Cómic
‘Magneto. Testamento’. El Holocausto contado por Marvel
Greg Pack y Carmine Di Giandomenico firman un excelente cómic que refleja de manera muy realista el destino de los judíos durante el régimen nazi.
Vaya por delante que ‘Testamento’ es una gran obra, excelsa en algunos de sus pasajes y que describe de una manera bastante cruda y aséptica la vida de una familia judía alemana durante los años de gobierno nazi. El único pero es su primer nombre: Magneto. Porque, aunque es verdad que los hechos que se narran se hacen bajo los ojos de un joven Max Eisenhardt (nombre real del mutante) su historia es la de millones de otras víctimas, su condición de antihéroe de Marvel nada aporta al relato y el relato poco aporta más a sus motivaciones, al menos en este cómic, y a un pasado que ya dejó definido Chris Claremont décadas antes.
Fiel a la historia
Greg Pak, uno de los escritores más sólidos de Marvel (Planeta Hulk), se tomó el encargo de la colaboración entre su editorial y la Fundación Wiesenthal con máximo interés, realizó cinco guiones hasta dar con el adecuado y el proceso de creación se dilató mucho más de lo habitual por la exhaustiva investigación que hizo sobre los hechos.
La historia de la familia Eisenhardt arranca en el momento en que el partido nazi se ha hecho con el poder y comienza a promulgar leyes raciales. Cada de uno de los personajes representa una forma diferente de enfrentarse a la amenaza, desde la incredulidad del jefe de familia a la indefensión de la hermana.
Pak repasa los grandes hitos históricos previos a la guerra, describiendo mediante hechos cotidianos como los nazis van imponiendo una política de miedo sobre los judíos hasta que su vida se hace imposible dentro de Alemania. Estas son quizá las páginas más frescas e interesantes del cómic.
La vida en el campo de concentración
Tras la huida a Polonia y un periodo en el gueto de Varsovia, el joven Max acaba en Auschwitz donde un antiguo profesor de la escuela le descubre los secretos para sobrevivir al campo de los horrores. Aquí la historia se vuelve más oscura, pero es un relato que ya hemos conocido por otras fuentes. Algunas páginas, como la de la habitación repleta de monturas de gafas, son de un brutal impacto visual.
Eisenhardt sobrevive como miembro de un sonderkommando, que eran los grupos de trabajo encargados de deshacerse de los restos de los exterminados en los campos de concentración. Pero con la guerra a punto de finalizar sabe que su memoria es un testigo incómodo para sus carceleros y la única forma de sobrevivir, porque esta es básicamente una historia de supervivencia que no deja espacio a la esperanza, es provocar una rebelión para propiciar una fuga. Hecho que históricamente ocurrió y que saldó con una matanza más.
Un dibujo particular
A pesar de ser un producto Marvel, Testamento tiene mucho de cómic europeo y a ello también contribuyen los lápices del italiano Di Giandomenico que se aleja de los musculados estereotipos del género para presentar un dibujo donde las sombras y la expresividad de los ojos marcan el relato. Su personal sistema de trabajo que emplea de sombras en tono sepia que luego mediante Photoshop convierte a negro dota al relato de una atmósfera inquietante.
Hay que destacar el excelente trabajo que hace con el color Matt Hollinsworth que con su paleta va marcando el estado emocional del protagonista. De los vivos colores del inicio se pasa a una gama cromática en la que los grises y los negros son los tonos dominantes.
Un bis de lujo
Acompañando a Testamento se incluye ‘La última injusticia’ una historia adicional escrita por Rafael Medoff y dibujada por dos leyendas del medio: Joe Kubert y Neal Adams. Cuenta la historia de la dibujante de judía de Mengele y su lucha por recuperar los retratos que hizo durante su cautiverio.
Conclusión
‘Magneto. Testamento’ es un gran cómic que se aleja de lo que tradicionalmente ofrece Marvel. Una historia cruda, pegada a la realidad, que hace de Magneto un testigo en primera persona de los horrores del Holocausto. Pak toma distancia del icono mutante para humanizarlo hasta tal punto que pierde cualquier referencia con su personalidad más conocida. La renuncia a que el protagonista use cualquiera de sus poderes es un peaje que ha pagado por mantener el relato fiel a la realidad.
