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Crítica de ‘El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder’ episodio 4. Luces y sombras en la Tierra Media
Al igual que en el tercer episodio, la serie tiene problemas de ritmo porque algunas tramas y personajes no convencen.
Ya hemos visto casi toda la segunda temporada de ‘El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder’, una aventura fascinante que alcanza la madurez en estos nuevos episodios. Sin embargo, la producción arrastra errores que ya quedaron patentes en el episodio 3 y que regresan en este cuarto capítulo. La serie brilla cuando Sauron maquina y manipula, se nutre del ego de Celebrimbor y lo exhorta a trabajar en la forja. Las sospechas acerca de la influencia del Señor Oscuro sobre los Anillos de Poder carcome a Galadriel y desgasta su relación con Elrond. Lo mismo ocurre con el rey Durin, cada vez más consumido por el artefacto. Por el contrario, otras tramas resultan más aburridas y anodinas, lo que termina dañando al conjunto.
El problema de ‘Los Anillos de Poder’ es que se bifurca en demasiadas direcciones argumentales, que diluyen parte de la narración y ralentizan el dinamismo de la serie. Con tantos personajes y tantos nombres resulta inevitable que el desarrollo de algunos de estos protagonistas se quede a medio camino. En el episodio cuatro, funciona todo lo relacionado con Galadriel y Elrond, que buscan una ruta hacia Eregion, la ciudad donde el artesano elfo está forjando los nuevos Anillos de Poder. A medida que se acercan, los malos presagios se van cumpliendo.
Isildur y Arondir, ¿a dónde vais?
Después de la batalla en las tierras sur, Mordor ha surgido de las cenizas inflamadas del Monte del Destino. Los que se quedaron atrás, Isildur, Arondir, Theo y compañía, siguen adelante, pero no encuentran su camino. Estas secuencias son de lejos las más flojas de toda la temporada. Cuesta conectar con los personajes y con sus historias, ya que el desarrollo de estas tramas parece entorpecer la narración de otros hechos que se antojan más relevantes, a pesar de la importancia de Isildur en el conflicto que está por llevar. La presentación de Estrid, un personaje que guarda un oscuro secreto y que se convierte en el interés romántico de Isildur, tampoco conseguir aderezar la narración. Quizá falte la perspectiva de toda la temporada, pero de momento, la serie pierde fuerza en estas historias.
En cuanto a Nori y Poppy, es cierto que sus relatos se escriben en los márgenes, pero hasta los seres más pequeños pueden influir en el devenir de los acontecimientos. El misterio sobre la identidad de El Extraño, el mago oscuro que le acecha y la aparición de Tom Bombadil contribuyen a alimentar los enigmas, por lo que contemplamos esas escenas con interés.
En definitiva, un capítulo de luces y sombras, que sigue su senda montaña arriba, aunque a veces tropiece.
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