FÚTBOL

Las ideas que cambiaron el fútbol

Un exhaustivo repaso a los sistemas futbolísticos, desde el "sistema pirámide" a la revolución ofensiva y la obsesión milimétrica del siglo XXI.

FERNANDO ZUERAS

El fútbol, como el hombre, ha trazado su propia evolución. Se ha renovado constantemente, adaptando diferentes formas de expresión según la época, representado por la trascendencia táctica, siempre vinculante en el peso de la historia. Desde aquel momento en el que había un portero y diez jugadores defendían y atacaban sin concierto alguno, allá por mediados del siglo XIX, hasta la pulsión casi obsesiva por los matices estrategas de entrenadores actuales como Guardiola, Conte o Mourinho. La renovación de la pizarra de los entrenadores constituye un proceso que, como cualquier otro aspecto de la vida, se apoya en un punto de partida.

El relato podría comenzar en Gales, situándonos en 1888. El Wresham ganó la Copa bajo un original 2-3-5, el llamado "sistema pirámide". Este esquema se implantó inquebrantablemente como modus operandi hasta que Herbert Chapman, técnico del Arsenal y un adelantado a su tiempo, ideó la célebre WM. Lo que hizo fue transformar el 2-3-5 retrasando a un jugador del centro del campo a la defensa y encargándole la marca del delantero rival. Alargó a los laterales en las bandas, que se ocupaban de los extremos contrarios, y también relegó a los interiores. La apariencia visual de este dibujo adoptaba la forma de una WM, de ahí su denominación. Un sistema armónico: tres defensas, dos medios (la W), dos interiores y tres delanteros arriba (la M).

Herbert Chapman posando con sus jugadores diez días antes de la final de la Copa Inglesa.

La aparición en España de la WM se debe a Benito Díaz, que la implantó en la Real Sociedad. Se produjo cierta controversia entre los defensores del sistema previo (2-3-5) y los partidarios del modelo innovador. La Federación decidió mandar una circular en la que instó a todos los clubes a utilizar la WM. El éxito esquivó a Tío Benito, en cambio, cuando empezó a usar una estrategia de corte más defensivo. Colocaba a un hombre más detrás de los tres defensas y prescindía de un delantero. El cerrojo, como se empezó a conocer este prototipo táctico, nunca alcanzó crédito en España tras la disputa de la final de Copa de 1951 que midió al Barcelona y la Real Sociedad. Aquel partido dirimía una confrontación de estilos e impondría la táctica del futuro. Perdió la Real, perdió el cerrojo. El catenaccio italiano, cuya esencia consistía en esperar atrás y operar a través del contraataque, tomó su testigo y protagonizó páginas de gloria con el Inter de Helenio Herrera (campeón de Europa en 1964 y 1965) o la misma selección azzurra. Este esquema patrocinó el fenómeno del líbero.

La revolución ofensiva

Ningún encuentro tuvo tanta trascendencia en el apartado táctico como el Inglaterra-Hungría disputado en Wembley en 1953. El combinado inglés nunca había perdido contra un equipo de fuera de las islas, pero aquel día cayeron estrepitosamente (3-6), sorprendidos por el juego de posesión húngaro y utilizando a Hidegkuti como falso delantero centro. La decisión provocó el caos en la zaga inglesa, sin una referencia a la que fijar. El resultado sacudió al mundo del fútbol y acabó con el mito de la WM y el futbol inglés.

El mítico Inglaterra-Hungría de Wembley, 1953.

También el talante valiente de Brasil, ganador del Mundial en 1958, 1962 y 1970, trajo un aire distinto. La canarinha jugaba con un 4-2-4 muy dinámico y de una vertiente ofensiva extrema. Los laterales eran un atacante más, un gen puramente brasileño que otros países empezaron a exportar. La revolución que acabó definitivamente con la rigidez tradicional se asentó en Holanda, la cuna del fútbol moderno. Rinus Michels fue el inventor del fútbol total, que aumentó el ritmo y la velocidad del juego y en la que todos los jugadores asumían responsabilidades con el balón. Sus equipos se desplegaban bajo un 3-4-3, convertible en 4-3-3 en fase defensiva. El Ajax ganó consecutivamente las Copas de Europa de 1971, 1972 y 1973.

El 4-4-2 se popularizó en la década de los ochenta, aunque ya tenía cierto arraigo tras el Mundial que conquistó Inglaterra en 1966 con Alf Ramsey de entrenador. Su distribución favorecía la solidez y encolaba las líneas. El Milán de Sacchi, otro equipo histórico, fraguó su leyenda al calor de esta formación. Todavía hoy se utiliza, con la fórmula del doble pivote o en rombo (el Madrid de Zidane), pese a perder relevancia por momentos frente al 4-2-3-1.

La figura de Cruyff

La llegada de Cruyff al banquillo del Barcelona en 1988 supuso otro hito en el desarrollo futbolístico. El holandés, la figura más notable de aquel Ajax triunfador, siempre tuvo presente las enseñanzas de Michel. Su filosofía ponderaba el juego bonito y de ataque por encima del resultado. Fue el más firme partidario del fútbol total y cautivó al club azulgrana para proyectarlo hasta sus últimas consecuencias. La posesión de balón era un concepto casi divino. Todos los equipos de la cantera imitaron la identidad de los mayores, un hecho que se he revelado como acertado durante este siglo. El modelo cruyffista cambió la historia del Barcelona y marcó tendencia en el resto del mundo. Guardiola predicó su doctrina y hasta la perfeccionó en su etapa dorada en el Camp Nou. La Selección de Luis y Vicente del Bosque también siguió este camino. El contrapunto a esta personalidad táctica lo han puesto entrenadores como Mourinho.

El modelo cruyffista cambió la historia del Barcelona y marcó tendencia en el resto del mundo.

Al final se trata de cómo entiende el fútbol cada uno. Los sistemas pueden dar una visión general sobre cómo proceden los equipos, pero cualquier formación tiene la capacidad de adoptar una pose más ofensiva o defensiva en función de lo que quiera cada técnico. La evolución ha distinguido diferentes sistemas dominantes, pero especialmente ha reconocido distintas concepciones de juego.