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Conflictos Internacionales

Un experto en inteligencia analiza los retos políticos del 2025

Fernando Cocho: “Todo lo que ha sido España durante los últimos 100 años, lo hemos dilapidado en una década”.

FILE PHOTO: U.S. President Donald Trump gestures during a bilateral meeting with Russia's President Vladimir Putin at the G20 leaders summit in Osaka, Japan, June 28, 2019.  REUTERS/Kevin Lamarque//File Photo
Kevin LamarqueREUTERS

El experto en inteligencia Fernando Cocho, de la consultora consultora H4DM, repasa con nuestra sección de Actualidad qué deparará el futuro del mundo los próximos meses: conflictos activos, calmados o en pausa, elecciones, la situación de la vieja Europa y el caso de España.

Y es que entramos en, probablemente, en el año más convulso desde la década de los ‘80. “Durante los próximos meses, no más del primer trimestre de 2025, deberán afianzarse las posiciones, parar los movimientos sísmicos y la incertidumbre, que asola cual viento helado, las nucas de todos los analistas geo políticos”.

“Si no logramos pronto fijar las posiciones en los ámbitos de economía, seguridad integral, así como ‘repartición del nuevo mundo’, estaremos abocados bien a conflictos latentes en varias partes del mundo, o a enfrentamientos directos entre potencias de diferente signo”, nos adelanta.

Es posible que volvamos a un mundo bipolar, pero con unas reglas diferentes. “A un lado los forzosos aliados de la llamada ‘angloesfera’, y al otro el bando de los BRICS, hasta ahora más de una veintena de países que buscan otro orden económico, social y político”, detalla.

Sea cual fuere el resultado, siempre habrá pequeños desiertos como el que se está convirtiendo Europa, en el que pierde peso de forma constante e irreversible. “O bien volvemos a ser como en los años ‘40, súbditos leales del nuevo orden en Estados Unidos, o buscamos nuestra salvación en una visión geopolítica unitaria que nos permita ser el Tercer Eje geopolítico”.

Cuáles son los 5 retos que han de resolverse a principios de 2025

  1. La disolución o ampliación de los conflictos proxy (aquellos conflictos mediante los cuales las potencias hegemónicas utilizan a terceros para defender sus intereses en el mundo, básicamente África, América Latina y Asia. Por qué no decirlo, quizá desde el punto de vista no militar pero sí económico, la vieja y decrépita Europa).
  2. Definir las nuevas reglas de juego, aceptadas tácitamente por ambas partes para, de nuevo, repartirse el mundo por la propia necesidad de supervivencia. La angloesfera tiene enfrente a dos tercios del mundo que tiene narrativas diferentes. Y viceversa. Pues ninguno de los dos bloques puede eliminar al otro sin altísimos costes humanos, económicos, incluso a riesgo de desaparecer.
  3. No sólo es necesario pactos de no agresión y nuevas relaciones económicas, sino aceptar que las respuestas que teníamos a cómo era el mundo, ya no nos valen para el mundo que está por venir.
  4. Cosas como el abandono del patrón dólar, las monedas digitales, los acuerdos transnacionales de transferencia de mercancías, productos, servicios y tecnología, nos hacen ver que el mundo ya nunca será lo que era, y que o logramos rápidamente conocer los indicadores que nos van a permitir resolver nuestras inquietudes, nuestras necesidades, o sufriremos un ‘sorpasso’ por los países emergentes.
  5. Al igual que ya no concebimos el mundo sin tecnología, nuevos paradigmas sociales, económicos, para poder sobrevivir debemos de manera inmediata, ser conscientes que aquellos que no logran alianzas o capacidades en inteligencia económica, volverán a ser las nuevas colonias.

Cuáles son las señales que nos alertan de esta situación son que la nueva casta política ya no llega al poder mediante los mecanismos tradicionales de lobby, presión, o clanes. “Como, por ejemplo, el caso de Donald Trump, o los neo populismos que están surgiendo en diferentes partes del mundo. No vemos que los problemas que había en la década de los ‘70 del siglo pasado lejos de haberse resuelto, vuelven a renacar si cabe, con más fuerza y virulencia, que en aquellos momentos, porque las reglas del juego han cambiado”.

“Ya no hay límites, ni honor, ni líneas rojas que no se puedan cruzar contra el enemigo, como por ejemplo el eterno polvorín de Palestina y el Líbano, los conflictos inter étnicos en Asia Central, las luchas soterradas por el control de las materias primas a las que debemos incluir los recursos hídricos como fuente fundamental para la supervivencia de cualquier país, en los que vemos que transnacionalmente, países están penetrando en el sector agropecuario, control de alimentos, recursos energéticos, para asegurarse su propia supervivencia a costa de comprar la deuda externa, invertir en bienes raíces o, sencillamente, neocolonizar aquellos países que en vías de desarrollo, siguen teniendo ingentes recursos no explotados”.

Veamos el ejemplo de las reservas hídricas de Brasil, Paraguay, el litio en la Cordillera Andina, los nuevos yacimientos de crudo (que siempre han dicho que iban a desaparecer), así como los avances tecnológicos al alcance cada vez de más países para combatir en ese quinto y sexto espacio que nos ha acompañado siempre pero no hemos visto: el ciberespacio y los temas de tecnologías aplicadas a los nuevos modelos de negocio.

“Debemos encontrar alguna forma de coexistir con las diferentes formas y maneras de ver el mundo, pero no a la forma del todo vale de la postmodernidad, sino aceptar con prudente respeto que no se va a lograr ya un pensamiento global, único, como era el modelo del siglo XX”, vaticina.

“Están resurgiendo con gran rapidez y profundas raíces la recuperación de modelos de pensamiento ético tradicionales a los que no hemos sabido dar una evolución o cambio hacia adelante. Siendo que hemos provocado una regresión a reglas tradicionales, modos de vivir tradicionales, que han compatibilizado las nuevas tecnologías con sus raíces antropológicas. Por ejemplo, países de corte islámico que logran que las reglas de la sharia coexistan con tecnologías emergentes. O que los límites éticos sobre lo que se debe hacer se diluya ante las posibilidades cada vez más amplias de que lo se puede hacer (la genética, la creación de quimeras de corte biológico -mezcla de seres humanos y animales-, o la simbiosis entre el ser humano y la máquina para potenciar sus cualidades o eliminar barreras, con exoesqueletos, modificación tecnológica de órganos, etc”.

Si no encontramos una forma diferente de resolver nuestros conflictos no por la vía netamente militar, en cualquier momento corremos el riesgo de que tanto nos acercamos a mirar al abismo, que al final es el abismo el que nos va a mirar. Casos como el permanente conflicto en Oriente Medio, la creciente tensión en el Mar de China, o los miedos, justificados o no, de potencias que tienen en sus puertas rebeliones, “viejas rencillas interétnicas, o lo que se conoce como la balcanización del mundo en casos como Ucrania, los alzamientos en las antiguas repúblicas soviéticas, el intervencionismo en algunas regiones del Sahel por parte de extrañas mutaciones de supuesto islamismo radical, o la aparición de salvapatrias aupados por lobbys transnacionales”.

En cuanto a España, “nos encontramos en la tesitura que pudiendo ser el enlace de tres patas en este nuevo escenario geopolítico, lejos de aprovecharlo estamos perdiendo a raudales todo nuestro caudal diplomático, reputacional, y de imagen marca país. Hemos sido durante décadas un referente a la hora de la intermediación para todo el mundo, y ahora nuestra fuerza en el Magreb y el Sahel está reducida a mínimos; en Europa no estamos ni se nos espera, y nuestros lazos con los hermanos de Hispanoamérica, no pasa por su mejor momento. Todo lo que hemos sido durante los últimos 100 años, ahora lo hemos dilapidado en menos de una década”.

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