¿Qué leo hoy?
‘Buenas noches, Punpún’ y el día que Aiko Tanaka nos rompió el corazón
Nuestra recomendación del día es Oyasumi Punpun, de Inio Asano, un manga demoledor sobre el amor, la vida y lo difícil que es crecer.
Es el dementor de los mangas. Una trampa para el alma del tamaño de un cepo para osos. ‘Buenas noches, Punpún’ es un relato impredecible cuya recta final provocaría pesadillas incluso en aquellos que han olvidado la última vez que lloraron o tuvieron miedo. En esta serie compuesta de trece tomos, cuando crees que has tocado fondo se abre una nueva escotilla que conduce a una planta extra en el sótano de la locura. Los psiquiatras recetan antidepresivos. Inio Asano, tristeza.
Esta introducción resultará de lo más extraña e injusta para quienes sólo hayan leído uno o dos tomos. Al fin y al cabo, la historia de Punpún empieza pareciéndose a Stand by me (Cuenta conmigo), la maravillosa película de Rob Reiner basada en un relato de Stephen King. Durante los primeros compases, todo parece inocente, dulce. Creemos estar ante una novelita de aventuras simpática y ligera.
Un alumno de primaria (Punpún) se enamora de la chica nueva de clase (Aiko), recién llegada a su colegio. Para impresionarla, el chico, quien nunca había destacado por su valentía, se apunta a una peligrosa excursión con ella y sus amigos. Su particular banda de pringados, aún niños de mamá, se interna así en un edificio abandonado en busca de varios cadáveres de los que han oído hablar y del dinero que hay enterrado junto a ellos.
Sumadle que Punpún no habla, está dibujado como si fuera un pollito, un dibujo animado, y que nadie en ese mundo por lo demás hiperrealista parece darse cuenta. El cóctel os dará ganas de achuchar a sus personajes y hacerles de guía en un mundo demasiado cruel para ellos. Pero entonces comienzan los saltos temporales.
De un tomo a otro empieza a haber años de diferencia en la vida de sus personajes y el caos empieza a apoderarse de todo. Cada mísero detalle de esa excursión marcará a los implicados, pero estos verán cómo se separan sus caminos y desearán con todas sus fuerzas volver a aquella aventura. Pero así es la adolescencia. Así es crecer. Incontrolable, duro, fatal.
Con el correr de las páginas ya no es un cosquilleo lo que experimentamos. Desaparece la ilusión y la magia de las primeras veces, de los primeros capítulos. Los acontecimientos a los que asistimos empiezan a doler. La vida pasa por encima de los personajes y uno se queda con la esperanza de que las cosas mejoren. Sigues leyendo para ver si algún día Punpún se termina de reencontrar con Aiko, para ver si ella se acuerda de él y si el amor triunfa al final. Para ver si acaba yéndoles bien a nuestros pupilos. Te aferras a que superen sus depresiones, a que sus crímenes no den con ellos en la cárcel, a que rompan sus relaciones tóxicas y conozcan a alguien que por una vez les haga bien. Pero nunca sucede.
Como si fueran arenas movedizas, cada vez estás más enfangado. El arco final es de lo más desolador, abrumador y catártico que ha pasado por nuestras manos. Tan doloroso que aún sangramos por él y lloramos por las noches. ¿Por qué recomendar algo así, entonces? Muy sencillo. Porque como decía la escritora Donna Tartt: “La verdadera belleza es aterradora. Cuando decimos que algo es realmente hermoso es porque nos hace temblar en su presencia”. Oyasumi Punpun no puede dar más miedo. No puede parecerse más a la vida contemporánea. Y las emociones de esta, incluso las oscuras, no pueden ser más bonitas.