AS rememora una fecha de lo más especial para el piloto asturiano, la del inicio de su sueño, su primera carrera de F1 en Australia el 4 de marzo de 2001.
Las efemérides tienen un valor difícil de calcular con Fernando Alonso, porque el calendario está repleto de hitos, pero unos se pisan con otros sobre una biografía que no ha dejado de escribirse. Este jueves se cumplen 20 años de su debut en la Fórmula 1, en un accidentado GP de Australia que finalizó 12º con el Minardi, un 4 de marzo de 2001. El cumpleaños merece una fiesta, pero se atragantan los tiempos verbales en pasado para hablar del asturiano, que es pura actualidad en su deporte. Hace sólo dos días se presentó el Alpine A521 que pilotará durante 2021 y la semana que viene se subirá al coche que le devolverá al Gran Circo a finales de mes, en Bahréin.
En la Fórmula 1 no hay destinos dorados, no se puede cambiar el Real Madrid por el Cosmos, o el Barcelona por el Al Sadd, si se pretende seguir practicando el mismo deporte sin tensión. Quizás la IndyCar lo hubiera sido, y el Mundial de Resistencia lo pareció, pero Alonso volverá a estar en el mismo sitio y a la misma hora. El Minardi luego fue Renault, hoy es Alpine. El GP que inauguró aquella campaña en Australia se celebrará ahora en el Golfo Pérsico, en Sakhir (28 de marzo). Entonces Schumacher tenía cuatro títulos, ahora Hamilton tiene siete. Y el propio Alonso era un ‘rookie’ de 19 años cuando ahora es, por detrás de Kimi Raikkonen (que también debutó aquel día), uno de los dos más veteranos de la parrilla (39 años por 41 del finlandés).
Desde entonces, las estadísticas sitúan al español como uno de los más grandes de su tiempo y de siempre, el sexto en número de victorias (32), el tercero en grandes premios disputados (312). Aunque las características que le sitúan en el Olimpo de su deporte no siempre se destacan a través de las matemáticas: es el que derrotó a Schumacher; plantó cara a un coche dominante, el Red Bull, con un Ferrari que nunca lo fue; quien hubiera sido pentacampeón de haber sumado 11 puntos más repartidos en tres campañas. Eso sí queda lejos, el último triunfo data de 2013, antes de caer al fondo de la parrilla con unas mecánicas que no debieron cruzarse con él.
Es arriesgado criticar los destinos de sus movimientos por el paddock: al mejor McLaren en 2007, a Ferrari al inicio de la década, a McLaren Honda cuando los motores se tornaban complejos en la Fórmula 1 y se necesitaba un socio pudiente. Es inevitable cuestionar las consecuencias. Alonso corrió para las dos mejores fábricas del Mundial, pero sus títulos los ganó con Renault, y ahora regresa a la casilla de salida junto al renombrado Alpine después de dos campañas fuera del deporte. Vuelve a debutar, quién lo diría, ante su segunda o tercera juventud. Ya lo escribió Gardel en el tango más universal, "siempre se vuelve al primer amor". Y en el caso de Alonso, es verídico lo de que "veinte años no es nada". Es pasado, presente y futuro de la F1.
Alonso convence el día de su debut, por Carlos Miquel
Acabó duodécimo en una carrera en la que Schumacher arrasó
Ahora no se le dará importancia, pero tal vez con el tiempo, el 4 de marzo de 2001 se convierta en una fecha histórica para el automovilismo español. Si Fernando Alonso llega algún día a ser campeón, se recordará su excelente bautismo de fuego en el circuito de Albert Park. Primero pasó el examen, y con nota, de clasificar su Minardi para la carrera. Después, en la prueba de ayer se enfrentó sin complejos a pilotos como Irvine, Fisichella o Button, que militan en escuderías mucho más poderosas que la suya, acabó 12º y cumplió su objetivo: llevar el coche a la meta. Alonso estuvo en los tiempos de sus rivales y acabó a lo grande, con su vuelta rápida en carrera. Es una pena que no disponga de un coche como el de Raikkonen (Sauber), que, con menos clase, logró un punto en su debut.
Mientras, Michael Schumacher ponía el punto seguido en Melbourne a su triunfal temporada 2000. Tomó la salida como una exhalación y no perdió la primera plaza salvo en el baile de los repostajes. Su machacón ritmo, fue imposible de seguir para Hakkinen. Además, el finlandés vio como se le quebraba la suspensión trasera derecha a 250 km/h y no acabó. La prueba ya tenía dueño.
De la carrera, se salva el comienzo, muy movido, con toque incluido entre Barrichello y Frentzen. El brasileño se colocó tercero gracias a ese toque y heredó más tarde la segunda plaza de Hakkinen tras su abandono. Sin embargo, la perdió después de tener un incidente con Alonso que, sin querer, le tapó la trayectoria. Coulthard se pegó a 'Rubinho' y acabó rebasándole. Alonso sufrió otro problema: una penalización de 10 segundos por haber excedido el límite de velocidad de 80 km/h en boxes. Otros dos penalizados fueron Olivier Panis y Jos Verstappen, por adelantar con la bandera amarilla. El francés, cuarto en su regreso, fue castigado con 25 segundos y terminó séptimo.
Nervios antes de la salida
"Del contacto con Schumacher y Hakkinen sólo puedo decir que van a la suya. Marcan distancias con los debutantes"
Fernando Alonso se tomó su debut en la Fórmula 1 con su habitual frialdad, pero reflejó tensión en la parrilla. Tras colocar el coche en la penúltima fila, se retiró junto al muro que da al público, y se puso en cuclillas intentando repasar mentalmente lo que tenía que hacer en la carrera. Tres televisiones le entrevistaron en ese intervalo y a las tres las contestó con igual brevedad. Después llegó el ritual. Primero los cascos y el transmisor con los que se comunica con el box. El siguiente paso, la cinta adhesiva con la que evita que se le caigan, para, a continuación, ponerse el verdugo ignífugo y, en el último momento, el casco. Como otros pilotos, caso de Schumacher, no le gusta subirse al coche hasta el último momento.
Estas eran las impresiones del piloto asturiano una vez terminada su primera carrera de Fórmula 1: "Estoy satisfecho. He hecho lo que tenía que hacer, acabar la carrera. No ha sido muy dura, porque he estado bastante solo. He llevado delante a los Jaguar y por detrás a Verstappen. Me encontraba cómodo siguiendo su ritmo, y eso que era la primera vez que daba más de siete vueltas seguidas con el coche. Del contacto con Schumacher y Hakkinen sólo puedo decir que van a la suya. Marcan distancias con los debutantes".
Así fue su gran día
7:00: Diana
7:15: Salida del hotel hacia el circuito
7:30-8:00: Desayuna en el box del equipo
8:00-9:00: Reunión con los ingenieros
9:30-10:00: Entrenamiento con depósitos llenos (warm-up)
10:10-10:50: Reunión con los ingenieros
11:15: Foto de todos los pilotos del Mundial
11:30: Presentación de los pilotos al público
11:40: Comida
12:05-13:00: Siesta
13:30: A la pista
14:00-15:45: Carrera
15:50-16:30: Atiende a la prensa
16:45-17:15: Reunión con los ingenieros
17:30: Tiempo libre
Todo empezó con aquel kart, ya famoso, que su padre José Luis hizo para Lorena, su hermana, pero que al final acabó en las pequeñas manos de Alonso con solo tres años, y menos mal. Con los colores del McLaren de Senna, su ídolo, y unas calzas porque no llegaba a los pedales, el asturiano empezó a dar sus primeros pasitos en el kárting, es más, ganó en su primera carrera a niños que le doblaban la edad y un año más tarde ya tenía una licencia de la RFEdA, la federación española de automovilismo. Desde que cogió su primer volante mostró su determinación y vocación de piloto.
Hasta que tuvo edad para participar en campeonatos oficiales, el asturiano se divertía corriendo con amigos en torneos organizados por sus padres por el norte de España con karts de 50cc fabricados por ellos mismos. Una época que seguro recuerda con gran cariño. Poco después, a los seis años, llegaría su primer triunfo en una carrera oficial en el campeonato de Asturias, en infantil, y al año siguiente, en 1988, ya ganaría el título en su categoría con un pleno de ocho victorias en ocho carreras. Por entonces, su nombre empezaba a hacerse famoso en su tierra.
Tras seguir ganando campeonatos también en Galicia y el País Vasco, llegó 1991 y un momento clave en la trayectoria de Fernando. Al ascender de categoría, la exigencia, sobre todo monetaria, crecía y sus padres no podían afrontarla, pero dieron con Josep Marco, un importador catalán de karts y propietario de circuitos que se hizo cargo de su carrera. Gracias a Genikart, Alonso pudo continuar compitiendo y destacando a nivel nacional e internacional hasta que en 1996 se proclamó campeón del Mundial Júnior, su éxito más destacado de todos en la disciplina.
13 años corriendo y creciendo en el kárting que acabarían en 1998 con otros cuatro logros (campeón de España, del Trofeo París-Bercy, del de la Industria en Italia y del Open Ford) porque le esperaban los monoplazas... Ya los había probado antes, pero el asturiano daría el salto definitivo en el Euro Open by Nissan de la mano de Adrián Campos, otro de los grandes mentores de su trayectoria y del que se despidió con cariño el día de su fallecimiento. Entró en el equipo Campos Motorsport como sustituto de Marc Gené y en su primer año arrasó con seis victorias que le dieron el título.
Desde ahí, ascendió al siguiente nivel, la F3000, el campeonato FIA que entonces era el considerado como la antesala de la Fórmula 1. Logró una única victoria en Spa (circuito que se le ha resistido en el Mundial), pero eso, y otras actuaciones destacadas, le bastaron para llamar la atención de algunos equipos de la F1. De todos los que le querían, Briatore fue quien más fuerza hizo para tenerle bajo el paraguas de Renault y le encontró un asiento en Minardi. Así, el 4 de marzo de 2001 en Melbourne comenzaba su andadura en la F1 remontando del 19º al 12º. Comenzaba la leyenda.
A partir de aquel 4 de marzo de 2001, ya saben lo que vino, una trayectoria que ha convertido a Alonso en un histórico del automovilismo. Ese Mundial lo acabaría sin puntos, con las dificultades propias de correr en una escudería humilde como Minardi y con un 10º en Hockenheim como mejor resultado. Tras un año fuera de la pista como probador en Renault, Briatore le dio un asiento y en su segunda carrera en Malasia logró su primera pole y su primer podio. Y con su segunda pole en Hungría, sí que no se le escaparía su primer triunfo. Fue 6º en 2003 y 4º en un 2004 sin victorias.
2005 sería bien diferente. Ya había demostrado con creces que tenía talento y experiencia para retar a los mejores, solo faltaba que le acompañase el coche, y el R25 fue el arma perfecta para cumplir su sueño y el de su fiel legión de seguidores. Seis victorias le valieron para pasar por encima a McLaren y Raikkonen y levantar su primer título en Brasil a dos carreras del final en China, donde sumaría la séptima. Al año siguiente, también en Interlagos, certificaría su segunda corona tras un año de infarto luchando con Schumacher y Ferrari. Alonso era bicampeón del mundo.
El asturiano había destronado a la mayor estrella del Mundial venciéndole en un cara a cara. Con dos títulos y como el bicampeón del mundo más joven de la historia, Fernando estaba en lo más alto y seguía teniendo un futuro brillante, pero la cuenta se paró en dos... Recaló en McLaren, escudería legendaria en la que aspiraba a repetir conquista, pero sus intereses chocaron de frente con la guerra interna que se vivió en Woking: tuvo que luchar contra Hamilton y contra su propio equipo. Raikkonen y Ferrari se aprovecharon y les ganaron a ambos por un solo punto. Un desperdicio.
Fernando tenía que marcharse de allí y encontró refugio de nuevo en Renault, donde solo quedaban los restos de su anterior etapa y aun así logró dos victorias en 2008. Se quedaría un par de años en Enstone, porque en 2010, cumpliría otro de sus grandes sueños: ser piloto de Ferrari. Y lo empezó del mejor modo posible, ganando su primera carrera con la Scuderia en Bahréin. Un logro de lo más ilusionante que cinco años después se quedó en poco para lo que pudo ser. Rozó el título en 2010 y 2012, casi un milagro frente al dominio impuesto por Vettel y Red Bull.
Irse de Ferrari sin título fue un chasco, pero peor fue lo que llegó luego... Cuatro años de sufrimiento en su regreso a McLaren: tres pésimos con el motor Honda y uno de recuperación con el de Renault, el de su ‘hasta luego’. No es de extrañar que se viese obligado a encontrar la felicidad en otra parte. Y lo hizo, sobre todo en Le Mans, donde ganó en 2018 y 2019 (además de ser campeón del mundo de Resistencia). Lo intentó tres veces en la Indy 500 (una sin clasificarse) y se divirtió con un Toyota en el desierto del Dakar 2020. Ahora, regresa a la F1 y a Alpine para cerrar el círculo.