Saúl, Griezmann y Correa mantienen al Atleti en la pelea
El equipo de Simeone sigue a 8 puntos del Barça tras una victoria contundente ante un Deportivo que ya mira hacia abajo en la tabla.
Dos carreras cuentan el partido. Una fue en el 18’ y sirvió para desbaratar cualquier plan que Víctor tuviera ayer en el Calderón. Otra fue en la segunda parte y destrozó cualquier esperanza, por mínima que fuera, que aún anidara el Depor. La primera terminó en golazo y la segunda evitó un gol. Las dos veces corrieron las mismas piernas, las de Saúl, de nuevo inmenso.
A veces, el fútbol es un espejo de la vida, basta con asomarse y mirar. Ayer así fue el Atleti-Depor: sobre el césped del Calderón había un adolescente dispuesto a comerse el mundo a bocados (Atleti) y un hombre cuyos pies ya piden bastón (Depor). A los 18 minutos, decíamos, el plan de Víctor se había ido por el sumidero. Y eso que era muy sencillo, con sólo dos puntos y en negrita: apretarse atrás y buscar una contra. En esas andaba su equipo, apelotonado en su área, sin dejar espacios, como si sus jugadores estuvieran pegados con celo, cuando de pronto apareció Saúl, adalid de la rabiosa juventud con la que este Atleti encara todo, para cabecear a la portería Lux un balón que venía desde la izquierda. Llegó rapidísimo, de algún lugar muy, muy lejano, como si fuera el mismo Hombre Bala. Golazo.
Manuel Pablo, Lopo y Laure sólo sintieron como un viento huracanado les pasaba al lado y les revolvía el pelo: cuando quisieron reaccionar, el balón ya estaba en el fondo de la red. Balón que a Saúl, por cierto, le había puesto el bueno de Filipe. Pero es que allá por donde el Atlético creaba peligro, andaba el brasileño. Robando atrás, atacando delante, fundamental en todo.
Como Koke, que ha recuperado pie y olfato. De sus botas salió la segunda gran ocasión del Atleti en la primera parte: filtró un balón que Vietto dejó pasar dirección Carrasco, cuyo disparo atrapó Lux entre las piernas como si fuera una pelota de pilates en un ejercicio de abductores. Su destreza pareció espabilar al Depor que, rejuveneciendo a lo Benjamín Button, jugó aquí sus mejores minutos: había tirado el bastón y, aunque no llegaba con peligro, al menos llegaba. Borges intentó sorprender con un disparo lejano y Jona, con uno cercano. El primero se fue a las nubes. El segundo lo repelió, cómo no, Oblak.
Pero sus buenos minutos finalizaron con el pitido del descanso y ya no volvieron. Tras la caseta, llegaron el recital Carrasco, que casi rompe el travesaño con un derechazo desde fuera del área, y el gol de Griezmann. Se había ido el francés al descanso rumiando una contra de esas que no suele fallar y sin embargo había fallado, cuando se encontró con Koke (siempre Koke) para resarcirse. Marcó, celebró y pidió el cambio para descansar un rato antes del PSV. Mientras, Saúl ya había detenido con el pecho un balón de Cartabia a portería vacía y corría por tercera vez para reventar a Manuel Pablo. Al segundo abuelo de la Liga (40 añazos, clase del 76), le había tocado bailar todo el partido con los 21 añitos del rojiblanco y aquí, en el 58’, sus piernas dijeron basta. Se rompió. Bastante había resistido ya.
Pero no fue su aguante la única épica del Depor. Hubo otra, de Lux, lesionado al chocar con Correa en el tercer gol del Atlético (maravilla de pase de Gabi previo). El portero se quedó cojo pero no pidió el cambio: Víctor había hecho los tres. Marcharse era dejar a su equipo más a la intemperie, con diez y un inexperto bajo palos. Así que apretó los dientes y aguantó como pudo, blocando, incluso, un remate de Correa cuando el reloj llegaba al 90’ y Saúl se pegaba, tan pichi, otro carrerón. Si le dejan dos minutos más, convierte el Calderón en el Estadio Olímpico de Atenas, cuna del maratón.