Un país vecino de España impulsa un megatúnel que obliga a derribar más de 130 edificios para crear un enlace estratégico
La línea de alta velocidad entre Oporto y Lisboa ya se ha presentado. El proyecto sigue en fase de evaluación ambiental.


La construcción de la nueva infraestructura ferroviaria entre Lisboa y Oporto implicará la demolición de 136 edificios, entre ellos 109 viviendas y 27 empresas. El trazado previsto atraviesa áreas industriales y residenciales, afectando a zonas como Terços, Canelas, São Caetano y Guardal de Cima, donde ya se han identificado inmuebles que deberán ser derribados.
El proyecto contempla además una posible modificación en la ubicación de una de sus estaciones. La terminal inicialmente prevista en Santo Ovídio podría trasladarse a Vilar do Paraíso, una opción que está siendo analizada por el Gobierno portugués. Esta alternativa presenta varias ventajas al desarrollarse en superficie, aunque todavía no está garantizada su conexión con la red de metro.
Desde el punto de vista técnico, los responsables del proyecto sostienen que no existen alternativas viables que eviten la construcción de un túnel de gran longitud. António Campos e Matos, representante de AVAN Norte, señaló que esta solución es necesaria para asegurar las condiciones de seguridad y reducir las interferencias en la futura explotación ferroviaria.
Evaluación ambiental
La evaluación de impacto ambiental del proyecto debería concluir antes de que finalice el año. Tras completar esta fase se llevará a cabo el análisis técnico y legal por parte de la entidad pública responsable. Esta infraestructura forma parte de la primera fase de la nueva línea de alta velocidad entre Oporto y Lisboa, que conectará Oporto con Soure y supone una inversión aproximada de 3.550 millones de euros.
La finalización del tramo Oporto-Oiã está prevista para el año 2030, lo que permitirá la circulación de trenes de alta velocidad a partir de esa fecha. La línea ha sido diseñada manteniendo la compatibilidad con los servicios Alfa Pendular e Intercidades, de modo que los trenes podrán integrarse progresivamente en la red de alta velocidad sin necesidad de transbordos.
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La puesta en marcha de la nueva línea responde a la saturación de la actual Línea Norte, que ya no permite aumentar la oferta de servicios ni reducir los tiempos de viaje por debajo de las 2 horas y 35 minutos. Con la primera fase completada, el trayecto debería realizarse en aproximadamente 1 hora y 19 minutos. La financiación del proyecto combina recursos del Banco Europeo de Inversiones, la banca comercial, fondos europeos y aportaciones anticipadas del Estado.
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