Crítica de ‘La habitación de al lado’: Almodóvar le habla a la muerte en inglés
La última película del cineasta manchego está protagonizada por las oscarizadas Tilda Swinton y Julianne Moore. Es su primer largometraje en inglés.
Nadie habla en la vida real como en las películas de Almodóvar. Y es una pena. Ya sea en un thriller como La piel que habito (2011), una comedia loca como Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) o la crepuscular Dolor y gloria (2019), todos y cada uno de los personajes de las películas del director manchego desprenden descaro e ingenio en sus palabras y solo entienden la vida de una forma: a través de la sinceridad, aunque el camino hasta ella esta se esconda tras una mentira. Ya sea para afrontar el reencuentro con un viejo amor, la lucha contra la soledad o, aún más traumático, el miedo a la muerte. Y desde hace unos años, además, el mundo del cineasta español más laureado habla en inglés. Primero fue en el western gay Extraña forma de vida (2023), un medio metraje de media hora protagonizado por Pedro Pascal e Ethan Hawks en el que Almodóvar utilizó uno de los géneros más estéticamente masculinizados para contar una bella historia de amor queer. Año y medio después, Pedro se traslada desde el desierto de Almería a las afueras de Nueva York para hablarle directamente a la muerte en La habitación de al lado (estreno el 18 de octubre), su primer largometraje interpretado en inglés por las totémicas Julianne Moore (Hannibal, Las horas) y Tilda Swinton (Michael Clayton, Las Crónicas de Narnia). Un film que conquistó al jurado del aclamado Festival de Venecia, que le concedió el prestigioso León de Oro a la mejor película del certamen.
Talento llama a talento. Y Almodóvar cuenta en La habitación de al lado con dos de las mejores actrices de Hollywood, dos ganadoras del Oscar, para que soporten a partes iguales el peso de un drama en el que cualquier otro director se hubiera dejado caer en la trampa del relato lacrimógeno. Swinton, que da vida a Martha, es una escritora que sufre una enfermedad en fase terminal que le pide a una vieja amiga también escritora, Ingrid, interpretada por Moore, que la acompañe en un último retiro espiritual en una pequeña casa de campo antes de poner fin a su vida. Una vez más, el miedo a la soledad y la certeza de la muerte se presentan como las dos grandes preocupaciones de Almodóvar, aunque esta vez el relato no llega al grado de excelencia que el manchego alcanzó en Dolor y gloria, probablemente su gran última obra maestra.
Eso sí, al contrario que en la película protagonizada por Banderas, esta vez Almodóvar mira de frente a sus dolores para sonreírle a la muerte. En una pequeña casa de campo, a las afueras de Nueva York, las dos protagonistas estrecharán su vínculo a través de la amistad, pero también del arte. Siempre bajo la paleta de colores tan única del director, donde los contrastes expresan el estado emocional de sus protagonistas, desde el verde de la esperanza al carmesí de la muerte, visibilizado en la puerta de la habitación de Swinton, situada arriba, que no al lado, de la de Moore. Juntas leerán a Hemingway, verán Dublineses, de John Houston, y reirán con las comedias de Buster Keaton mientras recuerdan escenas de su pasado, sin duda, la parte más floja de la película y en la que Almodóvar aprovecha para meter sus habituales morcillas por sus traumas pasados, especialmente los relacionados con la depravación en algunos sectores de la Iglesia.
Se podría decir que Almodóvar perfecciona en La habitación de al lado el estilo que le ha encumbrado en esta última etapa, desde Julieta (2016) en adelante, más formal, serio, menos alocado y en el que apenas quiere hacerse notar tras la cámara, más allá de una formalidad estética, para darle más espacio a sus actores, brillantes todos (también mención especial para el magnífico John Turturro, viejo amante de las protagonistas). Así, su primer largometraje en inglés puede que no pase a la historia como la mejor película del cineasta español, pero al igual que ocurre con otros autores como Woody Allen, hasta sus películas menos brillantes esconden más tesoros que la mayoría de las producciones. Y es que un poco de Almodóvar, ya sea en español o en inglés, es mucho.
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