“Se venden más libros pero cada vez se puede estar menos tiempo leyendo”
Juan Tallón charla con AS a propósito de su última novela ‘El mejor del mundo’ sobre el proceso de escritura en general y el propio.
Juan Tallón (Villardevós, Orense, 1975) es el autor de ‘Obra Maestra’, novela publicada por Anagrama en 2022 con la que ganó el Premio de Novela Europea Casino de Santiago en su 17ª edición. Pero Tallón es también el autor de ‘Rewind’, ‘El váter de Onetti’, ‘Fin de Poema’, ‘Mientras haya bares’, ‘Manual de fútbol, un libro en fuera de juego’ o ‘El mejor del mundo’, su última obra. Gallego de cuna y hábitat, la morriña puede tocarse en su escritura fina y melancólica, de la que se agarra en el tuétano. Con un largo recorrido en prensa desde sus primeros artículos y reportajes en La Región de Orense que le llevaron, entre otros, a El País o el Diario AS, mantiene con AS una larga charla en el Festival de Literatura Expandida de Magaluf (FLEM), esa iniciativa a dos manos entre la librería Rata Corner y el grupo INNSiDE by Melià que está cambiando el paso, y el tipo de turismo que recibe esta localidad en Mallorca, amarrado a la cultura. Una charla que resulta un lujo, sobre los procesos del escritor en general y particular, regada por su clarividencia y gallega melancolía. También cuando habla.
Ya no escribe de fútbol.
Llegó un momento en el que estaba cansado de escribir sobre deporte y, además, estancado. Me repetía, hacía las columnas sobre deportes un poco por inercia. Y, entonces, no tenía sentido. El de que me pagaban por ello, pero no era suficiente. Añadido a esos dos elementos llegó un tercero, una oportunidad profesional que me obligaba a renunciar a algunas cosas. Y me aparté de la escritura sobre el fútbol con la idea de hacerlo de una vez y para siempre, como cuando dejas de fumar o beber. Por eso me da un poco de pereza cuando me preguntan por el fútbol. También el fútbol me ha empezado a generar cierto cansancio. Mucho fútbol, a todas horas fútbol, demasiado fútbol.
¿Cómo se hace un rojiblanco en Orense?
Sí, es raro. Mi padre era del Atlético. En un momento dado salió para trabajar en Madrid, Puertollano, y se hizo del Atlético, muy jovencito. Y yo, claro, vivía en ese ambiente, que era de nicho, en una aldea muy pequeña, de 300 habitantes o algo así, en Orense. Aunque con la Real fue como un flechazo en los años que ganó la Liga, el 81, que alguien me regaló la camiseta de Arconada. Pero siempre he sido del Atlético porque mi padre lo era.
Lo primero que escribe fue ‘Manuel Murguía: cartas de un luchador’, en 1997, que tenía 22 años. Muy joven.
Ese fue un relato que me publica la Universidad en un concurso literario. Es un relato en el que yo ya empezaba a hacer lo de desdibujar los límites entre lo real y lo ficticio, generando siempre la duda de ¿ante qué estamos?, ¿qué es esto? En ese texto partía de unas cartas que habían aparecido en casa de un vecino de Manuel Murguía, el marido de Rosalía de Castro y, a partir de ellas, hacía una ficción.
Sus primeros cuatro libros fueron en gallego.
El primero fue una novela que se titula La autopsia de novela, después La pregunta perfecta, más tarde Fin de poema y la cuarta El váter de Onetti para la que no encuentro editor. Entonces la traduzco al castellano y ya nunca más vuelvo a escribir en gallego.
¿Hay diferencia para usted a la hora de escribir en un idioma u otro?
Sí. Soy una persona que domina las dos lenguas, las habla habitualmente y, desde el punto de vista literario, me manejaba. Es cierto que ahora no lo hago con soltura en la escritura en gallego porque cuando dejas de utilizar un idioma en determinado registro, en este caso el escrito, vas perdiendo habilidades.
¿En su infancia le rodeaban los libros?
Hubo una época en la que leía muchos cómics de Disney y recuerdo que mi padre siempre me traía, todas las semanas.
¿Qué referentes tenía?
Recuerdo algunas novelas de Julio Verne, versiones reducidas. Y después ya las lecturas del instituto, pero mi gran momento de despertar a la escritura fue a raíz de leer American Psycho, de Bret Easton Ellis. Eso lo cambió todo.
¿Por qué?
Por primera vez leía un libro que hablaba de un mundo que para mí era familiar. Absolutamente. A través del cine, las marcas. Esa era la realidad en la que yo vivía. Lo inmediatamente anterior había sido El libro del buen amor del Arcipreste de Hita, entonces, cuando yo leí American Psycho…, pum... Me lancé a escribir.
¿Sí?
Un texto imitación, por supuesto, porque en esas épocas hay cierta vocación pero también desorientación. Lo que haces es imitar a lo que te gusta. Tuve una época Easton Ellis, de Umbral, Enrique Vila-Matas… Vas encontrando o vas abriendo tú una veta por la que puedas ir solo. Influenciado por otros pero no guiado.
Pero usted luego estudia filosofía.
Sí. Me había gustado en el instituto y pensé que esa era una carrera que podía ser interesante porque me iba a dejar tiempo para escribir y leer lo que a mí me apeteciera. Nunca la hice con vocación de ser profesor sino porque la podía sacar sin demasiado esfuerzo. Cuando la terminé empecé a trabajar en medios.
¿Y cómo se pasa de estudia filosofía a trabajar en medios de comunicación?
Cuando terminé la carrera mi vocación literaria ya era muy fuerte. El sueño de vivir de la escritura también. Sabía que de los libros quizá no viviría nunca pero de la escritura, en este caso en los medios, sí que podía. Empecé enseguida. Con una colaboración en un periódico local, La Región de Orense. Después de una columna me llamaron para hacer una prueba para redacción, aprendí el oficio en unos meses y me quedé en ese periódico ocho años en dos épocas distintas.
¿Y?
Lo dejé para escribir discursos para un ministro y, cuando se acabó esa etapa, decidí que nunca volvería a una redacción pero que trabajaría en los medios. Empezó un peregrinar con muchísimas cabeceras escribiendo columnas y reportajes.
No escribirá en gallego pero en sus textos sí que se toca la morriña.
Claro, uno pasa por la vida y la vida pasa por él y aquello de lo que está rodeado le acaba penetrando. Yo siempre he vivido en Galicia salvo once meses en Madrid. La cultura del país, las tradiciones, las gentes, son mi bagaje. Esa forma de contar las cosas, de aproximarte a los relatos es deudora de con quien yo he estado, convivido, y me ha acabado incluyendo.
‘El mejor del mundo’, su último libro. No ha tardado diez años en investigar como en su anterior, ‘Obra maestra’, ¿no?
No, no (ríe). Cero investigación. ‘Obra maestra’ generó cierto impacto.
¿Le sorprendió?
A mí siempre me sorprende que un libro mío pueda tener repercusión. Y esta bien que uno no tenga demasiadas expectativas de lo que va hacer porque así después tampoco se incumplen. Cuando empecé a pensar “¿qué voy a hacer ahora después de Obra Maestra, cuando se ha hablado tanto de ella, cuando el libro está tan asimilado a un autor… El autor de Obra Maestra”. ¿Qué haces después? Porque ese para mí ya es un libro muerto. Ya está escrito, ya he dado lo mejor de mí en él, ya no puedo hacer nada más, ya puedo continuar, aunque el libro esté ahí siempre, flotando en el aire. Pero yo ya tengo que alejarme. ¿Cómo me evado de su influencia? Proponiendo una idea que sea difícil de comparar con la anterior.
Y se le ocurrió ‘El mejor del mundo’.
Sí. Trabajar sobre un episodio profundamente extraño que rompe la barrera del realismo y tiene su origen en un sueño de juventud. La extrañeza atraviesa al personaje, Antonio, un empresario de éxito que después de un viaje de negocios por América regresa a Orense y empieza a advertir que todo ha cambiado. Me pareció interesante esa premisa. En quince días en su vida nada tiene que ver con lo que era antes. Su familia ya no es la misma, cambia la ciudad, el mundo y cambia él, su pasado personal es diferente. Es una experiencia muy poderosa, impactante, agobiante, destructiva… Que te obliga a un duelo rápido porque tienes que sobrevivir en un mundo desconocido. Me parecía que eso estaba a años luz de ‘Obra Maestra’ y eso es lo que a mí me interesaba.
¿Cuál es su proceso para escribir?
No tengo ninguno aunque sí que es cierto que, de unos libros para aquí, procuro planificar bastante. Trabajo mucho las estructuras. Me parece que cómo se cuenta una historia, cómo se genera un impacto, es más importante. Todos tenemos una historia que contar pero cómo la construimos para volverla todavía más atractiva es decisivo. Antes del libro viene siempre la libreta. Y yo trabajo mucho esa libreta y, cuando me parece que ahí ya hay un trabajo sobre lo que voy a hacer, empiezo. Y lo que sucede a partir de ese momento es muy rápido porque escribo muy rápido. El primer borrador está en meses. Da igual si la novela tiene cien, doscientas, trescientas páginas. Después reescribo lentamente.
¿Lee sus libros?
Se me hace un poco insoportable visitar un libro mío como lector. “Jo, cómo pude haber escrito esto”. “Jo, cómo se me coló esto”. Si eso te pasa ya en tres páginas… ¡Ni loco! ¡Nunca se me ha ocurrido algo así!
Formó parte de la edición de 2024 del Festival de Literatura Expandida de Magaluf, en Mallorca, una cita que ya se ha acodado en la cultura de este país con un cartel heterodoxo y que lo aúna todo. ¿Cuánto aporta?
Vivimos un boom muy particular de los festivales ya no solo en España, en Europa, Francia, Italia… Ya no solo de literatura. Hay festivales de todo. Se está institucionalizando la socialización en torno a la cultura del libro o de la música. Hay como una demanda de estar cerca de los creadores que te gusta leer o escuchar, a la que los autores nos hemos prestado, por supuesto. Porque los festivales a) están pagados y es una fuente de ingresos, o b) te permiten promocionar el libro que acabas de sacar. Y, junto a ello, está el hecho de compartir. Conversación, intercambio. Con autores y autoras, lectores. Enriquece. En el caso del FLEM se ha creado algo original: tienes la sensación de que no es otro festival que se suma a la ola. Están haciendo algo que es casi marca. Y aprovechando el elemento Magaluf: crear en un espacio con una imagen destrozada por el turismo de borrachera barato un espacio en el que se puede difundir cultura es una idea increíble y audaz.
¿Siente si hoy en día la gente joven en día lee?
Tengo la sensación de que en los últimos años se están vendiendo más libros que hace diez. Lo que me permite concluir que, sí se compran más libros, es posible que se lea un poco más. Pero, por otra parte, también tengo la sensación de que cada vez estamos más distraídos. Y cada vez tenemos menos capacidad de concentrarnos durante más tiempo, en este caso ante un libro. Hay 50.000 factores que nos están intentando distraer. El móvil fundamentalmente. Pero también la tele. Se venden más pero cada vez se puede estar menos tiempo leyendo sin distraerse con el móvil. Yo antes era capaz de leer durante horas seguidas y ahora seguidas no soy capaz ni una.
¿Ahora vive de la literatura?
Bueno, vivo de la escritura. Una mezcla del trabajo en prensa y los libros que vendo y está bien así, que haya que hacer más de una cosa para ganarse la vida. Me parece interesante. Para no generar ensimismamiento y estar más apegado a la realidad.
¿Qué ha pasado en Galicia en los últimos años, que están Jabois, Carretero, Lucía Taboada…? Siempre ha sido una cuna de grandes escritores pero hay una hornada muy grande que han salido a la vez.
Simplemente se han dado las azarosas circunstancias de que, lo que hacíamos, ha tenido repercusión fuera de Galicia. Y hay mucha gente que está creando en Galicia. Muchísimas poetas que están siendo reconocidas fuera, en el país. Hablo de Premios Nacionales. De Olga Novo, Chus Pato, Alba Cid. Quizá siempre ha habido, lo que pasa es que ahora se han empezado a dar las condiciones para que uno pueda empezar a ser reconocido fuera de Galicia sin necesidad de salir. Si hace hace veinte años tenías que ir a Madrid o Barcelona para conseguir que te prestasen atención se ha descentralizado el punto de creación, se hace desde otros sitios y sin moverse de estos.
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