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MASTERS 1.000 PARÍS

Zverev saca a Nadal de París con la mentalidad de Ferrer

Zverev, entrenado por Ferrer, se apoyó en su servicio para superar con claridad a Nadal y meterse por séptima vez en la final de un Masters 1.000. Se medirá con Medvedev.

Zverev saca a Nadal de París con la mentalidad de Ferrer
ANNE-CHRISTINE POUJOULATAFP

La historia de Rafa Nadal en París-Bercy seguirá sin culminar con éxito un año más. Es uno de los Masters 1.000 que se le resiste (junto con Miami y Shanghái), unas veces porque llegaba exhausto tras un duro curso y otras porque ni siquiera podía disputarlo. En esta ocasión se le presentaba la oportunidad de disputarlo con mejores condiciones físicas que nunca por la reducción de la temporada a causa del coronavirus, pero en semifinales se encontró con la mejor versión posible de Alexander Zverev, una mezcla de calidad, potencia (37 golpes ganadores), precisión (18 errores no forzados), táctica y, sobre todo, mentalidad mejorada.

Resulta inevitable pensar en el efecto positivo que parece haber tenido en él su relación profesional con el gran David Ferrer, una roca como jugador que contempló el éxito del alemán de 23 años en la vacía grada del Accor Arena de la capital francesa mientras tomaba notas en una libreta. El alicantino se enfrentó 32 veces a Nadal y le ganó solo seis, pero le conoce muy bien. Zverev, que ya había vencido en 2019 y con facilidad al español en las ATP Finals de Londres (también bajo techo), aprovechó bien los consejos de su entrenador para ganar por 6-4 y 7-5 y meterse en su séptima final de la categoría, en busca de un cuarto título. Está en racha de 12 victorias con dos éxitos consecutivos en Colonia. Este domingo (15:00, #Vamos) le espera Daniil Medvedev, que se deshizo de Milos Raonic (6-4 y 7-6 (4).

Zverev no dio opción a Nadal con su saque en el primer set. Se manejó con un 78% de primeros y con ellos sólo perdió tres puntos (18/21) en un global tremendo de siete. El español restó cerca de la línea, más de lo que en él es habitual y de esa manera no encontró la forma de hacer daño a un rival ágil y rápido, que no se atrapó como en otras ocasiones y no hizo ni una doble falta. Ni siquiera le inquietaron los reveses cortados de Rafa, que levantó en la mayoría de las ocasiones pese a tener que descender desde sus 198 centímetros de altura. Eso con una actitud intachable: ni una mala cara o mal gesto. Y eso que sobre él pesa la acusación pública de violencia doméstica por parte de una exnovia suya, la tenista rusa Olga Sharypova. Sus sensaciones, extrañas en el primer juego, dieron paso a una solidez y una potencia infranqueables. Un break en el tercer juego decidió la suerte del set inicial porque Nadal no fue capaz de crear ni una sola oportunidad de break.

En la segunda manga, el punto de quiebre para Zverev llegó a las mismas alturas que el anterior y de nuevo le bastó para adelantarse. Pintaban bastos y de qué manera para el número dos del mundo, acorralado y sin soluciones. Trató de buscarlas y la primera que intentó fue restar desde más atrás, por probar y provocar intercambios más largos. A esto Sascha respondió con entereza y otra bola de rotura. La salvó Nadal con dos buenos saques y el partido siguió vivo. La distancia en los restos dio alas al manacorí, en su salsa al poder pelotear. Y llegó su primera opción de break. Se esfumó por la resistencia mental de Zverev, que estuvo a punto de sentenciar por la vía rápida, con zarpazos de calidad. Y lo hubiera hecho de no tener enfrente a un oponente que nunca se rinde, al menos no fácilmente. Por raza igualó el set con su primera rotura, fruto de ese cambio táctico que funcionó por desgaste. Luego cerró su servicio en blanco y le contestó con igual contundencia su oponente. El duelo entró en un cierto orden lógico hasta que una genialidad del teutón, que enganchó una volea que cayó en cancha contraria tras botar encima de la cinta, le puso en disposición de ganar el partido con su saque.