Qué pasó con el Enola Gay, el bombardero que lanzó la primera bomba atómica de la historia
La aeronave, que lleva sin estar operativa desde 1946, puede visitarse en el Museo del Aire y del Espacio, ubicado en la ciudad de Washington
El 6 de agosto de 1945, el cielo se cayó sobre las cabezas de los habitantes de la japonesa urbe de Hiroshima. La II Guerra Mundial daba ya sus coletazos finales. La Alemania nazi y la Italia fascista habían sido esencialmente derrotadas. Pero la tercera pata del eje seguía negándose a capitular. Los nipones, que, a pesar de haber luchado cada palmo, habían perdido la mayoría de sus posiciones estratégicas, parecían dispuestos a defender sus islas hasta el último hombre, mujer y niño.
Incluso la población civil comenzó a nutrir guerrillas de nuevo cuño. En muchos casos, armados con palos o armas blancas. Un gigante de rodillas que, sin embargo, se negaba a caer. Surgieron algunas voces discordantes en el mando militar, pero la opinión mayoritaria dentro del ejército del sol naciente era que no cabía posibilidad alguna de rendición ante el empuje aliado. Estaban listos para evitar la humillación, aunque significara alargar meses el conflicto y aumentar en millones la lista de muertos.
Los inminentes vencedores, sin embargo, estaban exhaustos. Acababan de acometer la ardua y heroica reconquista de Europa. Desde Sicilia hasta Moscú. Con dos frentes comprimiendo con creciente fuerza a Hitler y acólitos. Nadie quería estirar el tronar de las bombas. Pero la alternativa era igualmente aterradora. En secreto, el gobierno de los Estados Unidos, con Oppenheimer a la cabeza, había conseguido manufacturar las dos primeras bombas atómicas de la historia de la humanidad. Un arma con un potencial de destrucción desconocido e incalculable.
Cientos de miles de víctimas
Finalmente, el presidente Harry Truman -sucesor de Franklin Roosevelt-, dio luz verde al lanzamiento de los artefactos sobre dos ciudades japonesas. La primera fue Hiroshima. La segunda, Nagasaki. En el ataque del 6 de agosto perecerían alrededor de 140.000 personas. Algunas, desintegradas por las llamas. Otras, a causa de las secuelas. Pero seguía el adversario sin entregar el guante. Así que se repitió la operación el 9 de agosto. En esta explosión murieron 70.000.
La bomba de Hiroshima fue transportada por un bombardero tipo Boeing B-29 llamado Enola Gay. La nave estaba pilotada por el coronel Paul Tibbets, que iba acompañados de una tripulación de once. Con el tiempo, esta aeronave se convirtió en una especie de icono culpable de la cultura popular estadounidense. Buena prueba de ello es el lugar donde ha acabado su armazón. Se puede visitar en el Museo del Aire y del Espacio, sito en la ciudad de Washington D.C., capital del país. Como un talismán que recuerda, a un tiempo, el horror de la destrucción total y el alivio del fin de una guerra.