El Madrid, se quiera o no, es especial. El mejor Club del Siglo XX, me gusta repetirlo. Pero, más allá de eso, es que ocurre que el fútbol en España mueve más que en las propias Inglaterra, Italia o Portugal, por donde antes pasó. A eso hay que añadir que el Madrid significa en España mucho más que el Oporto en Portugal, el Chelsea en Inglaterra o el Inter en Italia, clubes todos ellos que están en el segundo escalón en sus respectivos países. Y por eso las broncas en el Madrid se notan más. No es lo mismo montar una gresca en una zona comercial o hasta en un plató de televisión que en el Museo del Prado o en la Catedral. La gresca puede ser la misma, pero el efecto no es el mismo.
Y Mourinho las ha liado pardas aquí, no hay por qué insistir en ello. Todo lo que ha hecho lo resume ese acto final de la recogida de una placa de los ultrasur, a los que, por cierto, el club por medio de empleados propios, escoltó desde la zona que ocupan (y en la que el grupo estuvo cantando durante el partido varias veces “Marca y As, cámara de gas” e insultando a Manolo Lama, hasta la bocana del vestuario). Tengo que preguntar en Antiviolencia, por cierto, si una actitud así por parte del club merece algún reproche de su parte. Que no se me olvide.
Pero estaba en Mourinho y la placa de los ultras, premio redondo para definir su tarea, que me lleva a otra reflexión. Durante los últimos meses, Mourinho había estado jugueteando con su destino, sin revelar si se iba o no, y a dónde. Para nadie es un secreto que su verdadero proyecto desde tiempo atrás era suceder a Ferguson en el United cuando éste decidiera abandonar. De hecho, su postración arrepentida cuando el Madrid eliminó al United, a su juicio sin méritos, en la conferencia de prensa en Old Trafford, le delataba. Sin embargo, Ferguson se ha ido y no le han escogido a él, sino al más modesto y menos ruidoso David Moyes, del Everton. Así que Mourinho tuvo que encaminar sus pasos al Chelsea de Abramovich, segunda etapa.
Y ahí es donde entiendo que pesa el gamberrismo. Lo que decía antes, de museos y catedrales. Hay unos cuantos clubes en Europa que tienen un rango superior, y uno de ellos es el Madrid. Otros son el Barça, el United, el Bayern, el Milán y la Juve. Y quizá alguno más. Luego viene una segunda capa, que últimamente va engordando con nuevos ricos, jeques o rusos. Esa es la capa en la que se mueve el Chelsea. Esa es la capa a la que regresa Mourinho. Más arriba, da el cante. Se ha visto.