‘Un mundo feliz’. Una novela gráfica inquietantemente actual

A pesar de casi el siglo transcurrido entre la publicación de la novela ‘Un mundo feliz’ de Aldous Huxley (1932) el texto podría tomarse con un retrato bastante fidedigno de la sociedad en la que nos movemos. La aparente felicidad colectiva está sostenida sobre una renuncia de la libertad, del pensamiento individual y de la explotación de las clases menos favorecidas y, además, tiene demasiado en común con situaciones que ahora mismo se dan en las democracias occidentales. El uso de drogas (soma), la sobreexposición a estímulos que condicionan nuestros comportamientos, la manipulación genética y ‘el buenísmo’ forman también parte también de nuestro paisaje habitual.

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Fiel al origen

Sobre estos cimientos construye su novela gráfica Fred Fordham, un ilustrado británico que alcanzó buena reputación con otra adaptación del clásico ‘Matar a un ruiseñor’ de Harper Lee. El artista consigue dar un plus al texto original con una visión bastante particular del futuro pintado por Huxley, mucho más luminoso del que recuerdo en la novela, aunque en un ningún momento cae en la tentación de apartarse del espíritu original.

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Estética cinematográfica

En su descripción de esa sociedad ideal hay dos influencias estéticas que marcan la obra, por un lado, está el ‘Blade Runner’ (1982) de Ridley Scott con sus luces de neón y sus anuncios gigantes que dibujan el panorama de la ciudad. Y por otro, Minority Report (2002) de Spielberg, de la que toma prestado su diseño vertical de la urbe y sus desplazamientos en ‘coches voladores’. En ambos casos su visión es mucho más luminosa, artificial y pulcramente ordenada que la de los dos cineastas.

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Una obra por viñeta

Gráficamente Fred Fordham es básicamente un ilustrador y ello implica que se toma cada viñeta como un cuadro, con especial cuidado a los detalles, los encuadres y la luz. Si en Matar a un ruiseñor su estilo realista se acercaba al de Norman Rockwell, aquí se observan influencias de Moebius, tanto en el uso de un trazo fino y limpio, como en el uso de colores pastel.

A la hora de distribuir el texto, el artista londinense opta por un esquema clásico dejando que sea la ilustración la que lleve el peso de la obra. Para los diálogos emplea una técnica de cambios de plano que evita que el lector acuse el exceso de letras. Estructuralmente prefiere una disposición clásica de las viñetas en tres pisos, aunque no renuncia ni a splashpages donde mostrar todo su talento ni a composiciones más arriesgadas en las que prescinde de todo tipo de calles para dejar que sea el dibujo quien separe las diferentes secuencias.

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Conclusión

Fred Fordham realiza otro estupendo trabajo de adaptación en ‘Un mundo feliz’ dando una nueva dimensión al texto original, al que trata de manera casi reverencial, y ofreciendo páginas de una enorme belleza estética. El resultado es tremendamente perturbador por las similitudes que se dan en una novela de hace noventa años y la sociedad en la que vivimos. Como ya avisó Benjamin Franklin: “Quien renuncia a su libertad por seguridad, no merece ni libertad ni seguridad”.

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