El truco para saber en qué muñeca debes poner tu reloj: ¿izquierda o derecha?
Aunque no hay una fórmula obligada, sí que existe una manera de llevarlo que reporta ciertos beneficios prácticos. El origen de este truco está en el siglo XIX.
Todos los días comienzan con un ritual. Hay quienes se duchan por la mañana, otros salen a correr o, incluso, meditan sin volver a caer redondos en la cama. Después del café sin el que muchos no consiguen ser persona, y a punto de enfilar la puerta para poner un pie en la calle, todos aquellos que llevan el reloj se lo colocan, instintivamente, en la muñeca izquierda. Sin embargo, pocas veces reparan en por qué escogen un brazo u otro. ¿Y por qué no la derecha?
Popularmente se dice que el reloj debe ir en la muñeca izquierda. Y esto no es cierto; por lo menos no al pie de la letra. La forma correcta de llevarlo es en el brazo contrario a la mano útil. Es decir, si eres diestro, en la izquierda; y si eres zurdo, en la derecha. Como tan solo el 15% de la población mundial es zurda, se tiende a generalizar y reducir la norma a que debe ir siempre en la siniestra.
¿Existe algún beneficio?
Con el reloj colocado, y a la hora de la verdad, existen tres beneficios principales que respaldan la decisión de colocárselo en el brazo contrario a la mano útil:
¿Dónde está el origen?
Como casi todo lo que implica manecillas y números, la semilla de esta fórmula está en los tiempos de la Revolución Industrial: el convulso y elegante siglo XIX. Por aquella época, todos los hombres que se considerasen puramente decimonónicos portaban relojes de bolsillo. Uno, por estética; y dos, porque los de pulsera se consideraban de mujer.
Los sastres, que observaron esta tendencia, empezaron a coser bolsillos en los trajes varoniles para que los señores pudieran guardar su preciado reloj. Los creaban en la parte izquierda de la levita, buscando que los hombres pudieran sacarlos con la mano derecha. Como ahora, la mayor parte de la sociedad era diestra.
Una vez los relojes marcaron la entrada al siglo XX, la Primera Guerra Mundial impuso el reloj de pulsera. El motivo fue puramente práctico: los pilotos de combate necesitaban mirar la hora muy rápido y sin despegar las yemas de los mandos de vuelo; especialmente sin emplear la mano derecha, con la que se manejan las maniobras. Por la evolución natural de las tendencias, esto se convirtió en moda y, finalmente, se terminó asimilando sin mucha oposición que el reloj se coloca en la mano derecha. Tanto se ha asimilado que ahora es un hábito cualquiera; parte, eso sí, del ritual mañanero con el que se da inicio al día.