Copa del Rey | Real Madrid 1 - Valladolid 1
Luxemburgo pierde la flor
Un buen Valladolid eliminó a un triste Real Madrid en octavos. Naufragó la cantera Ronie, Raúl y Zidane no lo arreglaron. Xavi Moré fue el héroe
El borrón para el Madrid es inmenso y vergonzante. Aunque algunos lo consideren un alivio, caer eliminado en los octavos de final de la Copa frente al Valladolid, un sólido equipo, pero de Segunda, es totalmente imperdonable, más aún a doble partido. Verse fuera de esta competición demuestra todos los males que afectan al equipo y que disimuló la llegada de Luxemburgo y su buena suerte. Revelan que hay poco por delante y absolutamente nada por detrás, pues el día dedicado a la cantera fue el de su defunción. Sólo eso tiene de bueno para el Madrid la eliminación: reencontrarse con la realidad y trabajar cuanto antes para transformarla.
No se puede poner ni un pero al éxito del Valladolid, que también saltó al campo con un equipo repleto de canteranos y que tuteó a su rival en la primera parte y en la segunda tuvo el mérito de no achicarse por la entrada de los galácticos. Y no era la Copa su competición, por eso estaban incrédulos al final, pues la única obsesión del club es conseguir el ascenso a Primera División.
Parece cruel cargar las tintas sobre los jugadores del filial y hay muchos argumentos para mostrarse generoso, los hemos oído mil veces: los chicos necesitan horas de vuelo, tienen que madurar, no es fácil pasar de la Segunda B a la primera competición, ya sea Liga o Copa, es un salto demasiado grande. Todo eso es verdad, pero cabría esperar del joven que alcanza la meta del primer equipo alguna pista, el más mínimo detalle que justifique su exitosa carrera por las categorías inferiores. Y no se ve nada. Ayer, por ejemplo, excepto dos acciones de Jurado no se observó en los chavales ni un solo gesto de gran futbolista. Y aunque entiendo que resulta imposible cultivar cada año una perla, es injustificable que de una enorme cantera cuyo objetivo es cribar a algunos de los niños más prometedores de España no se obtenga, desde hace tiempo, más que un conjunto de etéreos mediapuntas, centrales metrosexuales y mediocampistas de perfil bajo. Y siento ser tan crudo, porque la culpa no es de los jugadores, sino de los responsables de esa fábrica de futbolistas que deberían financiar todos los equipos de Primera División menos el Madrid, que es quien menos provecho saca de ella.
Hay que admitir que el planteamiento del entrenador no benefició en absoluto a los nuevos. Pegar a Javi García a la banda es anularle y no se entiende que Luxemburgo no optara en su lugar por Juanfran, el único especialista en esa posición. Por su parte, Jurado se movió por unos terrenos indeterminados, ni los del centrocampista ni los del mediapunta, lo que le obligaba a recibir siempre de espaldas y con un defensa en la chepa. Y él no es un futbolista para aguantar el balón, sino para conducirlo y meter pases. En las dos únicas jugadas en las que el chico tuvo tiempo de darse la vuelta disparó a la portería contraria con determinación y clase. Arbeloa, al que en el filial entrenan para jugar de central, decepcionó en el lateral derecho, pues, a falta de otras artes, careció de la mínima contundencia y Álvaro le ganó la mayoría de las acciones.
Con ese panorama, ni Gravesen ni Owen consiguieron imponer su jerarquía. El danés se dio un palizón a correr y se perdió al querer abarcar demasiado, lo suyo y lo de Celades, cuya falta de pasión y profundidad es desesperante. Entretanto, Raúl Bravo cometía errores impropios de un futbolista del Real Madrid que provocaron los encendidos abucheos del público, que me temo que lo ha condenado definitivamente. O mucho me equivoco o ya no tiene más carrera que hacer en este club.
Así las cosas, el Valladolid dominó casi toda la primera mitad. Sousa estrelló un balón en el larguero de lanzamiento de falta y el equipo se movió con soltura, muy bien Iñaki y Álvaro por las bandas, aunque sin pegada ni delantero centro (Losada, missing). Lo único que oponía el Madrid era un remate de Owen a pase de Gravesen que salvó Lledó, muy seguro. Portillo, desquiciado porque no le llegaban balones, despidió la primera parte con un trallazo (su único tiro) que repelió el portero con cierto susto.
Que tras el descanso Luxemburgo retirara del campo a Javi García, Jurado y Portillo no fue un bofetón a la cantera, sino una constatación de su triste realidad. En su lugar entró el Séptimo de Caballería: Ronaldo, Raúl y Zidane. Una medida un tanto histérica teniendo en cuenta el marcador y el rival, y una decisión que hacía aún más incomprensible que los tres hubieran sido sometidos, junto a los descartes, a una paliza física en el entrenamiento de la mañana. Cuando uno gana se le entiende todo, pero cuando llegan las derrotas...
Moré, que empezaba a sacar oro de su banda derecha (la de Roberto Carlos) dio el primer aviso nada más iniciada la reanudación: César sacó un balón que buscaba la escuadra. El partido estaba muy abierto y eso no sólo favorecía al Madrid.
Owen, muy activo, marcó su gol gracias a un magnífico pase de Raúl y el equipo pensó que ya estaba todo conseguido. Por eso no tardó en llegar el empate del Valladolid: buena triangulación y Xavi Moré que se acomodó la pelota ante la pasividad de Roberto Carlos para batir chut cruzado a César, que quizá pudo hacer más, pero no lo hizo.
Fue un extraño final, porque nadie creía lo que había sucedido. Las derrotas enormes y los enormes triunfos suelen estar acompañados de un estruendo, de un ruido imponente. No lo hubo ayer, el derrumbe viene de antes. Murió el Madrid sin épica ni romanticismo y en la forma de caer también se mide la grandeza. El Valladolid tardará en asumir lo conseguido. Al Madrid le queda media temporada para clasificarse para la Champions y preparar la siguiente campaña. Lo demás es mentira.
El detalle: 7ª eliminación ante un segunda
La de ayer fue la séptima vez que el Real Madrid cae eliminado en la Copa del Rey por un equipo de inferior categoría. En 1931, ante el Betis (2ª). En 1932 y 1971, frente al Deportivo (2ª). En 1976, contra el Tenerife (2ª). En 1998 ante el Alavés (2ª) y en 2000 frente al Toledo (2ªB).