La estrategia más aburrida de Risk es también la más efectiva para ganar partidas y desesperar al resto de jugadores

Con más de sesenta años a sus espaldas, Risk no solo es uno de los juegos de mesa más populares de todos los tiempos, sino también el causante indirecto de decenas de amistades rotas. Aunque muchos jugadores siempre se lo han tomado como una fantasía de poder y conquista global, la realidad del reglamento y el propio diseño del juego fomentan estrategias más conservadoras. Como muchos ya sabrán, la táctica más eficaz no es expandirse sin ton ni son porque se diluye el poderío militar de tus ejércitos, sino atrincherarse, minimizar riesgos y acumular tropas hasta poder arrasar con cualquier oposición. En la mayoría de los casos, campear en Oceanía y Australia es la estrategia ganadora.

Por qué atrinchearse en Oceanía en Risk es una estrategia tan poderosa como desquiciante

En las versiones más modernas del popular juego de mesa, el reparto de territorios inicial entre los distintos jugadores se hace al azar. No obstante, la reacción de cada jugador a “lo que toca” indica su grado de veteranía: mientras que a un novato tener tres de los cuatro territorios de Oceanía le parecería una condena, para los más curtidos es una bendición caída del cielo.

Oceanía es el continente más pequeño del juego. Controlar sus cuatro territorios solo ofrece dos tropas extra por turno a la hora de reforzar a los ejércitos, por lo que, a priori, no es un objetivo muy suculento. Ahora bien, en las versiones clásicas del juego, es la fortaleza perfecta porque tiene una única vía de entrada y de salida: la línea que conecta Indonesia y Siam.

Mientras que otros continentes más grandes —como Norteamérica, Europa o Asia— ofrecen mayores bonificaciones a los refuerzos que se obtienen por turno, también representan un mayor problema a la hora de conservar el terreno dadas las múltiples vías de entrada que hay desde territorios colindantes. Es decir, el propio balance competitivo del juego brinda mayores recompensas por conservar estos continentes al completo precisamente porque es difícil —y poco práctico— hacerlo.

O lo que es lo mismo: si se tiene mucha suerte durante el despliegue inicial —o se es lo suficientemente intrépido como para entrar por la fuerza en Oceanía—, la estrategia ganadora consiste simplemente en acumular tropas en Indonesia mientras el resto de jugadores se aniquila entre sí. La idea es que el goteo de tropas extra vaya haciendo efecto bola de nieve hasta que, en un determinado momento, el jugador que controle el continente pueda simplemente salir de paseo conquistando el planeta entero región a región.

Eso sí, tened en cuenta que hay ciertas ediciones del juego —como Risk 2210— en las que, quizá referenciando lo poderosa que es esta estrategia en los formatos clásicos, no se puede acampar indefinidamente en Oceanía tan fácilmente. En esta edición en particular hay nuevas mecánicas como nuevos territorios marítimos que efectivamente añaden nuevas entradas y salidas al continente.

La verdadera “moraleja” de Risk es que no gana el jugador que más soldados tiene, sino el más paciente

En última instancia, las partidas de Risk no las gana ni el jugador más audaz ni el que mejor encadena ofensivas espectaculares con su buena dosis de potra a los dados, sino aquel que entiende que el juego es, ante todo, una prueba de paciencia y resistencia. Atrincherarse en Oceanía y reforzar Indonesia para crear un muro infranqueable durante los primeros turnos para evitar que nos toquen puede no ser la forma más divertida de jugar, pero sí la más coherente con lo que el reglamento propone.

Al final, en Risk, como en tantos otros juegos de mesa, la victoria no suele ser para quien más territorio conquista sin perspectivas reales de conservarlo, sino para quien comete menos errores durante más tiempo, aunque eso implique aburrir y desesperar a partes iguales al resto de jugadores.

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