Vuela Godín… y el Atleti
Godín en jugada de estrategia, abrió el marcador. Luego el Atlético dominó hasta el descanso y sesteó después. Griezmann puso la puntilla.
A falta de Tiago, tiene otros tres pilares el Atlético: uno es el que marca los goles (Griezmann), el otro es el que los para (Oblak) y el tercero, depende del área, quien los evita (si es la suya) o los mete (si es la rival). Se llama Godín y el Atlético tampoco tendría dinero para pagar a dos como él. Ayer los rojiblancos ganaron así: marcó Godín, marcó Griezmann y paró Oblak. Sexta victoria seguida, equipo menos goleado de Europa y, de premio, le recortó dos puntos al Barça. Pinta bien esto. Qué narices, rematadamente bien.
El primer gol llegó en el 20’. Siete del Granada defendían un córner, pero andaban más a estorbarse entre ellos que en vigilar a los de azul (ayer el Atleti). Centró Koke (exquisito) y, claro, saltó Giménez solo y saltó Godín solísimo. Lo metió el segundo. Un cabezazo marca de la casa que deja tres certezas. La primera es que Koke vuelve a tener guantes por botas y no hay mayor evidencia que ésta: los córner son de nuevo (casi) penaltis. La segunda es Godín. Aún no había marcado un defensa del Atlético esta temporada y tenía que ser él. Y de cabeza, a lo 2013. A este chico, por si acaso, deberían clonarle. La tercera es que Tiago no está y la vida sigue, pero qué importante es en el césped y, sobre todo, para el vestuario. Fue marcar Godín e irse disparado al banquillo, donde Gámez le dio una camiseta de Tiago que, el uruguayo, mostró a la grada, y a las cámaras, y al mundo, para dedicarle su gol al portugués.
Hasta aquí, el Atlético daba miedo. Simeone ha encontrado su once y cómo encajarlo, con ese 4-3-3 a la hora de atacar y el 4-1-4-1 al defender. Así manda y domina. Así hizo con el Granada. Y eso que Sandoval se había puesto valiente y había salido con dos puntas (Peñaranda y El Arabi). Pero asomó la nariz, intuyó lluvia y los mandó a todos atrás. Y es que la banda izquierda del Atlético era como esa tortura, la gota china: plic, plic, plic, una en la frente cada cinco segundos. Y eso vuelve loco a cualquiera. Como Filipe y Carrasco ayer a Foulquier y Success: se despistaban un segundo y ahí estaban, el brasileño y el belga, pim-pam-pum, cogiendo pasillo al área.
Pero marcó Godín y el Atleti dio un paso atrás. O dos. Como siempre.
De eso intentó aprovecharse el Granada para asomarse al área de Oblak, hasta el momento un territorio virgen. Estuvo a punto de poner la bandera Fran Rico, en el 41’, al sacar rápido una falta que pilló despistados a todos menos a uno, ese que piensa aún más veloz que el revolver de Lucky Luke: Oblak. En la segunda parte, quien intentó marcarle fue Success, pero su remate, que buscaba la escuadra, volvió a toparse, cómo no, con la mano del bueno de Jan.
Había vuelto el Atlético raro de la caseta. Los pasos atrás ya eran tres. Simeone intentó solucionarlo quitando a Saúl (ni fú ni fa) para meter a Óliver y, cuando Óliver encontró a Griezmann, llegó el 0-2. Pase brillante del primero y disparo, al primer toque, fuerte y arriba del segundo. Gol difícil. Un golazo que devolvió la paz a un Atlético que llegó al final con Thomas sobre el campo y otra evidencia. El chaval no tiene miedo (ni gota) y apunta alto (mucho): fue salir e intentar un remate desde fuera del área que (casi) besó el palo.
El partido murió con Óliver, y Griezmann, y Filipe, a los pies de Andrés buscando a Torres para que éste hiciera el cien. Mira que lo intentó El Niño. En el 6’ (tras jugadón de Carrasco), en el 10’ (tras jugadón de Griezmann) o en el 64’ tras jugadón suyo. Pero ayer tampoco fue el día. Ayer el gol fue cosa de Godín y Griezmann. Y de Tiago. Porque marcó el francés y hubo un déjá vu: éste corrió al banquillo, buscó a Gámez y cogió la camiseta del portugués para mostrarle a la grada, a las cámaras y al mundo por quien marcaba ayer el Atlético. Por el ‘5’, por Tiago. Ya queda otro partido menos para que vuelva.