Sociedad

La probabilidad de que te caiga basura espacial en la cabeza es como ganar la lotería al revés: “Tenemos un vertedero en órbita”

Más de 45.000 fragmentos mayores de 10 cm orbitan la Tierra. Si los juntáramos, formarían un portaaviones flotando en el espacio. Se calcula que a partir de 2035 la basura espacial podría causar un accidente mortal en la aviación comercial cada diez años.

Algunas personas colocaron carteles con dianas para “dar la bienvenida al Skylab de la NASA” en 1979.
Bob Riha Jr
Mariano Tovar
Empezó a trabajar en AS en 1992 en la producción de especiales, guías, revistas y productos editoriales. Ha sido portadista de periódico, redactor jefe de diseño e infografía desde 1999 y pionero en la información de NFL en España con el blog y el podcast Zona Roja. Actualmente está centrado en la realización de especiales web e historias visuales
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Joseph estaba viendo la tele en su casa de Florida cuando escuchó un golpe seco en el tejado. Pensó que era una rama, pero cuando subió encontró un cilindro metálico chamuscado. No era de su aire acondicionado: era un trozo de cohete que había dado la vuelta al planeta antes de aterrizar en su salón. “Me quedé mirando aquello y pensé: ¿de dónde demonios ha salido esto?”, contó después a la prensa local. Y no es el único. En Polonia, un granjero encontró una pieza de Falcon 9 entre sus patatas. En Canadá, otro halló restos de Starlink en su granja. No hablamos de ciencia ficción: hablamos de basura espacial.

Cada día, según la Agencia Espacial Europea, tres objetos completos reentran en la atmósfera. Y no son tornillos sueltos: son paneles, tanques y baterías que no se desintegran del todo. ¿Podría caerte un tornillo en la cabeza? Sí, aunque sería como ganar la lotería al revés. La mayoría se pulveriza, pero los materiales más duros resisten a la reentrada en la atmósfera. Y mientras tanto, allá arriba flotan más de 45.000 fragmentos mayores de 10 cm, esperando su turno para caer. ¿Cuántos kilos son eso? Más de 11.000 toneladas dando vueltas ahí arriba. Si lo juntaras todo, sería como poner un portaaviones flotando en el espacio. Y no son cuatro tornillos: hay trozos grandes que se pueden rastrear y millones más pequeños, esos que no se ven pero que pueden agujerear un satélite como si fuera mantequilla.

Esto no es nuevo. En 1979, cuando la estación Skylab se desintegró sobre Australia, la gente salió a la calle con cascos de moto. “Por si acaso”, decían. Y no les faltaba razón: cayeron piezas del tamaño de una nevera. El ayuntamiento de Esperance incluso multó a la NASA por “tirar basura” en su territorio. Pagaron la multa… treinta años después, como anécdota turística. Un año antes, el Cosmos 954, un satélite soviético con reactor nuclear, se desintegró sobre Canadá, esparciendo material radiactivo por cientos de kilómetros. El gobierno canadiense presentó la factura a Moscú: seis millones de dólares por la limpieza. Pagaron la mitad. Y en 2011, un tanque de combustible de un cohete Delta II impactó en medio de la selva brasileña. Nadie salió herido, pero imagina encontrarte eso en tu jardín.

La probabilidad de que te caiga basura espacial en la cabeza es como ganar la lotería al revés: “Tenemos un vertedero en órbita”
Ilustración ficticia de la Tierra rodeada de basura espacial.Maciej Frolow

¿Y por qué no se quema todo al entrar? Cuando algo entra en la atmósfera a 28.000 km/h, el aire se convierte en fuego. La mayoría de piezas se desintegran, pero no todas. Hay materiales que son casi indestructibles: titanio, acero, compuestos cerámicos... Un tornillo normal se quema, pero un tanque de combustible o una batería blindada pueden llegar enteros. Y no solo eso: la forma importa. Si es aerodinámica, aguanta más. Por eso los ingenieros diseñan satélites para que se desintegren, pero no siempre funciona. Y mientras tanto, seguimos poniendo objetos a dar vueltas sobre la Tierra. Cada cohete deja etapas, cada satélite deja piezas. Y cada pieza es una bala orbitando a 28.000 km/h. “Tenemos un vertedero en órbita”, dice Holger Krag, jefe de seguridad espacial de la ESA. Y no exagera.

El riesgo para nosotros es muy bajo, pero no cero. La Agencia Espacial Europea calcula que cada año vuelven a la atmósfera unas 100 toneladas de chatarra espacial. La mitad son reentradas controladas, pero el resto no tiene ningún seguimiento. La mayoría se desintegra o acaba en el océano, pero cada vez hay más fragmentos que impactan en tierra firme. En enero de 1997, Lottie Williams, una mujer en Oklahoma, fue golpeada por un fragmento de 10x13 centímetros del tanque de un Delta II que había reentrado sin control. Milagrosamente, no sufrió heridas graves. Ese mismo día cayó en Texas otro fragmento de 200 kilos del mismo Delta.

¿Y los satélites que están funcionando? ¿No se estropean con tanta metralla? Pues sí, y por eso hay gente mirando pantallas todo el día para esquivar basura. La Estación Espacial Internacional hizo más de 30 maniobras en 2023 para evitar choques. Y cuando no esquivas, pasa lo de 2009: el Iridium 33 se cruzó con el Cosmos 2251 y aquello fue como un choque de trenes en órbita. Se formó una nube de restos con dos mil fragmentos grandes y miles de pequeños que siguen ahí arriba, como una colección de trampas. El problema es que cada choque genera más basura, y más basura genera más choques. Es el efecto Kessler: una reacción en cadena que puede convertir la órbita en un campo minado. Si eso acaba pasando, olvídate de satélites, GPS y hasta de ver Netflix en el móvil.

La probabilidad de que te caiga basura espacial en la cabeza es como ganar la lotería al revés: “Tenemos un vertedero en órbita”
Los astronautas Chen Dong, Chen Zhongrui y Wang Jie, durante la ceremonia de despedida en el Centro de Lanzamiento de Jiuquan antes de partir en la misión Shenzhou-20 (24 de abril de 2025). A principio de noviembre, la nave sufrió un impacto de basura espacial que obligó a un rescate de emergencia.VCG

Hace muy pocos días, en noviembre de 2025, la cápsula Shenzhou-20 tuvo que prolongar su estancia en la estación Tiangong porque un fragmento de basura golpeó su ventana de retorno. Hubo que enviar una cápsula de emergencia para rescatarlos. No fue un drama, pero pudo haber acabado fatal. Según el MIT (Massachusetts Institute of Technology), si no se toman medidas, para 2035 la basura espacial podría causar un accidente mortal en la aviación comercial cada diez años. ¿Te imaginas un Boeing 737 encontrándose con restos de un cohete? No es tan improbable como parece.

¿Quién limpia todo esto? De momento, nadie. Hay proyectos como ClearSpace que prometen atrapar satélites muertos con brazos robóticos, Japón ha probado redes, la ESA quiere usar “remolcadores espaciales”, y hasta hay ideas con láseres para empujar basura hacia la atmósfera. Pero mientras tanto, seguimos lanzando máquinas al cielo que antes o después se acaban convirtiendo en inútiles… y ahí se quedan en muchos casos. Porque es más fácil poner cosas en órbita que recogerlas. Y cada vez que alguien dice “vamos a poner unos cuantos satélites más para dar internet”, podemos ampliar la lista: unas cuantas balas potenciales más flotando.

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Así que la próxima vez que mires al cielo, piensa que no solo hay estrellas. Puede que también haya un trozo de metal viajando a toda velocidad, en trayectoria de impacto con alguien. Este juego todavía nos suena a fantasía, pero puede convertirse en pesadilla dentro de muy poco si los responsables no se deciden a sacar la escoba … y limpiar lo que sobra. Porque el cielo puede acabar siendo el vertedero más peligroso de la historia.

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