James termina la rehabilitación
Su gol, en el descuento de la primera mitad, sacó al Madrid del barro. Benzema remató a un Espanyol de combate. Ramos debió ser expulsado con 0-0.
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El triunfo del Madrid en Cornellà no merece papel couché. Desprovisto de lujo y agarrado a un izquierdazo de James, cuando andaba metido en el barro, se impuso a los puntos en una pelea que encarnizó el Espanyol. El Madrid fue mejor en los pormenores y acabó imponiéndose con uno de los muchos registros que le reconoce Quique: el oficio.
El partido fue lo que quiso el Espanyol, un forcejeo engrasado en sudor que igualó las fuerzas, le quitó visibilidad al Madrid y convirtió al público en viento de cola. Fue el manual de supervivencia del equipo de Quique, que arrostró al Madrid con orden y también con nervio, obligándole a desgastarse en cada progresión. Aquella barricada le quitó ángel al partido, es cierto, pero le fue bien al equipo blanquiazul, que alejó las operaciones de su área y desactivó al rival.
Fue después de un inicio pleno de atestados. A los nueve minutos se lesionó Piatti. A los 18 Casemiro. Para entonces Sergio Ramos y Pepe habían sumado tres equivocaciones de pronóstico reservado, una de las cuales Baptistao estrelló, por falta de templanza, en las piernas de Casilla. No se vio en otra el equipo de Quique, aunque el propio Baptistao cruzara un buen cabezazo fuera de los tres palos, ya cerca del descanso.
Este Madrid poliédrico que, según Quique, maneja todos los registros que conducen al triunfo, no fue carne ni pescado. Blandeó en retaguardia, especialmente Ramos, al que le perdonaron la segunda amarilla (minuto 25’) tras escenificar una escena teatral en la que convenció al colegiado de que un disparo de Hernán Pérez que rechazó con la mano le había golpeado en la cabeza. Peor la falta de pericia del jurado que la actuación del intérprete.
En ataque tampoco fue gran cosa el Madrid, a excepción de Lucas Vázquez, cuyo empeño a veces confunde: es un extremo de fino desborde que parece un infante de marina por su sacrificio.
Sin Bale ni Cristiano, con Benzema en su mundo y Marco Asensio cogiendo carrerilla, el Madrid antes del descanso no fue más allá de un cabezazo de Ramos desviado y otro a la red de Benzema, bien anulado. En ese nada memorable equilibrio andaba el partido cuando James, que empezaba a responder a su tratamiento de rehabilitación, se deshizo con picardía de Hernán Pérez y Diop y aplicó su izquierda aún lejos del área en beneficio del grupo. Una rendija por la que el Madrid escapó en un partido sin asfaltar y al que un Espanyol animoso le puso muchas objeciones. Fue en otro descuento, el del primer tiempo. Cesarini, que le puso nombre a esa habilidad para salir de apuros en el límite, sí que nació para jugar en el Madrid.
El gol no acabó con las convicciones del Espanyol, aunque atenuó su acometida. También porque el Madrid resultó menos borroso con la pelota. Marco Asensio desembarcó de verdad en la izquierda en un arranque de personalidad, Lucas Vázquez también mejoró su expediente, Carvajal fue vigilante y amenaza y Benzema se olvidó de ese juego comunitario para salir del lío a escopetazos. Dos le sacó milagrosamente Diego López. El tercero, a quemarropa, tras completar una combinación de derechas Carvajal-Lucas Vázquez, no encontró respuesta. Fue el final de un Espanyol, al que su honradez y fogosidad sólo le alcanzó para morir de pie.
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