13 de mayo de 2012 está grabado a fuego en el imaginario colectivo de todo el rayismo. Tamudo cambió el destino de la Franja, gracias a su cabezazo contra el Granada, en el 91'. Aquel gol supuso la permanencia y el episodio más épico de la historia del club para sus protagonistas. Lo recordamos con ellos diez años después...
Una década después, Vallecas sigue recordando aquel instante. El (otro) 'Tamudazo'. Así se bautizó a un momento único, en el que un héroe de profesión firmó un gol de leyenda. Ese 13 de mayo de 2012, Tamudo reescribió el destino del Rayo, dejándole en Primera y salvándole de un futuro más que incierto. Su testarazo en el 91' supuso la vida para la Franja y la condena para un Villarreal al que Falcao —entonces en el Atlético— descendió con uno de sus zarpazos. Caprichos del destino… El mismo que puso a los de Sandoval contra las cuerdas después de haber cuajado una buena temporada. Su goleada (6-0) a Osasuna le dejaba con 40 puntos en la jornada 32, pero una espiral de malos resultados —encadenó cinco derrotas consecutivas— le obligó a jugársela contra un rival directo en el último partido de Liga. Aquella noche, de transistores y suspense a partes iguales, se decidía quién acompañaría al Racing en su camino a los infiernos y los candidatos para las otras dos plazas eran cinco: Sporting (prácticamente desahuciado), Villarreal, Granada, Zaragoza y Rayo.
Vallecas estaba lleno y el recibimiento al equipo estuvo coloreado por confeti, rollos de papel y más de 5.000 globos. Esa ilusión inicial iba dejando paso, a medida que el tiempo corría, a unos nervios que crecían exponencialmente. Los franjirrojos no eran capaces de zafarse del empate frente a los nazaríes, dirigidos por Abel Resino, y transitaron virtualmente por Segunda durante 33 largos minutos. Toda una penitencia, mientras reinaba la sensación de que las plegarias de la parroquia local no iban a ser escuchadas. Eso cambió en el primer minuto de los tres de añadido decretados por Undiano Mallenco. Piti inició la jugada con un zurdazo que se encontró con la defensa enemiga, el rechace le cayó a Michu y el balón se estrelló esta vez con el larguero, y justo ahí apareció la cabeza del gran héroe de la noche, que había saltado al campo en el 75', con la corazonada de que algo grande estaba por llegar. No erró, ni en el vaticinio, ni en la oportunidad de pasar a la historia de nuevo. El 1-0 de Tamudo sellaba la permanencia de Rayo y Granada, hundiendo al Submarino, tras su derrota contra el Atlético (0-1) y la victoria del Zaragoza en Getafe (0-2).
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"Esa semana hubo días difíciles. Yo sabía que no iba a ser titular ese partido, pero todos estábamos nerviosos. Recuerdo las caras de mis compañeros. Aquel domingo se respiraba mucha tensión desde que estábamos en el hotel. Teníamos una responsabilidad muy grande", arranca Tamudo, un delantero cuya leyenda se ha forjado entre gesta y gesta. Antes de la de Vallecas, se sucedieron 90 minutos de agonía: "Cuando dos equipos se juegan lo mismo, las piernas pesan más de lo normal. No quieres fallar y no te sale nada de lo que intentas. Fue un duelo que no se animó hasta el final…". Hasta su salida desde el banquillo. "Tengo grabada la secuencia. Fuera de juego si hubiera habido VAR, pero como no lo había… Sólo tuve que empujar el balón y al girarme no vi a mis compañeros, que se fueron por todo el campo desperdigados, sino a todo Vallecas dentro del campo celebrando el gol conmigo. No sabía muy bien dónde estaba, tuvieron que desalojar… Fue una locura, pocos jugadores pueden vivir un gol así", reconoce el catalán, cuya memoria sólo alberga un vacío: "A partir del pitido final no me acuerdo absolutamente de nada. Estaba en shock. Ni sé lo que hice, ni cómo llegué al vestuario…".
"Marqué y al girarme no vi a mis compañeros, sino a todo Vallecas dentro del campo celebrando el gol conmigo"
Aunque él, ya antes de entrar por Arribas, tenía un pálpito. "Estaba calentando con Nacho Sancho, el preparador físico, y le vi sufriendo, así que le comenté, medio en broma, medio en serio: 'No te preocupes que todavía no he salido. Seguro que tengo una y entra'. Se reía, como diciendo: 'El capullo éste, verás cómo al final tenga razón'. Cuando todo acabó se lo fui a recordar, en plan: '¡Ves! ¡Si te lo había dicho…!' Como si yo lo supiera (risas). Lo más importante es que el Rayo se quedó en Primera, por esa afición tan sufridora que tiene, que se desvive por él. Fue la recompensa a la lucha y el trabajo de un grupo que se dejó la vida hasta el último suspiro", continúa el actual adjunto a la dirección deportiva del Espanyol, uno de los hombres más queridos en Vallecas: "Pasará el tiempo y se seguirá hablando de ese tanto, el más al límite de la Franja, seguro. El fútbol tiene estas cosas, cuando crees que lo has visto todo te vuelve a sorprender". Tal cual. Diez años después, el resto de protagonistas mantienen fresco el recuerdo y desvelan detalles inéditos porque hubo tantos 'Tamudazos' como almas rayistas sintiéndolo.
Aquella semana no fue una semana cualquiera. Todos —club, equipo y afición— eran conscientes de lo que había en juego, de ahí que el técnico, José Ramón Sandoval, fijase los entrenamientos a puerta cerrada. "Nos hermetizamos porque queríamos concentración y trabajar cosas que no le llegaran al otro", relata el míster, que buscó una excepción a su regla para abrir las puertas a la hinchada en la previa: "Fue un chute de energía. Era importante que mis jugadores vieran el sentimiento que había detrás de toda esa gente". La misma que decoró el vestuario con 88 mensajes, uno por cada año de vida del Rayo entonces. Las emociones estaban a flor de piel y la plantilla se concentró antes del partido. Una cita a la que llegaron Javi Fuego y Armenteros, con molestias. Los franjirrojos, que en todo el curso no habían pisado el descenso, dependían de sí mismos y Sandoval sabía cómo motivarlos: "Les pusimos vídeos de todo lo que había pasado durante esa 2011-12 y de lo que se nos podía escapar. Al Granada le valía el empate, pero a nosotros no. Era un querer y no poder".
Por eso, el de Humanes no dudó en sacar la artillería cuando el 0-0 parecía inamovible: "Tuvimos que arriesgar. Dejamos defensa de tres, quitamos a Arribas, y sacamos otro delantero, a Tamudo. Cuando empezó la jugada, en el 91', me toqué el pecho y no me sentía los latidos del corazón. En cuestión de segundos, con el 1-0, se me disparó. En ese instante, el corazón me volvió a latir y volví a vivir, gracias al 'Tamudazo'. No nos merecíamos bajar porque habíamos hecho un buen campeonato". Aquel gol descorchó la locura. El éxtasis. "Nunca había visto llorar a tanta gente de alegría… Antes de llegar al túnel me quitaron la corbata y no me di ni cuenta. Lo noté al ir a apretarme el nudo en la rueda de prensa. Años después, cuando regresé con el Granada, un padre y un hijo en la grada de Bukaneros me enseñaron la corbata. Me la querían devolver, pero no la acepté porque era su trofeo. Se la firmé. Ismael y yo sólo nos la cambiábamos cuando perdíamos un partido. El año del ascenso la cambiamos poquito, pero en Primera era otro cantar… Ésta, si la tuviera, me la pondría para los duelos decisivos", fantasea.
A partir de ahí, la felicidad se apoderó de Vallecas y la primera reacción de Sandoval fue buscar a su familia, justo detrás. "Me di la vuelta y me abracé a un guardia jurado creyendo que era mi hermano (risas). En ese momento pierdes la noción. Ese gol marcó la historia de la Franja. Es el episodio más épico y el que más afición ha hecho… Todo el mundo empujaba. Toda España quiso meter ese tanto porque el Rayo cae bien. Recuerdo esa escena a cámara lenta, a mí me duró casi una hora… Lo mágico del 'Tamudazo' es el abanico de sentimientos que despertó. Por cómo se cantó se debió escuchar hasta en Europa", afirma emocionado el actual técnico del Fuenlabrada, que con el pitido final salió flechado hacia su mujer y sus hijas, sentadas en un palquito: "Miré arriba y no vi a mi esposa. Me asusté. Le dio un patatús. Estaban mis familiares intentando reanimarla y diciéndole que lo habíamos conseguido. Ya después me resultaba imposible bajar. Ahí la gente me llevaba como a Jesucristo, en volandas. La hinchada te daba besos, te agarraba, por eso no me di cuenta de que me faltaba la corbata (risas)".
"Me di la vuelta y me abracé a un guardia jurado creyendo que era mi hermano"
La victoria no sólo supuso la salvación, también la supervivencia de una entidad inmersa en Concurso de Acreedores. Y una vez más, el papel de la afición fue determinante. "Hubo un momento del partido en el que percibí miedo, irrumpió el silencio y eso nunca lo había sentido en Vallecas. El Zaragoza había marcado y nosotros no éramos capaces. Nos habían noqueado, pero otra vez reaccionó la grada y nos empujó. Sólo hay que ver cómo está el estadio con el gol. Esa noche los seguidores se llevaron trozos de las redes de la portería, de césped, butacas… de todo", explica Sandoval, que confiesa orgulloso: "Tenemos la Franja marcada. Cuando iba con el chándal del Sporting al lado de Quini y me veían en los aeropuertos, me decían: 'Mira, el entrenador del Rayo'. La gente se quedó con esa imagen del 'Tamudazo".
Junto a Sandoval siempre ha estado él, Ismael Martínez, su segundo entrenador y fiel escudero. Ambos tuvieron sobre sus hombros mucha responsabilidad, la de sortear un destino que, por momentos, pintaba muy negro. "La viabilidad de un club así, con tantos años de historia, con un sentimiento tan profundo… estaba en nuestras manos. Al principio, pasaba por ascender a Primera con una situación complicada, de impagos. Después, no podíamos deshacer la obra o estábamos en las mismas. Lo sacamos adelante, gracias a un vestuario excepcional con Míchel, Movilla, Cobeño… gente que amaba el Rayo y supo gestionar esos momentos difíciles", argumenta el técnico.
"Vino Nacho, el preparador físico, y nos comentó: ‘Oye, que me ha dicho Tamudo que lo saquéis que esto lo soluciona él"
Había tanto en juego aquel día que la prudencia, quizá en exceso, hizo que el 0-0 luciese en Vallecas demasiados minutos. "No queríamos cometer errores y ambos estábamos con el freno de mano echado. También en el banquillo lo vivíamos con mucha tensión. Nos mirábamos el doctor Beceiro y yo porque el reloj corría a una velocidad increíble", narra con la preocupación de antaño, para desvelar un detalle al que había apuntado el mismo Tamudo: "Le teníamos calentando y vino Nacho, el preparador físico, y nos comentó: 'Oye, que me ha dicho Tamudo que lo saquéis que esto lo soluciona él'. ¡Y lo solucionó! Como ya había hecho por ahí alguna que otra vez… (risas). Hizo una temporada impecable".
Y en la vorágine del gol se toparon muchas sensaciones encontradas. "Para cuando empezó ese tumulto en la jugada ya no veía (risas). Tuve que mirar tres veces si la pelota estaba dentro. Me caí de rodillas al césped, las piernas me temblaban y no me daban para moverme. A los 30 segundos, me puse a correr como un loco. No daba crédito. No me he abrazado a tanta gente en la vida. Estuve en el campo como una nube y en el vestuario reí, lloré…", enumera Isma, que de vez en cuando se pone el vídeo en el ordenador o la narración de Onda Madrid: "Lo hago en momentos de nostalgia. Pese a los sinsabores, eso te recuerda lo bonito que es el fútbol". Y eso que el 'Tamudazo' trascendió lo meramente deportivo. "Fueron dos años muy críticos a nivel institucional, por eso la carga emocional tan grande con todo lo que sucedía sobre el verde", reflexiona.
El runrún de la desaparición del Rayo estaba ahí de forma constante. Y ese peligro era real, tal y como asegura José Plaza, uno de los administradores concursales de aquella etapa. La situación era, como poco, preocupante. "La deuda ascendía a, aproximadamente, 60 millones de euros y conseguimos firmar un convenio, con quitas y esperas, que suponía un pago de 35M€, pero eso siempre y cuando el equipo se mantuviera en Primera. Esos ingresos eran fundamentales en el plan de pagos propuesto a los acreedores. Hoy en día hay diferencia de ingresos entre clubes de diferentes categorías, pues hace una década era más acusada aún…", advierte el abogado, que siempre que podía se acercaba a Vallecas: "Sobre todo en los primeros meses del Concurso, que no había precisamente paz social dentro del club, con los socios, los empleados y demás… Era bueno tener una presencia".
"Es probable que sin ese cabezazo estuviéramos hablando de otra realidad para la entidad"
Aquel 13 de mayo, José Plaza fue testigo del ‘Tamudazo’. La llave del futuro del Rayo. "Nos jugábamos mucho. Era vida o muerte. Era la aprobación de un convenio para cumplirlo y subsistir o por el contrario desaparecer", dice con crudeza, ya que ese milagro lo cambió todo: "Es probable que sin ese gol estuviéramos hablando de otra realidad para la entidad. Es histórico también por su importancia en el plano económico. No hay que olvidar que en un club de fútbol, hoy en día sociedades anónimas deportivas, tú puedes hacer una gestión muy buena, pero si luego no entra la pelotita estás fastidiado. Influye la suerte y de eso dependen muchos trabajadores y mucha gente".
Los administradores concursales estuvieron en el Rayo desde junio de 2011 hasta la firma del convenio, cuatro temporadas después. De aquella época, José Plaza recuerda muchos escollos. "Cada día era difícil. Había mucha inestabilidad, muchas obligaciones de pago… Fue un sinvivir, que gracias a Dios terminó bien. El club tenía una economía bastante ajustada, casi deficitaria, y los ingresos extraordinarios, que eran las ventas de activos (jugadores), se convirtieron en el sustento. Cada decisión que se tomaba era importante. Una de las mejores —ya a toro pasado y pese a suponer un reto en lo económico— fue el fichaje de Paco Jémez. Era una apuesta personal del presidente, corroborada por el otro administrador, el economista Luis Pérez Gil, en paz descanse, y por mí. Resultó un acierto". Aquel vínculo que creó con la Franja le llevó a ser patrocinador del equipo con Bufete Rosales y aún perdura. Así lo reconoce abiertamente el abogado: "Mis hijos y yo seremos rayistas mientras vivamos. Vallecas es un barrio emblemático, obrero y su afición está compuesta por gente trabajadora y luchadora. Ojalá todos tuviéramos ese espíritu".
La mayoría de los rayistas no ha olvidado la alineación de aquella cita inolvidable, con Cobeño bajo palos; Tito, Arribas, Labaka y Casado en defensa; Movilla y Javi Fuego en la medular; por delante de ellos formaron línea de tres Piti, Michu y Armenteros; y Diego Costa fue la referencia arriba. Ese día se respiraba un ambiente distinto y todos ellos lo percibieron. Lo confirma el guardameta de entonces y actual director deportivo franjirrojo, David Cobeño: "Había como una sensación de peligro. Esa semana fue dura, con reuniones… pero aquel 13 de mayo era diferente. ¡Cómo estaba el Fondo! Y el estadio, a reventar… El partido fue raro, de no ir hacia delante por si te marcaban. El Granada estaba asustado por su situación también".
Con el 0-0 se llegó al descanso. Ahí, Cobeño experimentó una sensación inédita para él y que no le volvió a suceder. "Soy tranquilo y sé llevar los nervios, pero en el vestuario me temblaban las manos. Hubo un momento en que no controlaba las emociones, por la responsabilidad que teníamos", comprende. Ya en la segunda mitad, el resto de resultados obligaba a meter una marcha más en busca del gol. "A última hora subí a la desesperada, teníamos que marcar como fuera. No sabíamos exactamente cómo iban las cosas, había mucha confusión y al final intentas hacer lo que sea. Había tensión, incertidumbre…", admite el cancerbero criado en la cantera vallecana.
"A última hora subí a la desesperada, teníamos que marcar como fuera..."
Cobeño subió a rematar en varias ocasiones y gracias al 1-0 de Tamudo echó la carrera más dulce de su vida. "Me fui corriendo hacia el grupo para abrazarlo, la afición saltó al campo, el árbitro tardó un montón en reanudar el duelo… Todavía quedaba alguna jugada y yo estaba asustado por si había alguna ocasión, por si la liábamos en pleno estado de euforia", ríe antes de corroborar que el del 'Tamudazo' fue "el día más importante de mi carrera y el episodio más épico de la historia de la Franja. No hay nada equiparable. Fue apoteósico". No tiene dudas, como ningún rayista. "Cuando Undiano pitó, estaba en la portería del muro y me entrevistaron en Onda Madrid. A veces me lo pongo y me emociono. Estaba llorando como un niño pequeño, no me salían las palabras, con la gente rodeándome y dándome ánimos. Me metí en el vestuario, me senté en mi sitio y, mientras el resto estaba celebrando, yo seguía llorando de la tensión. Al salir al césped, el grito era: 'Vamos a luchar por el Rayo, que hay que salvarlo'. Tras el berrinche grité, salté, celebré…". Ese gol no sólo está en el imaginario colectivo de la afición y del barrio, los futbolistas también lo tienen presente. Fue parte de la conversación entre Cobeño y Labaka, segundo entrenador de la Real Sociedad, en su visita a Vallecas hace poco más de diez días. "Mikel y yo lo recordamos porque Arribas se lesionó durante la contienda y tuvimos que hablarnos mucho", revela.
A lo largo de sus treinta años como utillero del Rayo, Isi vivió siete ascensos, seis de ellos a Primera, aunque aquel 'Tamudazo' supo mejor si cabe. "Cuando sucedió ya estábamos llorando a lágrima viva en el banquillo. Me acuerdo de la jugada y tenía que haber sido gol desde el principio. Cuando marcó Tamudo salimos todos echando hostias al campo a celebrarlo y yo ya no recuerdo nada más (risas). Ni vi el fuera de juego. Al día siguiente sí, pero en el césped… nada ¿Y sabes qué? Que nos quiten lo bailao. Ahora no sé qué hubiera pasado con el VAR", bromea el mítico empleado, que se jubiló en noviembre de 2018.
"Cuando sucedió ya estábamos llorando a lágrima viva en el banquillo"
También se retiró Fermín Martínez Ibáñez —más conocido como Fermín, el del banderín—, pero él tras aquel Rayo-Granada. "Pues, menudo favor nos hizo el línea, ojalá que le dure mucho la jubilación por lo bien que se portó", comenta entre risas Isi, que apunta a otro nombre propio: Falcao. "Cuando lo fichamos el pasado verano me recordaron aquel gol al Villarreal porque pensé que había sido Forlán... Fue un detalle", desliza este vallecano, que lo tiene clarísimo: "Fue mi mayor alegría en las tres décadas que estuve trabajando en el club. No se me olvidará hasta que me vaya pa'Triana… El rayismo aún quiere a Tamudo y lo querrá siempre. Era buena gente, educado…".
Tamudo puso la guinda a una jugada que arrancó en la zurda de Piti. Ellos fueron el alfa y omega de aquel gol. Aunque habría que rebobinar para encontrar el germen de esa victoria… "Ver a la afición, a Bukaneros, en la previa fue un subidón de adrenalina. Nos vinimos arriba porque necesitábamos algo especial para un partido así y nos lo dieron, como siempre. Ese día no pudimos hacer un gran fútbol por los nervios. No conseguíamos marcar y el Granada, de vez en cuando, se acercaba a nuestra portería… Llegó a dar en el larguero. Los últimos minutos resultaron especialmente duros, veíamos a la gente llorando y sentíamos impotencia", apunta Piti, uno de los muchos futbolistas rayistas a quien se vio hablando con los rivales, pidiéndoles que se dejaran ir, dado que los resultados impedían que los nazaríes descendieran aun perdiendo en Vallecas: "No está bien porque es decirle a un compañero que baje los brazos. No era agradable y ellos tampoco lo hicieron. No se fiaban de nuestras palabras, por si les engañábamos. Hasta que llegó el ‘Tamudazo’ y fue increíble, para nosotros, como ganar la Champions".
Es sorprendente la claridad y los detalles con los que el catalán reproduce el tanto. Igual o mejor que las imágenes… "Lanzo un córner y ellos lo rechazan, después cojo el balón y driblo a dos jugadores, le pego, le rebota a un rival, remata Michu y va al larguero y le cae la pelota a Tamudo para que la empujase. Es que Raúl tiene un don para esas cosas. Fue una alegría para él, para nosotros y para todo el rayismo", corrobora Piti, quien actualmente trabaja como adjunto a la dirección deportiva del PAS Lamia. Hasta allí han llegado los ecos del 'Tamudazo'. "He visto ese gol muchísimas veces. Se lo he enseñado a los griegos y todo... Para que sepan lo que logramos en el 91'. Hasta que pita el árbitro hay que darlo todo, tener esperanza, no bajar los brazos. Lo que ha hecho el Real Madrid… nosotros ya lo hicimos mucho antes", sentencia.
"He visto ese gol muchísimas veces. Se lo he enseñado a los griegos y todo..."
Ahora sí, el tránsito hacia el final feliz tuvo buenas dosis de sufrimiento. "Se te pasa de todo por la cabeza en esos últimos minutos. Incluso pensé: 'Y yo, que me había traído la peluca para celebrarlo…'. Después, no podía ni tragar saliva. Era tenso, emotivo, no sabía qué hacer. Cuando llegué al vestuario me pegó el bajón de los nervios… Me mareé", cuenta Piti, que confía en que las generaciones futuras no tengan que pasar por algo similar: "No he vuelto a ver una cosa así. Fue único y espero que no se repita porque no es plato de buen gusto pelear, año tras año, para no bajar".
Su disparo heló el pulso de Vallecas cuando se estrelló en la madera, aunque esa 'mala suerte' precedió al éxtasis del 'Tamudazo'. Sólo unos milímetros separaron a Michu de ese gol histórico. Y eso que el asturiano se había dado un festín aquella temporada, erigiéndose en el pichichi franjirrojo con quince dianas, por delante de Diego Costa (diez). Sin embargo, de aquel día, tiene una imagen grabada a fuego: "Al acercarnos a sacar el córner vimos a los aficionados con lágrimas en los ojos porque no lo conseguíamos y en un segundo… ¡En un segundo te cambia la vida! Esa misma gente que lloraba desconsolada saltó al campo feliz".
"Llegué al vestuario en calzoncillos, pero a esa gente le hubiera dado todo"
Pero costó. Más de lo previsto. El triunfo del Zaragoza precipitaba las cosas y metía al Rayo en descenso a media hora para el final. "Me acuerdo del delegado, Miguel Ortiz, comentando que los resultados no se estaban dando y en el 70' nos dijeron: 'Oye, que tenéis que intentar ganar'. Ya, ya, si llevábamos intentándolo desde el minuto 1 (risas). Pero no podíamos porque el Granada también se jugaba la vida. Y probamos por todos los medios. Al final, Tamudo, quién si no, nos dejó en Primera. Cayó la moneda de nuestro lado", confirma Michu, que brujuleó a todos sus compañeros: "Cobeño andaba por el área. Diego Costa, debajo de la portería junto a Tamudo para empujarla. Movilla, detrás de la meta rival y saltó al campo con los fisios… Menos mal que fue de aquellas o le hubieran metido una multa al club… Y si hubiera habido VAR estábamos en Segunda… (risas)".
El actual director deportivo del Burgos no se esconde: "He visto ese gol millones de veces… ¡Y las que me quedan! La jugada fue un poco rocambolesca, pero el balón tenía que caerle a Tamudo. Es un referente. No he vuelto a vivir algo así. Con el Swansea tuve la suerte de ganar un título en Wembley (Capital One Cup), pasar grandes momentos en la Premier… Pero ahí es que marcamos y Vallecas se vino al césped (risas). El árbitro no sabía qué hacer para sacar a tanta gente. Todavía faltaban dos minutos de descuento y nos bombearon algún balón. Cuando pitó fue una liberación". No sólo se desprendió de los nervios y la presión, también lo hizo de su camiseta, pantalón… "¡Me quitaron todo! Entré al vestuario sólo con los calzoncillos (risas). Todo lo que hubiera tenido se lo hubiera dado porque en el Rayo me han tratado como en casa. Me han querido, animado… Y me he sentido muy identificado con el barrio y la afición. Ellos siempre valoraron que lo dejaba todo en el campo", apostilla con cierta nostalgia.
Para algunos jugadores aquel 'Tamudazo' lleva también implícito un adiós. Movilla se despidió de Vallecas, la que fue su casa durante tres temporadas, con sentimientos encontrados. "Son recuerdos agridulces. Esa campaña lo pasé mal ya que, desde el primer momento, mi contrato no se cumplió. Estaba peleando contra mi propio club y contra los administradores concursales porque el mío fue el único contrato que no pasó. Tuve que llevar a juicio al Rayo, al que gané esa cuantía económica a los cinco años. Además, ni el director deportivo ni el presidente me habían tendido la mano para renovar y seguir donde quería. Al margen de eso, tenía miedo de que, en mi último partido, el equipo pudiera descender. Y al final me fui con la satisfacción de haber hecho los deberes", asevera con la misma firmeza con la que expone su propia visión de la situación económica de la entidad franjirroja: "Era buena tras el ascenso. Estaba saneada, aunque los administradores concursales alargaron un proceso que no era lógico. La deuda venía de donde venía. Al jugar en Primera, estaba prácticamente todo normal. Lógicamente se pone más de cara con la permanencia, pero cuando el club lo hubiera pasado mal era de no haber subido un año antes".
"Cuando me cambiaron, me coloqué en el palo al lado de su portero"
Para Movilla la 'final' por la salvación empezó antes del pitido inicial. "Había un ambiente especial por la unión entre la afición y la plantilla. Toda esa semana fue de ánimo, de aliento… Se palpaba lo que se estaba jugando el club. Ellos hicieron su papel dentro y fuera del campo, incluso molestando al rival. Fueron la noche previa al partido hasta el hotel de concentración del Granada", descubre uno de los capitanes del Rayo de entonces, que ahora trabaja en la dirección deportiva e institucional de AFE. Aquel 13 de mayo, el centrocampista fue titular y desgrana cómo vivió el encuentro: "Estaba muy nervioso. No me encontraba muy fresco de mente, pensaba que en esa situación podía ayudar otro compañero como era Trashorras, y pedí honradamente el cambio. Abandoné el banquillo y me coloqué en el palo al lado de su portero para animar a los nuestros. Era una agonía…".
Y en esas, Tamudo hizo acto de presencia. Al cuarto de hora de pisar el verde, marcó y lo llenó con la felicidad de todo Vallecas. "Tenía que caerle a él, al goleador de toda la vida... Raúl tiene ese don, ese duende, siempre responde. No entraba mucho en los planes de Sandoval y salía más en las segundas partes...", analiza, a lo que añade: "Para mí fue una alegría, después de todo lo que había sufrido esa campaña. Terminé feliz y satisfecho porque mi despedida llegó así, manteniendo la categoría. Lo primero que hice fue salir a abrazar a mi familia y luego hablé con la Prensa a modo de adiós. Un gol con ese significado… No ha pasado y es difícil que vuelva a pasar".
El 'Tamudazo' supuso también la retirada de un mito: Míchel I de Vallecas. El centrocampista había entrado en la convocatoria para tan importante cita, pero no gozó de minutos. "Ha sido el partido de mayor contraste de mi carrera, entre el sufrimiento de los 90 minutos y la explosión de alegría tras el gol de Tamudo. Vernos en esa situación crítica, después de tener la permanencia prácticamente en el bolsillo varias jornadas antes y sin esperarlo, fue un palo muy duro. Se evidenció durante el choque. Nos costó muchísimo sacarlo adelante", argumenta el actual técnico del Girona, que aún tiene presentes todas las ideas que le rondaban por la cabeza hace una década: "Sentíamos que descendía o el Granada o nosotros porque el Atlético aún no había marcado. Desde el banquillo se sufría mucho, intentábamos animar a los compañeros que estaban dentro para que sacaran lo mejor de sí mismos…".
"Retirarme con el Rayo en Primera es uno de los episodios más bonitos que puedo contar"
Y Tamudo pasó precisamente del banquillo a la gloria. A esa eternidad que confiere la historia. "Sabíamos que si generábamos alguna ocasión iba a tener la cabeza fría y meterla. Así fue. Estuvo en el sitio y en el momento adecuado, como ha hecho toda la vida", le define Míchel, aunque cree que la autoría del 1-0 es compartida: "La empujamos entre todos. Había gente en el campo justo cuando el cabezazo, eso quiere decir que Vallecas estaba empujando ese gol hacia la red. Pasamos de la nada al todo. Ahí salí corriendo, me tiré al suelo, creo que encima de Tamudo (risas). Lo he visto muchísimas veces, por Youtube, por redes sociales… Me fijo mucho en cómo salimos a celebrarlo y tengo el recuerdo de saber que podía ser mi último partido allí. Hubiera preferido despedirme en el campo y sin sufrir, pero es una raya más al tigre".
No tenía la certeza del adiós, pero sí una fundada sospecha: "Sabía que era difícil continuar y no tenía la ilusión o la motivación para irme a otro sitio. Quería retirarme en el club de mi vida. Luego hablé con Felipe Miñambres, querían apostar por implantar una metodología en la cantera. Antes, no dio tiempo a plantear nada porque en ese momento lo más importante era el Rayo. Por eso me hubiera gustado que nos hubiéramos salvado antes y haber tenido una despedida con la afición. Aunque ahora lo veo como una gran despedida". Palabra del capitán de entonces y una leyenda para siempre, puesto que ha participado en cinco ascensos —cuatro como futbolista y uno como entrenador (17-18)— y ha disputado la UEFA con la Franja. "Retirarme con el Rayo en Primera es uno de los episodios más bonitos que puedo contar", concluye.
Pero los sentimientos no sólo se desbocaron dentro del verde, también en la grada. Era un instante para abrazar, besar, gritar, reír, llorar… Buscando amigos, familia… incluso cómplices entre algunos rostros desconocidos porque pocas cosas unen más. Más de diez mil almas se congregaron en Vallecas y ahí estaba él, Jose Ajero, periodista de Movistar y abonado número 2.000 del Rayo. Su historia la relató Quique Peinado en las páginas de su libro 'A las armas': "En el césped vi una cara conocida que se me acercaba. Era Jose Ajero, que lloraba y me abrazaba. Lloraba mucho, como un niño. Se separó de mí y miró el móvil. 'Mi padre, Quique, mi padre', le oí decir y nos separamos, llevados, supongo, por la multitud. Años después le llamé para preguntarle qué le pasaba. 'Nos habían dicho que a mi padre le quedaban dos meses de vida".
La emoción se cuela en sus palabras cuando habla de él, de José Luis, un albañil que llevaba desde los 13 años trabajando y cuya gran pasión eran el fútbol y sus hijos. "Fue una época jodida. A mi padre le habían detectado cáncer y no estaba bien. Se moría. Aunque me dedique al baloncesto, soy de una familia muy futbolera por él. Yo salía del Rayo y le llamaba para comentar los partidos, pese a que él era vikingo. Con el paso de los años, eso se convirtió en algo mágico. Durante el 'Tamudazo' le tenía en mi mente todo el rato. Fue un estallido de joder, con lo mal que lo estábamos pasando, que haya sucedido esto…", recuerda Ajero, quien prosigue: "Aquella noche hablé con él. Ya el hombre se dedicaba a ver tanto al Madrid como al Rayo. Le hice un poco rayista también. Ahora tengo una niña de 8 años y él me pidió que no la llevara al fútbol y así lo he hecho, lo he respetado".
Todo eso supuso un punto de inflexión en su vida y con Bukaneros, donde ya no tiene un papel participativo como antaño. De hecho, para aquel partido trabajó sin descanso. "Recuerdo un ambiente como nunca antes. Participé haciendo tifos, preparando el recibimiento al equipo… El barrio y la afición estábamos como locos esa semana. No queríamos que faltara ningún elemento de animación. Se cuidó todo muchísimo. Ese día miraba mucho para tribuna, instintivamente, donde estaban las radios, el palco, los banquillos… a ver qué pasaba porque el encuentro no terminaba de coger ritmo. Los dos equipos también estaban a ver qué pasaba. Con el gol, buscas compartir ese instante con las personas que quieres y que estaban viviendo algo similar a ti. Terminé con mi gran amigo Zafra, el speaker en aquel momento del Fondo. En Vallecas no estamos acostumbrados a tener demasiadas alegrías y ésta se convirtió en algo inolvidable. No contábamos con ella. No suele salirnos cara, sino cruz. Por una vez en la vida, la fortuna estuvo de nuestra parte y con eso me quedo".
"Recuerdo un ambiente como nunca antes. El barrio y la afición estábamos como locos"
El 'Tamudazo' fue épico. No hay duda. "Por eso seguimos hablando de él", esgrime Ajero. Antes, ahora y siempre. "Al año siguiente de producirse (2013), nos invitaron a un programa de Canal+ a Cristina Pedroche, a Sandoval y a mí. Terminamos los tres llorando como magdalenas. Cada uno tenía sus motivos para emocionarse y fue una catarsis colectiva", define certero el periodista, a quien le gusta especialmente mirar las instantáneas de ese gol histórico: "Ves muchas caras, mucha gente. Empiezas fijándote en las de los jugadores y terminas ampliando las de tus amigos del Fondo. Soy más de las fotos porque la secuencia me la sé de memoria".