Sociedad

El ‘regalo lunar’ que EEUU entregó a España en 1973: dos gramos y medio de peso recogidos a 384.000 km de distancia

España recibió dos regalos ‘espaciales’ de Nixon: polvo del Apolo 11 y una piedra del Apolo 17. El primero desapareció; el segundo puede verse en el Museo Naval tras pasar una sola noche en El Pardo antes del atentado a Carrero Blanco.

La piedra lunar que se puede ver en el Museo Naval.
Mariano Tovar
Empezó a trabajar en AS en 1992 en la producción de especiales, guías, revistas y productos editoriales. Ha sido portadista de periódico, redactor jefe de diseño e infografía desde 1999 y pionero en la información de NFL en España con el blog y el podcast Zona Roja. Actualmente está centrado en la realización de especiales web e historias visuales
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El día antes de morir, Carrero Blanco recibió un regalo imposible de conseguir en nuestro planeta. Literalmente. Henry Kissinger aterrizó en Madrid el 19 de diciembre de 1973 para reunirse con el presidente del Gobierno español en El Pardo. Fue una conversación larga, más de hora y media, en la que se habló de todo: Guerra Fría, bombas atómicas, relación con Estados Unidos... Y en medio de esa diplomacia de alto voltaje, Kissinger sacó un obsequio que parecía salido de una novela de ciencia ficción: un trozo de la Luna y una bandera española que había viajado hasta allí.

La roca no era espectacular a la vista, apenas una aceituna encerrada en una esfera de plástico, pero pesaba casi dos gramos y medio y tenía más historia que cualquier piedra en la Tierra. Venía del valle Taurus-Littrow, recogida por los astronautas del Apolo 17 en diciembre de 1972, y llevaba 3.700 millones de años esperando ese momento. Basalto lunar con titanio, piroxeno, plagioclasa, ilmenita y olivino, palabras que suenan a laboratorio, pero que en realidad son la receta de un pedazo de otro mundo. Junto a ella, una placa grabada con un mensaje solemne: “Este fragmento es una porción de una roca del valle Taurus Littrow de la Luna. Se entrega como símbolo de la unidad del esfuerzo humano y lleva consigo la esperanza del pueblo estadounidense de un mundo en paz”.

El ‘regalo lunar’ que EEUU entregó a España en 1973: dos gramos y medio de peso recogidos a 384.000 km de distancia
El comandante del Apolo 17, Eugene Cernan, explora la superficie lunar el 11 de diciembre de 1972 en un rover.Universal History Archive

La bandera era la del águila de San Juan, la misma que ondeaba en los ministerios franquistas, y había viajado junto a Eugene Cernan, Harrison Schmitt y Ronald Evans, los últimos hombres que pisaron la Luna. ¿Por qué España? Porque sin las antenas de Robledo de Chavela y Fresnedillas, el Apolo habría estado sordo. España fue parte de la red global que permitió hablar con los astronautas y seguir sus pasos en tiempo real. Por eso, Nixon y Kissinger decidieron agradecerlo con un gesto que hoy parece increíble: regalar un pedazo de la Luna.

Carrero Blanco guardó el recuerdo en su despacho menos de 24 horas. Al día siguiente, el 20 de diciembre, su coche voló por los aires en la calle Claudio Coello. ETA había cavado un túnel bajo la calzada y colocado 80 kilos de explosivo. Tras el atentado, la roca y la bandera pasaron a manos de su familia, que las conservó durante décadas hasta que, en 2007, su hijo, el vicealmirante Luis Carrero-Blanco Pichot, las donó al Museo Naval de Madrid.

Allí siguen, en una vitrina discreta, aunque han tenido sus momentos de gloria: en 2009 fueron la estrella de la Noche en Blanco, y en 2019 viajaron al Museo Geominero para una exposición temporal. Lo curioso es que la del Apolo 17 no fue la primera piedra lunar que llegó a España. Cuatro años antes, tras el Apolo 11, Nixon había enviado otra esfera con polvo lunar y una bandera española que también había hecho un viaje hasta la Luna. Era un regalo diminuto, apenas 50 miligramos de polvo incrustados en metacrilato, pero con un valor simbólico enorme: España estaba en la lista de países amigos que ayudaron a que Armstrong dijera aquello de “un pequeño paso”.

El ‘regalo lunar’ que EEUU entregó a España en 1973: dos gramos y medio de peso recogidos a 384.000 km de distancia
El astronauta Harrison Schmitt recoge muestras lunares durante la misión del Apolo 17.HUM Images

Esa primera roca se expuso en museos de Madrid y Barcelona, pasó por el despacho de Franco y luego… ¡desapareció! El propio nieto del dictador confesó en 2009 que su madre la “perdió”. Hubo rumores de subastas, incluso se habló de un marqués que quiso ofrecerla a un museo en Londres, pero nunca se recuperó su rastro. De los 270 fragmentos que Nixon repartió por el mundo, más de la mitad están desaparecidos. La piedra del Apolo 11 es una de ellas. En cambio, todos podemos disfrutar de la del Apolo 17.

La misión Apolo 17 fue la última gran aventura lunar. Eugene Cernan, el comandante, dejó una frase que hoy suena profética: “Volvemos como vinimos, y si Dios quiere, volveremos con paz y esperanza para toda la humanidad”. Era diciembre de 1972, y nadie podía imaginar que medio siglo después todavía nadie haya vuelto a pisar la Luna. Aquella misión trajo 110 kilos de rocas, recorrió el valle Taurus-Littrow en un rover eléctrico y dejó experimentos que aún hoy siguen enviando datos.

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Si te acercas al Museo Naval y miras la vitrina, verás la esfera con la piedra y la placa con la firma de Nixon. Parece poca cosa, pero detrás hay una historia que mezcla ciencia, política y tragedia. Un regalo que llegó desde 384.000 kilómetros de distancia para pasar la noche en El Pardo y convertirse, sin quererlo, en el último recuerdo de un presidente que no llegó a ver la Navidad.

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