A Emery le valía, al Cholo no
Mereció más, pero pierde el liderato tras empatar contra un Sevilla serio, encerrado y aguerrido que jugó media hora con uno menos por doble amarilla a Vitolo. Griezmann estrelló un balón en el palo.
A las tres de la tarde la riada de gente que caminaba al Calderón lo hacía despojándose de bufandas, gorros y plumas. 23 de enero decía el calendario. 26º grados, un termómetro en una parada de autobús al sol. Caminaba la afición a un estadio, el Calderón, a cuyos pies corre el Manzanares pero en el que ya no hace frío ni en enero. Otro milagro del Cholo, dirán. Y el único de la tarde porque para ver el otro, el de convertir las ocasiones en goles, habrá que esperar a próximos partidos. No ocurrió ayer ante el Sevilla. Ni cuando el Atlético jugó ante once ni cuando lo hizo ante diez.
Deberá emplearse a fondo el Cholo, eso sí, si quiere que sus partidos no acaben 0-0 una y otra vez porque lo de dejar tu portería a cero está muy bien, pero sin goles, como mucho, sólo se puede sumar de uno en uno. Y así es difícil todo. Lleva el Atlético 180 minutos sin celebrar uno y eso, de momento, ya ha supuesto una cosa: que el líder de la Liga es otro (Barça).
El partido de ayer comenzó a contar, de verdad, en el 61’. Antes, habían mandado las pizarras, el miedo a un error, las órdenes de los entrenadores. ¿Resultado? Partido trabado, piernas duras, cero ocasiones. Había dicho el Cholo el día antes que la velocidad lo decantaría a uno u otro lado pero él se guardó la suya para la segunda parte. En el 46’ quitó a Augusto (con amarilla) y metió a Carrasco. El belga (y el consiguiente cambio al 4-3-3) le puso esa punta de viveza que al Atleti le había faltado en todo el primer tiempo. Siete minutos después Koke encontraba a Griezmann que, de cabeza, enviaba el balón al palo derecho de Rico. La jugada fue rapidísima. Vista y no vista. Lo dicho: el Atlético ya tenía una revolución más.
El Sevilla se pasaría de ellas poco después. Sería en ese minuto, el 61, y ocurriría así: Vitolo se parapetó en el borde del área para que Vietto, que venía como una bala por la izquierda, caño a Coke incluido, no pasara. ¿Consecuencia? Amarilla. Y ya tenía otra. A la caseta. Y, de regalo, Emery se fue con él. No cambió eso demasiado el plan de su equipo. Muy sencillo: patadón arriba y a ver si uno de los altos (Krychowiak, Llorente o Nzonzi) cazaban alguna. No lo hizo ninguno. En todo el partido, con Banega siempre encimado por tres, apenas tuvo una Escudero, en un remate que envenenó el pie de Saúl y casi se traga Oblak. Pero fue esa y ya. Y había pasado en la primera parte. Ahora, en la segunda, después del 61’, el Atleti había cogido el partido por la pechera. Y buscaba el gol a la desesperada, con Godín de delantero centro, incluso, como si esa media hora que quedaba fuera un asfixiante último minuto. Ayudó el árbitro, Iglesias Villanueva, que se divertía sacando amarillas (respirabas, una, pasabas cerca, otra) y la grada, que convertía en uy cada centro, cada pase, cada remate fuera (21 hizo ayer el Atlético).
Vietto sólo ante Rico lanza el balón arriba y uy. Volea de Gabi y uy. Entra Correa, toca un balón y uy. Griezmann de cabeza y uy. Otra volea de Gabi y uy. Carrasco de falta directa y uy... Sólo Jackson se quedó sin su uy. No sólo no tocó un balón es que, por momentos, parecía que sus compañeros no querían pasárselo. Había mucho en juego. Y el gol no llegaba. Y el maldito reloj cada vez andaba más cerca del 90’, con el Sevilla perdiendo tiempo como fuera: jugadores por los suelos, grescas... Pero es que aunque Emery no estuviera en el banquillo su orden era meridiana. Más derrotas contra el Cholo no. Por eso reservó la velocidad (Gameiro) para el 70’ y salió con las torres: el empate le valía. A Simeone no. Pero esta vez fue incapaz el argentino de cerrar el partido con otro milagro: ninguno de los uuuy de su equipo se convirtió en goooool bajo el sol de invierno.