Un Sorteo de Lotería de Navidad desde el Teatro Real: ilusión, premios en directo y polémicas ‘made in Spain’
Aunque la televisión consigue transmitir muchas de las emociones que se viven en directo, desde el Teatro Real el sorteo de Navidad cambia por completo.


Cada 22 de diciembre, miles de personas ponen sus alarmas poco antes de las 9 de la mañana con ilusión. Un pequeño cosquilleo recorre los estómagos de los compradores de lotería soñando, por qué no, con que en unas horas pueden no solo convertirse en millonarios sino hacer ricos a sus familias con el número del trabajo, el del bar de la esquina o con ese décimo compartido de la asociación de jubilados del pueblo.
Sin embargo, hay para quienes la ilusión es mucho más que eso. Claro está que no sacrifican la esperanza de engrosar sus cuentas bancarias con unos cuantos ceros, pero se conforman únicamente con el hecho de poder acudir al Teatro Real. Personas procedentes de todos los puntos de España vienen a Madrid única y exclusivamente para ver a los niños de San Ildefonso cantar 1.794 veces ‘mil euros’ y 13 premios mayores.
Este año, casi una decena de personas llevaban en las inmediaciones de la Plaza de Oriente cerca de una semana. Otros, colocados alrededor del puesto 25 en la fila, han pasado a la intemperie todo el fin de semana. Ni las temperaturas bajo cero, ni la lluvia ni el granizo han podido con una pasión perfectamente comparable a los que esperan días por una entrada para un concierto, un partido de fútbol o el inicio de las rebajas. Los disfraces, villancicos y canciones populares ayudan a amenizar la espera.
Una vez dentro, sucede algo paradójico. A nadie sorprende que el momento más esperado de la mañana es cuando sale ‘El Gordo’. No obstante, pocos quieren que el número salga pronto. Se respira algo distinto cuando un niño se traba al cantar un número y el público le anima y le canta ‘Tú sí que vales’ o cuando un asistente del público celebra sin ningún disimulo un quinto premio. O cuando un grupo de personas pide que se done la recaudación del Estado en el Sorteo para Palestina. Los disfraces siguen perfectamente colocados y apenas se notan el frío, los catarros contraídos por la noche en la calle o el sueño.
Con el 79432, a las 10:45 de la mañana, todo cambia. Al escuchar ‘4 millones de euros’ se produce un éxtasis brutal. Gritos, móviles en mano y una celebración coral independientemente de que ninguno de los asistentes resulta premiado. Es, con perdón para los implicados, como si un aficionado del Espanyol celebrara un gol del Alavés sin tener ninguna vinculación con el equipo vitoriano.
A las 11:13 ya habían salido los tres primeros premios, además de un cuarto y tres quintos. Podría decirse que estaba prácticamente todo el pescado vendido. O, al menos, así lo sintió gran parte de un patio de butacas que se iba vaciando poco a poco. Con polémica, porque sí, también la hay en el Sorteo de Navidad. Cada vez que el Obispo o el Papa de la Navidad se levantaban de su butaca, se llevaban un abucheo del respetable. Al parecer, parte de los que estaban haciendo la fila estaban descontentos porque, presuntamente, habían colado a bastantes personas en la fila. Una técnica propia del supermercado. Ellos, como no podía ser de otra manera, niegan la menor. Habría que preguntarle al VAR de las cámaras de Madrid 360 para ver quién tiene razón.
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Los premios menores que quedaban fueron repartiéndose hasta el final. Los dos últimos, en los últimos alambres del sorteo. Para entonces, ya solo quedaban unas 70 personas en un patio de butacas reservado para 600. La ilusión se había terminado. O tal vez, simplemente, está ya recargando pilas para dentro de un año, cuando el sueño de tantos vuelva a darse cita en el Teatro Real. Y, quien sabe si, quizás, esa vez se cumpla.
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