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Opinión

El final de Final Fantasy VII Rebirth me ha dejado sensaciones encontradas

El título de Square Enix, ya disponible en PS5, sigue la línea del Remake y amplía y reinterpreta algunas cuestiones argumentales.

Actualizado a
Final Fantasy VII Rebirth

Reinterpretar una historia implica cambios, lo que supone un riesgo, sobre todo en obras de culto reverenciadas por millones de personas. Una de las razones de ser del proyecto Remake es extender el argumento, reforzar el contexto, profundizar en sus personajes, construir una narración que sobrepase en volumen a la del clásico de 1997, con todo lo que ello supone. La clave, lo que todos se preguntan, es cuál es el destino de Aeris en Final Fantasy VII Rebirth. Todos sabemos que la joven Cetra muere asesinada a manos de Sefirot en el Templo de los Ancianos, pero ¿se han atrevido a modificar su sino? Ni que decir tiene que a partir de este momento habrá spoilers del desenlace del título.

Tanto en Final Fantasy VII Remake como en Rebirth, el equipo creativo liderado por Tetsuya Nomura y Naoki Hamaguchi han jugado con la idea de los multiversos y las realidades laminadas. En el Final Fantasy VII original, Aeris está rezando cuando Sefirot cae del cielo y traspasa su cuerpo con la espada Masamune. La vida se le escapa y cae inerte, muerta. Esta secuencia ha pasado a la historia como una de las más impactantes y recordadas del videojuego, por lo que retocarla, aunque sea un poquito, puede tocar las emociones de muchos jugadores.

La historia de Final Fantasy VII Rebirth no se desvía tanto de la del original. Ni siquiera el final es tan diferente si lo analizamos en frío, pese a que que algunos cambios le restan potencia emocional. Al igual que en el clásico, Aeris reza y Sefirot aparece espada en mano, observando a la Anciana desde arriba mientras cae con su arma mortífera. En esta versión, Cloud corre en su dirección y trata de evitar que el villano la mate, pero para hacerlo debe ahuyentar a los espectros que la rodean. Cuando lo logra, detiene la espada y da la impresión de que la ha salvado. Sin embargo, la sangre empieza a manar y Aeris se desploma, mientras la materia que le sirve de coletero se desprende y el cabello se libera cual cascada en la naturaleza. En resumidas cuentas, como se mezclan varias realidades, en una de ellas se ha salvado, mientras que en la otra ha perecido.

No entraré a analizar el final porque me quiero centrar en las sensaciones. Tras esa escena, se producen una serie de combates, en los que Aeris llega a participar. También se intercalan momentos con el Zack de la otra realidad, un totum revolutum arriesgado, sí, pero que contribuye a añadir cierta confusión al conjunto. Al derrotar a los enemigos, el cadáver de Aeris descansa en el mismo lugar en el que cayó. Los compañeros lloran su muerte y Cloud musita un ‘despierta’ al oído. La joven abre los ojos, pero no es la Aeris de esa realidad: en ese lugar, en ese plano, la muchacha ha fallecido.

El final me genera reacciones encontradas no tanto por la confusión, que sin duda traerá cola y dará lugar a múltiples teorías, sino porque le resta impacto emocional. En Final Fantasy VII, el jugador era consciente de la muerte de Aeris y en consecuencia sabía que no había vuelta atrás. En Rebirth, Barret, Red XIII, Tifa, Caith Sith, Yuffie... todos derraman lágrimas, todos menos Cloud. El estudio ha suprimido la mítica escena del lago, en la que el exsoldado deposita el cuerpo de Aeris, que se hunde en las aguas para la eternidad. Se elimina el monólogo desgarrador del protagonista, con la importancia que tenía para el devenir de la historia posterior.

He de reconocerlo: me ha costado digerirlo, cuando lo vi me quedé un poco chafado, en fase de negación, porque el juego en sí me ha encantado. La conclusión a la que he llegado es que el hecho de que Cloud pueda ver a Aeris y mantenga un diálogo con ella quiebra el golpe emocional, lo atenúa y casi lo diluye al completo. Sentir indiferencia es lo peor que uno puede sentir en una secuencia que debería haber pulsado las emociones desde las entrañas.

Quizá estas impresiones cambien con la tercera entrega, tal vez sea una decisión medida y meditada. Lo que está claro es que a día de hoy hay más dudas que certezas.

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