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Un hombre vive en un bosque durante 27 años y se convierte en un ‘fantasma’ ermitaño: “No puedo explicar mis acciones”

Christopher Knight decidió cambiar el rumbo de su vida a los 20 años. Se adentró en los bosques de Maine y estuvo viviendo en soledad durante 27 años, hasta que fue capturado por la Policía local

Un hombre vive en un bosque durante 27 años y se convierte en un ‘fantasma’ ermitaño: “No puedo explicar mis acciones”
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La historia de Christopher Knight desafía todos los límites y es una invitación a reflexionar sobre la esencia de la soledad y la supervivencia. Allá por el año 1986, Knight, que apenas contaba con 20 años de edad, decidió cambiar el rumbo de su vida.

Proveniente de una familia profundamente religiosa y reservada, se adentró en un sendero aislado cerca del lago Moosehead, en Maine, y decidió desaparecer de la faz de la Tierra y perder el contacto con el resto de humanos. Hablamos del año 1986, cuando todavía estaba Ronald Reagan en el poder y Maradona era una rutilante a punto de ganar el Mundial con Argentina.

Una huida hacia los bosques de Maine

Así pues, Knight decidió abandonar su vida en Massachusetts. Llevaba menos de un año trabajando en sistemas de alarmas para casas y vehículos cerca de Boston y su desaparición no fue ampliamente difundida, de hecho su familia pensó que era una decisión voluntaria. Armado con suministros básicos de campamento, Knight se adentró en los bosques de Maine para vivir sólo gracias a su ingenio y habilidades de supervivencia, a lo Bear Grylls.

A pesar de no tener conocimientos previos en técnicas de supervivencia, su inteligencia y capacidad de adaptación le permitieron vivir en condiciones extremas. Knight seleccionó meticulosamente un lugar apartado y protegido por grandes rocas, asegurándose de que su campamento permaneciera oculto. Su vida en el bosque se caracterizó por la autosuficiencia y la capacidad de evitar ser detectado por los habitantes locales, con temperaturas bajo cero la mayor parte de los días.

Knight se convirtió en una figura legendaria en la comunidad de North Pond, donde los residentes comenzaron a notar la desaparición de objetos cotidianos como baterías, tanques de propano y libros. Aunque estos robos no eran lo suficientemente graves como para ser considerados crímenes, sí generaban inquietud entre los habitantes. La policía local, consciente de la existencia del ermitaño, intentó resolver el misterio durante años.

Finalmente, en abril de 2013, Knight fue capturado y arrestado mientras robaba alimentos en una cabaña cercana. Su arresto puso fin a una era de incertidumbre y misterio en la comunidad de North Pond. Knight, quien había vivido en una tienda de campaña incluso durante los inviernos más brutales, fue llevado a juicio y condenado por los robos cometidos durante su tiempo en el bosque, unos 1.000 en total.

El último gesto antes de perderse durante 27 años

Su último gesto fue dejar las llaves puestas en el coche. Criado bajo un profundo apego al valor material de las cosas, su coche era el artículo más caro que había comprado en su vida. “El coche no me servía de nada. Casi no tenía gasolina y estaba a kilómetros de cualquier gasolinera”, dijo. Que se sepa, el coche sigue allí, medio engullido por el bosque. Knight dijo que no sabía realmente por qué se fue. Le había dado muchas vueltas a la pregunta, pero nunca había llegado a una respuesta concreta. “Es un misterio”, declaró tiempo después.

El escritor Mike Finkel le visitó en la cárcel y le hizo la pregunta más obvia: “¿Por qué?”. Su respuesta fue que se sentía incómodo cerca de otras personas. Llegó la segunda pregunta de Finkel, centrada en algún posible delito del que estuviese huyendo o algo que le avergonzase. Su contestación siguió la misma línea: el impulso para estar solo era como una fuerza gravitatoria, todo su cuerpo decía que se sentía más cómodo solo.

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“No puedo explicar mis acciones”, dijo. “No tenía planes cuando me fui, no pensaba en nada. Simplemente lo hice”.

¿Y qué había estado haciendo durante todo ese tiempo? Pues nada sorprendente bajo su respuesta: leer libros, hacer crucigramas y no tener ocupación concreta la mayor parte de su tiempo, es decir, hacer ‘nada’, sentirse en comunión con la naturaleza.

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