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AS COLOR

El arte de celebrar un gol

La inventiva de los futbolistas es prolija: bailes, mensajes religiosos, recuerdos a familiares, compañeros o amigos... Todo vale.

RECORDADA ‘CUCARACHA’. El Madrid de los brasileños daba espectáculo con su fútbol y también cuando celebraba los goles. Aquí uno de sus particulares festejos.

Qué pasará por la cabeza de un futbolista… cuando marca un gol? No sé sabe muy bien si no se ha vivido en alguna ocasión. Igual ocurre cuando nos topamos de repente con alguna celebración que nos llama la atención… por estrafalaria, llamativa, tendenciosa. En definitiva, por no ser más de lo mismo. ¿Por qué habrá hecho eso? ¡Qué imaginación; es un genio! Lo que está claro es que celebraciones hay muchas. De todas las formas, colores y condiciones. Es ponerse a recordar y te das cuenta de que parece una competición. Cada vez se inventan unas nuevas y, como las películas, cada uno tiene sus preferidas. Llenas de euforia desatada, de pasión, de sentimiento contenido o desenfadadas. En AS Color repasamos las que por uno u otro motivo se han quedado en el imaginario del aficionado.

Cualquier Mundial está lleno de goles y es el semillero perfecto para que se dé rienda suelta a la espontaneidad de la celebración. Un saltito por aquí, levanto un brazo por acá que ya vendrá alguien y me tirará al suelo… Todo eso lo tenía claro el hijo varón de Brian Laudrup antes de disputarse el Dinamarca-Brasil de cuartos de final del Mundial de Francia. “Oye papá, si tienes la oportunidad de marcar un gol, haz algo diferente. Que siempre es la misma manera. Se hace aburrido. Y tuvo suerte el benjamín de los Laudrup. Su padre (Brian) marcó y dejó para el recuerdo su pose tranquila, tendido en el césped, como si no hubiera pasado nada. Años antes, un mito camerunés, Roger Milla, cambiaba por completo la manera de celebrar los goles. Sus bailes (al ritmo de la música makossa, como él mismo definió) frente al banderín de córner tras marcar un doblete a Colombia, en la prórroga de los octavos de final de Italia 90, dieron la vuelta al mundo. Sólo se me ocurrió ir a la esquina y empezar a bailar. Compartir ese momento de júbilo con todo el pueblo de Camerún. Tal vez al ya veterano delantero le vino la inspiración viendo, días antes, el debut de Brasil en ese Mundial cuando el potente ‘9’ de la verde-amarela, Careca, bailaba de manera muy similar en la esquina de córner después de marcar a Suecia. Claro, lo suyo sería una samba. Por cosas de la tierra...

Porque en Brasil es marcar y lanzarse a bailar. Y si no que se lo digan a Ronaldinho; todo un experto. Barcelona, Milán, Flamengo entre otros han disfrutado de sus sambas sobre la hierba. El crack brasileño se inició moviendo las caderas sobre el tartán de un campo del Mundial 2002. Acababa de anotar un soberbio gol al portero inglés Seaman, en los cuartos de final, y no tuvo reparó en arrancarse como en un sambódromo, para deleite de los aficionados japoneses. Y si no bailan, inventan. Porque… ¿quién no recuerda la famosa cuna de Bebeto, Mazinho y Romario tantas veces imitada? Los aficionados holandeses no la tendrán en tan buena estima.

Pero no todo es baile en esta vida. El lateral Lilian Thuram es un buen ejemplo de ello. No encontró mejor manera para celebrar su segundo gol ante Croacia en las semifinales del Mundial 98 que sentarse en el suelo y hacer un gesto pensativo. Viva imagen de la estatua de Rodin ‘El Pensador’. ¿Qué le rondaría por la cabeza? “Yo ya he hecho suficiente, hoy marqué dos”. Debió ser eso, porque no volvió a marcar con Francia. Aunque con su fama de ilustrado no debe extrañar.

Igual de satisfechos se mostraron los italianos Vieri y Del Piero en ese mismo mundial. Gol del primero a Noruega en octavos y carrerita de ambos para acabar sentados apaciblemente sobre la hierba francesa. Lo normal es que se celebre con felicidad, aunque el nigeriano Yekini hiciera lo contrario mientras abrazaba desconsolado la red de la portería búlgara en el Mundial de EE UU. Y si no que se lo pregunten a Paul Gascoigne, que se llevó un buen baño de agua de sus compañeros en la Eurocopa de Inglaterra tras anotar un golazo a Escocia. Se comenta que Gazza ya estaba acostumbrado a semejantes tragos, pero con bebidas de mayor graduación. Y para valientes, el surcoreano Ahn Jung Hwan, que hizo esquiar a todos sus compañeros de selección tras marcarle a EE UU en 2002, o el infatigable Robbie Keane. Realizó un combinado: gol a Arabia Saudí, voltereta y remate final, lanzando una flecha con un arco y mirando a cámara. Como Maradona, en su último gol mundialista a Grecia en el Mundial de Estados Unidos, cuando se fue descontrolado con cara de pocos amigos hacía una cámara de TV.

Exotismo. Para reyes del espectáculo, los futbolistas africanos. Un gol suyo en una competición internacional y es comenzar a apuntar con la cámara… bueno si llegas a tiempo y no te quedas embobado mirándolos. Hasta siete saltos mortales dio el nigeriano Julius Aghahowa, en Corea y Japón 2002, en el único gol que marcó su selección ante Suecia. Aquí ya nos sorprendíamos cuando Hugo Sánchez daba esa identificable voltereta para festejar sus goles. Eso sí, hasta que llegó el rey de los ‘mortales’; Obafemi Martins. Entre los españoles se ha lanzado en alguna ocasión Sergio Ramos, para gozo de los que le apodan ‘El tarzán de Camas’ y para envidia de los demás; porque volteretas hay muchas, pero se deben saber hacer. Y si no que se lo digan a Zenden. Tras marcar con Holanda en el decisivo partido por el tercer puesto del Mundial de Francia, la euforia le hizo pasarse de revoluciones. Su intento de mortal acabó en caída de cabeza hacía el suelo para sorna de sus compañeros oranje.

Marcar un gol es motivo de fiesta y Ghana para celebraciones en grupo es la mejor. ¿Cuántos bailes tribales nos habrán mostrado? Aunque con el senegalés Papa Bouba Diop les salió un duro competidor. Fue él quien anotó el gol de la sorprendente victoria de su selección ante Francia en 2002, se quitó la camiseta y danzó alrededor de ella con el resto de sus compañeros. Porque quitarse la camiseta es un asunto muy manido. Están aquellos tipos que la zarandean por encima de la cabeza o los que marcan musculatura. Los que pueden, claro (Forlán y Cristiano Ronaldo). Aunque el italiano Balotelli dejó la pose más recordada en la última Eurocopa. A pecho descubierto, tras marcar el segundo gol a Alemania, y como diría mi abuela, con cara de ‘enfurruñado’. Un papelón, vamos. Y luego que si se ve señalado. Porque Balotelli también pertenece a la estirpe de los de… ‘Mensaje en la camiseta interior’. ‘Why always me? (¿Por qué siempre yo?)’, se rubricó una vez. Celebrar con miradas desafiantes y brazos cruzados a porteros o aficiones rivales, tras anotar algún penalti, no es la mejor manera de hacer buenos amigos. Eric Cantona le podía dar algunas clases; mirada fija y cuello levantado. Aunque siempre quedan aquellos que se acuerdan de los niños (Tévez o Gomis), embuchándose el chupete. Pero para amistad la de Sergio Ramos honrando a su fallecido amigo: ‘Puerta, Hermano, D.E.P. No te olvidaremos’, o la inolvidable de Andrés Iniesta en la final del Mundial de Sudáfrica: ‘Dani Jarque siempre con nosotros’. De chapeau.

Puro arte islandés. Mención aparte merece el equipo islandés del Stjarnan FC. Inauguraron en 2010 la era de las celebraciones 2.0. Coreografías colectivas. No importa la materia y a veces ni siquiera el gol. Su ideario, llamar la atención y sorprender. La más lograda; la pesca del salmón. Aunque hay otras: el baile del vals; la representación del inodoro; jugar a los bolos con los compañeros, con el balón como improvisado invitado; remar sobre el césped, cual trainera; la bicicleta; la anunciación o parto; Rambo; carreras a nado; el muñequito a cuerda… y un largo etcétera. Han hecho de celebrar un gol un arte vivo.

Provocación. Oír festejo polémico es decir Robbie Fowler. El pequeño jugador del Liverpool será recordado por celebrar un penalti al Everton simulando que esnifaba la línea de cal. Y todo como respuesta a las insinuaciones de dopaje de la afición rival, aunque de la sanción económica y disciplinaria (cuatro partidos) no se salvó. Antes, el delantero inglés fue castigado por la UEFA por lucir una camiseta en apoyo a quinientos estibadores despedidos en los muelles de Liverpool. Controvertido era, pero solidaridad tampoco le faltaba.

La moda provocadora tuvo sus adeptos en todas las Ligas. En el Calcio no se olvidan del gesto fascista que el jugador del Lazio Di Canio regaló a su afición tras marcar al eterno rival, el Roma, o del delantero Cristiano Lucarrelli. El italiano un día lucía una camiseta con la cara del Che y al otro era noticia por hacer gestos obscenos a su camiseta posada en el césped. En Inglaterra, Adebayor se recorrió todo el campo para ir a festejar con su antigua hinchada gunner, en un gesto de claro desafío, un tanto que les acababa de marcar con su nueva camiseta citizen, tirando por tierra la práctica de no festejar ante antiguos equipos. Aunque lo que le ocurrió a Paul Gascoigne jugando con el Rangers deja en mera anécdota a los demás. Gazza recibió amenazas de muerte tras celebrar un gol al Celtic, simulando que tocaba la flauta que hacían sonar los integrantes de la Orden de Orange, una organización anticatólica. Por no hablar de las famosas ‘butifarras’ que confirieron a la afición del Bernabéu el culé Giovanni y el jugador del Bayern Van Bommel. Aunque para polémicas en el coliseo blanco, que le pregunten a Samuel Etoo y su famosa reivindicación (¡Yo aquí!) con dedicatoria al palco incluida.

La palma se la lleva Leandro, delantero brasileño del Valencia, que no se le ocurrió otra cosa que la original idea de imitar a un perrito haciendo sus necesidades en el Calderón. Provocador gesto que ya realizó el nigeriano Finidi tras conseguir un gol ante Grecia en la fase de grupos del Mundial de EE UU. Incluso, la moda animalesca cruzó el charco y Tévez dispensó a la hinchada rival de River Plate con una gallina. Seguro que tenía mensaje. Al igual que las celebraciones, índice en los labios, de Batistuta o Raúl haciendo callar al Camp Nou, o Cristiano Ronaldo pidiendo calma con la mano, tras marcar en un Clásico.

A la española. En nuestro fútbol también nos hemos encontrado con todo tipo de artistas de la celebración. ¿Quién no recuerda la famosa ‘cucaracha’ de Ronaldo, Roberto Carlos y Robinho frente al Alavés? Porque a los brasileños del Real Madrid les daba igual un día mover las patitas, que jugar al potro o mimetizarse en conejito-canguro. Lo importante era festejar. En este gol me chupo el dedo (Robinho); en este otro hago el avioncito con los brazos extendidos (Ronaldo) o para cambiar enseño mi nuevo tatuaje con el brazo en la frente con dedicatoria especial… y así un sinfín de variaciones. Una de las preferidas: Robinho cepillando la bota a Guti tras un pase del madrileño. A los que les salió competencia en el Inter cuando Lucio le besó una bota a Figo.

No todos los focos se los llevan los que marcan el gol. Porque las mascotas, escudos y banderines de córner han corrido suertes dispares (besar, bailar, cantar, patalear, golpear, alzar…). Y si no que se lo pregunten al león mascota del Lyon que tuvo que soportar como Gomis le robaba la cabeza para hacer su habitual celebración leonina. Y si uno no encuentra nada mejor; pues ya se puede sacar la lengua (Ribery o Drogba); achinarse los ojos; hacer reverencias a la afición; escanciar sidra como el mejor tabernero (Villa o Adrián); imitar al personaje de moda (Etoo y su famoso Neng); hacer una mariposa con las manos (Anelka), apretarse el muslo con el dedo (Cristiano) y puestos a improvisar, a Mertens en el PSV le dio por jugar al golf con un palo imaginario. Igual de socorrido es jugar al piedra-papel-tijera con el primer compañero que pase. ¡Venga, quien pierda lava las camisetas… Un, dos, tres!

Se han usado muchas cosas. Etoo hizo un día de fotógrafo e inmortalizó a Bojan y Puyol tras cogerle prestada la cámara a un compañero gráfico, y seguro que el jugador de la Real Sociedad Griezmann no pretendía escaparse del estadio tras encaramarse al volante de un coche apostado en Anoeta. Y un buen susto se llevaría el fisioterapeuta de Osasuna que vio a Camuñas apuntándole con una pistolita de juguete. Sin embargo, siempre nos encontraremos con los transgresores de la innovación. El sevillista Chevantón simuló auto-dispararse tras anotar un tanto al Real Madrid; el mexicano Cuauhtemoc Blanco (todo un hacha de la celebración), con las botas en la mano, banderilleó a un compañero de equipo; Vucinic y Palermo nos regalaron… toda una bajada de pantalones, aunque el montenegrino no encontró donde posarlos y lo hizo en su propia cabeza. Aunque hay quien se afana en subírselos más, hasta convertirse en la misma imagen de Steve Urkel (Piti). Y si no se imita al luchador favorito, haciendo su llave especial (la Mística), como en los Rayados de Monterrey; mientras que no sea a un rival.

Identidad propia. Las verdaderamente curradas son las que dejan su sello. El arquero de Kiko, todo un símbolo para su afición, que luego imitaron Güiza, Tristán o Torres; el pistolero Sonny Anderson desenfundando sus pistolas tras cada gol, al que luego acompañaron otros muchos como Hasselbaink, que también era aficionado a lanzarse a las porterías rivales, o Batistuta y su metralleta; el nigeriano Finidi y el sombrero cordobés, aunque al principio me lo tiraron y no sabía muy bien lo que era y no me lo puse, confesó. Luego, ya no se separó de él; Salva Ballesta y su saludo militar; el diablillo en la camiseta de Rufete; el aeroplano que trajo de Argentina ‘Avioncito’ Rambert; el inflador invisible de Piojo López; las cariñosas ‘garras’ de Cristiano; los pases de torero con los que festejaba Luque sus goles en Mallorca, Málaga y A Coruña; la famosa gaviota celeste de Catanha; el arácnido de Jonás Gutiérrez y su máscara de Spiderman que importó al Newcastle. Incluso el ecuatoriano Kaviedes reutilizó la careta del superhéroe en versión amarilla, en el Mundial de Alemania, para recordar a un compañero fallecido: Otilino Tenorio; el delantero Camuñas hizo común taparse los ojos tras marcar un gol; ese beso al anillo y reivindicación de su nombre tan propio de Raúl; Riquelme y sus grandes orejas como reproducción del ‘Topo Gigio’ (ratón-marioneta muy popular en la TV infantil italiana); Luca Toni y Michu y sus caracolas en la oreja, o el inigualable movimiento de mano con el meñique y pulgar levantados de Ronaldinho.

Ahora la moda son los bailes: ‘Ai se eu te pego’ de Michel Teló causó furor cuando Cristiano Ronaldo y Marcelo lo coreografiaron en Málaga; Adebayor y Bale hacían toda una danza de brazos y piernas cada vez que marcaban con el Tottenham; Abidal y Alves también se pegaban sus bailoteos tras cada gol, a los que se ha unió Thiago; sin olvidar los meneos de caderas de Drogba y Ramires; o la capoeira que Fredson regaló a Montjuic; el famoso robot con el que festeja el larguirucho Peter Crouch. Y cómo no, ya han surgido aquellos festejos auspiciados por el famoso ritmo ‘Gangnam Style’. Joselu en la Bundesliga es un buen exponente de ello.

En el nombre de… sí, porque la religión es santo y seña de muchos jugadores. Damien Duff ya celebró un gol a Arabia Saudí en el Mundial 2002 rezando y con una reverencia; aunque para pasión religiosa: Kaká y Falcao. El primero predicó su ‘I belong to Jesus’ (Pertenezco a Jesús) en el Milán y el colombiano nos guío el camino: ‘Believe and you’ll see the glory of God’ (Cree y verás la gloria de Dios). Igual de recurrente es el amor, o eso deben de creer Di María y Pato con sus manos-corazón, pero en ocasiones la celebración es difícil de controlar (Gary Neville y Paul Scholes; Maradona y Caniggia) y se sella con un beso, aunque para que la situación no se ponga picantona siempre se puede mirar a cámara y contar hasta tres con los dedos de una mano (Messi) y si no es imposible, pues se besa con rabia el escudo (Zidane), la muñeca (Negredo) o el brazalete de capitán (Puyol), aunque la excitación juegue malas pasadas… y si no que se lo digan a Reyes, que se llevó un mordisquito de su compañero del Sevilla Gallardo en su parte más varonil. Eso sí, el infractor se marchó haciendo honor a su apellido y todo arreglado… como haría Henry sacudiéndose airoso los hombros tras un gol.

Lo dicho, para celebrar un gol hay que tener lo mismo que para jugar al fútbol. Talento.