Sociedad

Los osos aprenden a abrir tumbas, se enseñan entre ellos y montan un buen problema en Rusia

El aumento de la población de plantígrados y las costumbres funerarias con ofrendas de comida están detrás de un fenómeno extendido en el país.

Por qué el oso es el símbolo de Rusia, qué significa y cuándo lo empezaron a usar.
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En la región de Murmansk, al noroeste de Rusia, los osos no son normales. Ni en tamaño, ni en ingenio. Y es que, según las autoridades locales estos mamíferos han empezado a visitar cementerios y a excavar tumbas. Cuesta de creer, pero es cierto. El Ministerio de Recursos Naturales ruso y la policía local han informado de varios incidentes en los que los plantígrados, atraídos por el olor de la comida dejada en las sepulturas, llegaron incluso a desenterrar ataúdes.

La práctica de dejar ofrendas de alimentos para los fallecidos, junto con ciertas festividades religiosas que se celebran en los cementerios —donde es habitual asar carne y compartir bocadillos—, convierte a estos lugares en un reclamo irresistible para los osos. Según el medio finlandés Yle, la administración de Apatity, en la península de Kola, ya pidió en julio del año pasado a los vecinos que evitasen dejar restos de comida tras detectar la presencia de estos animales en el camposanto.

Según las cifras oficiales del óblast de Murmansk, la población de osos en la península de Kola ha crecido un 25 % en dos años, mientras que la de alces —una de sus principales presas— ha caído cerca del 17 %. Este desequilibrio, unido a la cercanía de los cementerios a zonas boscosas, favorece que los animales busquen alimento en los enterramientos.

Osos profanadores por toda la madre Rusia

El fenómeno no es exclusivo de Murmansk. En la República de Carelia, justo debajo de la región afectada, ya en 2018, un oso excavó una tumba en el pueblo de Lumbuši, lo que llevó a las autoridades medioambientales a ordenar su caza. Casos parecidos se han documentado en la región de Sverdlovsk, en 2020 y en el Krai de Jabárovsk, en el Lejano Oriente ruso, en 2015. En Kamchatka, los osos llegaron a devorar al menos 20 cadáveres cerca de Yelizovo, según recogió el Daily Mail.

La alarma, sin embargo, viene de mucho antes. The Guardian publicó en 2010 que osos hambrientos desenterraban cuerpos en la República de Komi, en el interior, tras un verano especialmente caluroso. En aquella ocasión, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Rusia advirtió que un animal en Carelia había aprendido a abrir ataúdes y transmitió esa habilidad a otros, multiplicando así los incidentes.

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Así, y de forma única en el mundo, el problema en Rusia es vigente. Ni las vallas ni las advertencias han bastado, ni bastan. Allí donde conviven osos hambrientos y costumbres humanas que ponen comida sobre las tumbas, los cementerios dejan de ser solo lugares de memoria y duelo para convertirse también en escenarios de un inquietante choque entre naturaleza y tradición.

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