Advertencia de Rusia: responderá a Japón
El paquete de sanciones aprobado por Tokio ha despertado la ira del Kremlin, que denuncia un “chantaje nuclear” y cataloga la posición nipona de “antirrusa”.
La tercera ley de Newton establece que toda acción genera una reacción igual y opuesta. Física y geopolítica incurren en una misma serie de máximas universales que convierten a las potencias mundiales en una suerte de manzanas que caen de un árbol. Y la cumbre del G7 en Hiroshima, así como la posterior reacción rusa, no ha hecho sino confirmar que la física entre países se traduce en una escalada de diversos frentes.
Así lo ha constatado el ministerio de Exteriores de Rusia al acusar a Japón, anfitrión de ‘los siete’, de “convertirse en el líder de las restricciones antirrusas” y advertir, como en las películas de Hollywood en las que el villano agoniza susurrando ‘esto no quedará así’, de que el último paquete de sanciones niponas tendrá una respuesta.
De Tokio a Moscú pasando por Occidente
Desde Moscú no niegan que siguen muy de cerca los pasos occidentales -y mundiales-, pendientes de las huellas y hasta de la marca del zapato. “Continuamos monitoreando la implementación práctica de dichos pasos y evaluando su posible impacto en la seguridad nacional y la economía”, ha expresado la titular de la cartera, María Zajárova, en dicho comunicado; una carta sin destinatario formal, pero reconvertida en dardo venenoso hacia el primer ministro japonés, Fumio Kishida.
Bajo el manto de incertidumbre con el que cubre el Kremlin todas sus respuestas, capaces de todo y nada al mismo tiempo, reveló el disgusto ante la posición nipona. Días atrás, el país que dio nombre al imperio del Sol Naciente dio un paso adelante en una posición internacional ya confirmada, pero de la que ahora se ha convertido en estandarte. Lo hizo ampliando las sanciones contra Rusia “a la luz de la situación internacional actual que rodea Ucrania, con el fin de contribuir a los esfuerzos internacionales para la paz destinados a resolver este problema”.
En cifras, estas palabras, a medio camino entre mesiánicas y repetitivas por la frecuencia con la que la retórica del castigo ruso se ha adueñado de la contraposición al Kremlin, vienen a significar algo bastante sencillo. Y dañino. Se trata de la congelación de activos de 78 organizaciones y 17 individuos rusos, la prohibición de exportaciones a 80 empresas, la negativa a exportar bienes que “fortalezcan” la industria moscovita y el veto a la “prestación de servicios de arquitectura e ingeniería”. Se ha tendido una cuerda entre el Japón y los Urales; a ver si se tropieza el gigante euroasiático.
Chantaje nuclear en Hiroshima
Hasta ahí se cuentan los hechos. Sin embargo, a Moscú también le importan las palabras. Zajárova ha denunciado los intentos de Tokio por difundir la idea de que Moscú está tratando de implementar una especie de chantaje de motivo nuclear. En palabras de la titular de Exteriores rusa, “el deseo de atribuir a Rusia la falsa intención de utilizar armas nucleares en relación con los acontecimientos en Ucrania no es más que una especulación cínica y sin escrúpulos”.
No solamente ha hecho hincapié en que el enfoque ruso no ha virado un mínimo desde el inicio de la invasión, sino que, además, ha tachado de hipócrita el miedo japonés por no sufrirlo en el mismo grado ante el arsenal norteamericano. En esa línea, le ha sugerido que “muestre una preocupación similar con respecto a las armas nucleares estadounidenses ya desplegadas en Ucrania”.
Y, con la malicia de quien sabe que un arañazo al pasado despierta la ira en el presente, les ha recordado que ellos son los únicos que han sufrido bombardeos atómicos. Un ‘deberías saberlo’ que escuece: hay heridas que no cierran y tierras que no olvidan. En ellas, cuando el viento de la guerra sopla las manzanas caen; porque la tercera ley de Newton también se aplica a la geopolítica.