¿Qué libro leo esta semana?
‘La Sociedad de la nieve’, el libro que llevó a los Oscar a J.A. Bayona
La obra de Pablo Vierci nos acerca el testimonio desgarrador de los dieciséis sobrevivientes al accidente del Fairchild en octubre de 1972 de una forma magistral y sobrecogedora.
El 21 de diciembre de 1972, un arriero chileno se iba a convertir, sin él saberlo, en el vínculo que uniera la civilización con una sociedad recién creada; en la última esperanza de dos jóvenes que habían desafiado a toda razón y lógica al atravesar durante diez días el desierto de hielo, nieve y vientos gélidos que son los Andes. Aquel día, cuatro antes de Navidad, Fernando “Nando” Parrado y Roberto Canessa encontraron a Sergio Catalán y con él hallaron el premio a la resiliencia, humildad y ganas de vivir por la que tanto habían luchado durante 72 días tras sufrir una de las mayores tragedias aéreas de la historia de Latinoamérica.
Admitámoslo, pocos son los lectores que se embarcan en la lectura de un libro habiendo visto la película. Juan Antonio Bayona mostró a la perfección lo que los dieciséis supervivientes plasmaron en la obra de Pablo Vierci, un relato que estremece y pone los pelos de punta, pero que tiene un mensaje de esperanza y humanidad como pocas.
El lector de ‘La Sociedad de la nieve’ (editorial Alrevés) encontrará una obra en la que se explican cronológicamente todos los hechos acontecidos aquel octubre de 1972, pero también los testimonios (escritos con su propio puño y letra) de cada uno de aquellos hombres que desafiaron a la razón y a toda lógica al sobrevivir a uno de los peores escenarios que un ser humano se puede ver sometido.
Pablo Vierci (Montevideo, 1950) consigue trasladar al lector a los Andes gracias a una pluma tan sencilla como efectiva. El autor uruguayo sabía perfectamente que ‘La Sociedad de la nieve’ debía ser una obra que contara la historia de un grupo de jóvenes a los que, de un día a otro, la vida les dio un vuelco. Por eso no se anduvo con párrafos interminables y con florituras narrativas.
Optó por contar lo que pasó, pero con un matiz importante: el aspecto humano.
Diferencias con ‘¡Viven!’
Tal y como explica Moncho Sabella (uno de los dieciséis supervivientes) dentro de las páginas de ‘La Sociedad de la nieve’: “En el libro ‘¡Viven!’ el autor no pudo subir a la montaña, y entonces el texto relata las anécdotas. Es la narración fría de los hechos, no se descubre la humildad, que es la esencia de la historia.”
La obra de Pablo Vierci se centra en exclusiva en contar la historia desde el punto de vista del quién y no únicamente del qué, por lo que le da una dimensión totalmente distinta a todo lo acontecido aquel viernes 13 de octubre de 1972 cuando el avión de las fuerzas armadas uruguayas se estrelló contra los Andes, después de que los pilotos se confundieran y viraran la aeronave antes de tiempo.
‘La Sociedad de la nieve’ tiene pasajes de terror absoluto que removerá el estómago y la conciencia del lector. Sus pasajes, gráficamente descritos (sí, incluídos los del canibalismo), y sus testimonios crudos y estremecedores, pueden llegar a hacer pensar al lector que de ninguna forma están leyendo una historia real, sino que todo se trata de pura ficción.
La antropofagia: tan importante como secundaria
Una de las cosas que siempre han dado más “morbo” y que ha generado cientos de tertulias a lo largo de estos cincuenta y dos años ha sido el tema del cómo se alimentaron los sobrevivientes del accidente. En el libro esto no se evita, es más, todos los protagonistas hablan de ello sin miedos y todo lo explícitos que cada uno optó por ser. Pero ‘La Sociedad de la nieve’ destaca, sobre todas las cosas, por ese viaje psicológico que cada uno experimentó durante aquellos días.
Particularmente impactantes son las palabras de Álvaro Mengino: “Cuando le conté a Margarita que comimos los cadáveres quedó totalmente impactada, no podía creer lo que estaba escuchando. Luego le conté a papá, y para él también fue un shock, la expresión de su cara lo delató. Por eso yo pienso que la felicidad es efímera, porque en el primer instante ya se abrió esa pequeña grieta, cuando yo sólo requería comprensión”.
El lector de ‘La Sociedad de la nieve’ se verá sometido a constantes golpes psicológicos en los que toma conciencia que en aquellos días no había un solo día bueno y que las cosas, a pesar de que se creía imposible, siempre podían ir a peor. Pero también queda latente el sufrimiento que tuvieron los familiares de los sobrevivientes. Especialmente doloroso es lo que dice Daniel Fernández: “El padre de Gustavo Nicolich estaba convencido de que su hijo se había salvado. Hubo una confusión con la lista, y donde decía «Gustavo», por Gustavo Zerbino, interpretaron que era por Gustavo Nicolich. Cuando está a dos pasos me pregunta: «Daniel, ¿en qué helicóptero viene mi hijo?», y yo le respondí sin vacilar, con la forma dura y cortante con que hablábamos en la montaña: «Gustavo no viene». Así, con esas tres palabras, Nicolich se enteró de que su hijo había muerto por segunda vez, porque Gustavo se le murió en el accidente, resucitó y se le volvió a morir en ese momento”.
La luna como “objeto” de trueque
Allí en la nieve, dicen todos en algún momento de la obra, se había formado una sociedad diferente, totalmente opuesta a la terrenal, a la nuestra. En muchos sentidos, esa sociedad fue primitiva y entre otras muchas cosas, un factor que volvió de los orígenes de los tiempos fue el “económico”: el trueque.
Cuenta Carlitos Páez que en la montaña cada uno tenía un rol asignado e incluso su posición para dormir dentro del fuselaje. Él tenía el rol de vaciar la cámara de la pelota de rugby que los accidentados usaban para orinar. Un día decidió que se había cansado de hacerlo y decidió negociarlo: lo haría a cambio de cigarrillos. Pero una noche, Alfredo Strauch, falto de los mismos, le dio algo más valioso: la luna. “Adolfo tomó un espejito de mujer que tenia entre los pulóveres, lo colocó en una posición que ya conocía, y allí se reflejó, a través de la ventanilla ovalada del avión, una luna llena, redonda y mayúscula. Me quedé con la imagen grabada en las pupilas. Había creído tanto en los Andes que mis amigos me regalaban la luna.”
¿Merece la pena leer ‘La sociedad de la nieve’?
Rotundamente, sí. No solo si te ha gustado la película de J.A. Bayona, sino porque es un testimonio directo y en primera persona de aquellos que lo vivieron. Estamos ante un libro en los que el horror y la esperanza conviven de una manera extraordinaria y que todos los amantes de la lectura (y los que no lo son) deberían leer, al menos, una vez en la vida. ‘La sociedad e la nieve’ es el relato de dieciséis puntos de vista de una misma tragedia, es un ensayo que transciende más allá de las páginas, tocando el alma del lector.
Y eso es lo que hace de esta obra algo extraordinario.