La historia de Bruno, el hombre que ganó 17 millones de euros en 1995 y ahora está en la ruina: “Estoy contento donde estoy”
El francés eligió compartir el premio con su familia y amigos e invertir en iniciativas y proyectos solidarios.

El 3 de diciembre de 1995, Bruno Caloone se convirtió en noticia nacional. Este empleado bancario de 36 años, vecino de la comuna francesa Hazebrouck, acababa de ganar 70 millones de francos en la lotería francesa, equivalentes a 16 millones de euros actuales, el mayor premio jamás otorgado hasta ese momento.
Treinta años después, Bruno vive en una vivienda social en la misma localidad. Aunque muchos creen que está arruinado, él lo niega rotundamente y asegura no tener vergüenza de su situación actual.
Varios proyectos ambiciosos
Tras cobrar el premio, Bruno compartió su fortuna con familia y amigos, realizó numerosas donaciones a organizaciones benéficas e invirtió en diversos proyectos empresariales. Apasionado de las carreras de caballos, construyó un establo que llegó a albergar 14 ejemplares y organizaba excursiones al hipódromo de Chantilly, con rifas de televisores incluidas. La iniciativa tuvo tal éxito que un año llegaron 400 personas de la región.
En 1997 dio el paso más arriesgado: compró Labis, una empresa mayorista de carne especializada en porcino que acababa de quebrar, salvando 49 empleos. Sin embargo, el mercado porcino atravesaba dificultades, los márgenes eran escasos y el apoyo bancario limitado. A finales de 2004, la empresa fue liquidada y Bruno perdió 30 millones de francos (unos 5 millones de euros).
“No fue por mala gestión”, se defiende. “Era inexperto, pero estaba rodeado de gente competente. El personal me apreciaba; antiguos empleados todavía me saludan como ‘jefe’. Para mí no es un fracaso“.
Otros intentos fallidos
Su espíritu emprendedor le llevó a invertir en el extranjero: abrió una panadería francesa en Sarajevo, ciudad recién salida de la guerra, y organizó paquetes de vacaciones a Croacia con vuelos desde Lesquin. Ambos proyectos, quizás demasiado ambiciosos o mal planificados, fracasaron rápidamente.
En 2007 se hizo cargo de un quiosco de prensa y un estanco. Cinco años después se divorció tras vender su casa. Trabajó dos años en un programa de reinserción hasta alcanzar la edad de jubilación.
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Hoy, Bruno Caloone asegura no arrepentirse de nada y se declara feliz de haber podido ayudar a los demás. Aún juega a la lotería en el mismo bar, el Narval, donde validó aquel billete ganador que cambió su vida hace tres décadas.
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