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REAL MADRID 6 - ESPANYOL 0

Cristiano llega a la fiesta del Real Madrid de Zidane

Hizo tres goles y firmó su mejor partido con Zidane. El Madrid fue un vendaval. James se apunta a la causa. El Espanyol, mal al principio y al final.

Madrid
Cristiano Ronaldo celebra uno de sus goles ante el Espanyol.
Cristiano Ronaldo celebra uno de sus goles ante el Espanyol.REUTERS
LALIGA

En fútbol, los puntos llenan los museos y las emociones, los estadios. Desde la llegada de Zidane, el Madrid está más lejos del Barça pero más cerca de sí mismo, de su público y de la felicidad. No es consuelo sino punto de partida para reinventar a un equipo sin tocar más que el ánimo y el físico. Con los que tantas veces puso Benítez, el Madrid le volvió a hacer un set en blanco a un Espanyol desnatado por las bajas con ese fútbol arrebatador, vertiginoso, preciso, diabólico y con pretensiones que ha exigido el francés. También con Carvajal, decididamente insustituible, y James, definitivamente reinsertado.

Esta sucesión de partidos sin miga, a menudo, resultan estupendos para la cuenta de resultados pero poco indicativos para conocer dónde se encuentra el equipo. No parece el caso. El Madrid introdujo mejoras sobre su última versión y la sensación general es que juega más deprisa, con mayor pujanza y con mejor sentido colectivo. A la causa que encabezó Modric se han subido definitivamente Isco y James. El primero ya andaba en el buen camino, el segundo resultaba sospechoso, pero ante el Espanyol desplegó las virtudes que le han llevado hasta aquí: presencia, precisión en los envíos y un lanzatorpedos en la pierna izquierda. Dio el primer gol, firmó el tercero ayudado por el colegiado (que se tragó su fuera de juego) y por el toque desdichado en Diop.

También Kroos se muestra más participativo y le quita trabajo a Modric. Y en la derecha se dio un banquete Carvajal. Esa asimetría voluntaria que suponía colocar ahí a Danilo parece extinguida. Con él y Marcelo el Madrid mostró una riqueza ofensiva descomunal.

Queda también la sensación de que el equipo se agrupa mejor, de que los de arriba se escaquean menos, de que la despoblación en el centro del campo anda en retirada. Y al final de aquello andan Benzema y Cristiano Ronaldo. El francés, durante años un nueve transgresor e incomprendido, es ahora general de artillería. Marca hasta con el hombro, sigue promediando más de un gol por partido y le ha salido la muela del juicio. A Cristiano apenas le quedan pequeñas secuelas de su desvanecimiento, pero se recupera gol a gol (tres en este envite) desde la combatividad. Completó su mejor partido con Zidane y quedó la sensación que donde antes había empleados hoy encontramos militantes.

El Espanyol, que llegó afeitado al partido, completó una colección de malas noticias. Admitió tres goles en los primeros quince minutos, se defendió luego a tornillazos (estuvo en su promedio de faltas al Barça, para desmentir la leyenda urbana), hizo pasar por la quilla a Arlauskis (set encajado) y Duarte (autogol) y perdió de nuevo por lesión a Víctor Sánchez, que regresaba en el Bernabéu. Lo mejor del Espanyol llegó cuando ya no había partido.

Así lo entendió Zidane, que empezó a cuidar la sanidad y el medio ambiente. Retiró a Modric, imprescindible en batallas de mayor calado, y le recordó a Jesé que es su jugador número 12. El canario anda emprendedor, pero no le ayuda la coyuntura. Su entusiasmo llega cuando el resto del equipo circula ya con marchas cortas, pero dejó una gran asistencia. También tuvieron minutos Casemiro, cuya laboriosidad parece ahora más prescindible por el compromiso del resto, y Lucas Vázquez, ese reducto de cantera que al público le gusta conservar. Ellos apagaron la luz de la fiesta.