Cómic
‘Excalibur’. El exilio británico de los X-Men que mezclaba magia y multiverso
En plana euforia mutante Marvel, Chris Claremont ‘mató’ a la mayoría de sus criaturas y se llevó los supervivientes a Escocia.
A mediados de los 80 en Marvel mandaban los mutantes, las colecciones de La Patrulla-X eran los productos estrella mientras que Los Vengadores se mantenían en un modesto segundo plano. Así que cuando Chris Claremont, en una de las primeras grandes maniobras de marketing de la casa de las ideas, liquidó a la gran mayoría de los chicos del profesor Xavier en ‘La caída de los mutantes’ se produjo una auténtica convulsión.
Todo formaba parte de un plan bien medido para abrir nuevos horizontes, uno de ellos fue ‘Excalibur’ que unía esta vía con la figura del Capitán Britania. Este había debutado en 1976 de la mano de Chris Claremont, Herb Trimpe y Fred Kida en un cómic semanal que compartía páginas con ‘The Fanstastic Four’ y ‘Nick Fury’. Ya en los ochenta Alan Moore, Delano y Davis le darían un nuevo giro al personaje.
Dentro de la estrategia de Marvel estaba ampliar su mercado al viejo continente, en especial al británico, así que de la conjunción de todos estos acontecimientos surgió ‘Excalibur’. Un equipo formado por dos personajes autóctonos, Capitán Britania y Meggan, dos miembros de La patrulla X, Rondador Nocturno y Kitty Pryde, y una mutante venida de otra realidad, Rachel Summers, que era hija de Cíclope y Jean Grey en otro universo.
Un enfoque diferente
Si las otras colecciones de los mutantes tenían un tono pesimista, aquí Claremont se tira por el lado de la comedia, dando rienda suelta a historia imaginativas en las que al haber un menor número de personajes da tiempo a perfilarlos de mejor manera. Por un lado, está Bradock, que ahoga en alcohol la pena por la muerte du su hermana, Mariposa Mental. Su pareja es Meggan, una cambiaformas. Los problemas del Capitan Britania hacen que Rondador nocturno se acerque a su mujer y se forme un triángulo amoroso que añade un nuevo ingrediente al relato.
Excalibur no es la primera saga en Marvel en explorar el concepto de Multiverso, pero sí es pionera en la forma de abordarlo, ya que lo integra de manera natural en su relato, incluyendo un miembro del equipo de otra dimensión. Los intercambios con otras realidades son algo que se vuelve frecuente a medida que avanza la colección.
Alan Davis al dibujo
La importancia que dio Marvel a la colección es de tal calibre que puso a dos de sus primeros espadas al frente de ellas, Claremont era en ese momento el guionista de moda y del dibujante, Alan Davis, podría decirse lo mismo. El artista británico se había dado a conocer de la mano de Alan Moore con Capitán Britania a principios de los 80. En 1985 DC le firmó para Batman, pero tras desavenencias con el editor vuelve a Marvel en 1987 para formar equipo con Claremont: Nuevos Mutantes, Uncanny X-Men y Excalibur.
Su estilo es bastante clásico, no en vano sus grandes influencias fueron Neal Adams, Gil Kane, Barry Smith, y su principal característica es la facilidad para dotar de gran expresividad a los rostros. Su idea es hacer siempre compresible la historia al lector y no obligarle a pensar, emplea estructuras sencillas y ordenadas. Y reserva las splah-pages para momento muy especiales.
Evolución
La colección funcionó muy bien en ventas, la mezcla de magia que provenía del viejo mundo y de viajes interdimensionales dio fruto a aventuras de gran calidad creativa. En el número #24 Davis se iría del proyecto y Claremont haría lo mismo poco después (#27). Las historias fueron perdiendo fuerza hasta que Alan Davis regresó como guionista y dibujante para intentar levantar un proyecto que había perdido el rumbo.
Conclusión
‘Excalibur’ supuso un soplo de aire fresco para Marvel, era una vuelta de tuerca a sus colecciones exitosas de mutantes con la incorporación de personajes que venían del viejo continente y que tenía una vocación evangelizadora en ese territorio. Sus historias eran tan divertidas como atrevidas y cuando nadie atisbaba el potencial del concepto del multiverso, Excalibur ya navegaba en esas aguas como nadie antes.
