Scud Race: el mítico juego de carreras de Sega potenciado por la tecnología militar de Lockheed Martin

Aunque no fue tan emblemático como Daytona USA (1994) o Sega Rally Championship (1995), Scud Race supuso una auténtica revolución en los salones recreativos cuando fue lanzado en el año 1996. Este juego de carreras era toda una proeza técnica por un factor diferencial con respecto a los otros juegos mencionados: su placa arcade, la legendaria Model 3, utilizaba tecnología de simuladores militares y aeronáuticos profesionales de Lockheed Martin.

Del simulador militar al salón recreativo: así era Scud Race, y por qué la placa Model 3 de Sega fue tan revolucionaria

Aunque Sega ya había colaborado previamente con la contratista de defensa y tecnología aeroespacial Lockheed Martin a la hora de crear su placa Model 2, con la Model 3, fabricada en 1996, esta compañía tomó un rol determinante en su fabricación. Mientras que con la Model 2 solo se usaron componentes de este conglomerado tecnológico para producir gráficos poligonales y texturizados en 3D, en la Model 3, su implicación fue mucho mayor, y en el momento de su lanzamiento se consideró que fue la placa arcade más potente del mundo.

La Model 3 de Sega utilizaba el chipset Real3D/Pro-1000, que era tecnología de simuladores militares y aeronáuticos profesionales. Este nuevo pipeline gráfico mostraba novedosos efectos de iluminación y texturas, número de polígonos increíble, reflejos realistas, distancia de dibujado enorme y una gran densidad geométrica sin que el rendimiento se resintiese lo más mínimo, algo con las que consolas de la época, como Sega Saturn, PlayStation o Nintendo 64, no podían ni atreverse a soñar.

El salto generacional que mostró Scud Race fue considerable y si parecía que era un producto “de otra industria”... es porque, en cierto modo, lo era. El know-how científico-militar de Lockheed Martin era palpable, y sencillamente no había nada cercano a nivel técnico en su momento en el sector de los videojuegos.

Scud Race —conocido como Sega Super GT en Estados Unidos— fue el título que estrenó la flamante placa Model 3 de Sega, lo cual era toda una declaración de intenciones. A su manera, se puede considerar que era un benchmark de lo que era capaz este nuevo hardware, que no era poco precisamente. A lo largo de cuatro circuitos diferentes, los jugadores podían ponerse a los mandos de varios vehículos de la BPR Global GT Series, un campeonato de automovilismo que se disputó desde 1994 hasta 1996.

No exageramos lo más mínimo si os decimos que ver este juego en movimiento era increíble, y más en su momento. Sencillamente, no había otra cosa que se le pareciese remotamente, por lo que supuso uno de esos títulos que empujaron el techo técnico de lo que creíamos posible en la industria.

Mientras que Daytona USA o Virtua Racing fueron títulos punteros técnicamente, Scud Race los dejaba completamente en pañales gracias a su apartado gráfico sin rival, con unos modelados y texturas de los vehículos con un gran realismo, escenarios enormes y repletos de detalle, y unos 60 FPS estables en todo momento.

El legado de Scud Race, y por qué sigue “atrapado” en arcades

Pese a que fue todo un hito técnico, lamentablemente su repercusión fue limitada, y es un título relativamente desconocido incluso dentro del extenso catálogo de juegos de carreras de Sega. Al margen de coincidir con un contexto complejo donde los salones recreativos comenzaron a entrar en declive, todo apunta a que su complejo sistema de conducción fue el otro gran responsable de espantar a la clientela: este videojuego tenía una mecánica muy peculiar de “acelerar en derrape”, que permitía mantener la aceleración mientras nos tomábamos curvas a un determinado ángulo.

Esta maniobra no era simple de ejecutar, por lo que, a todos los efectos, las máquinas de Scud Race se convirtieron en tragamonedas que muchos interpretaron como una forma demasiado agresiva de monetización. Por esta razón, el videojuego nunca fue lo suficientemente popular como para propiciar un port a consolas domésticas como sí los tuvieron Sega Rally o Daytona USA. O lo que es lo mismo: Scud Race lleva casi treinta años atrapado en el “infierno arcade”, y todo apunta a que así seguirá siendo por los siglos de los siglos.

En definitiva, pese a su hardware de otro planeta, Scud Race no pudo retener una base de fans lo suficientemente grande que justificase el lanzamiento de nuevas entregas o ports para consola, por lo que, a todos los efectos, quedó relegado de “juego puntero” a “curiosidad de la época”. Sea como fuere, una cosa está clara: este título tuvo el merecido honor de ser el juego con mejores gráficos del mundo en 1996, y todo fue gracias a la colaboración con Lockheed Martin, un gigante tecnológico que había trabajado con la mismísima NASA y con el Pentágono.

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