Libros

Eva Baltasar: “El contexto que vivimos recuerda a las sociedades medievales”

La autora de ‘Permafrost’ charla con AS de los procesos de escritura, de su paso por el FLEM 2025 y de las voces literarias. Mientras se repasa. Un gusto.

Eva Baltasar posa para AS en el FLEM 2025.
Patricia Cazón
Patricia Cazón Trapote nació en Zotes del Páramo, León, en 1980. Licenciada en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca y Master de El País trabajó en El Diario de León y El País Semanal antes de llegar a AS en 2004. Cronista del Atlético desde 2016, es autora de cuatro libros y tertuliana en El Golazo de Gol y Estudio Estadio.
Actualizado a

“Si sobrevivir es lo importante, tal vez la resistencia sea la única forma de vivir intensamente. Ahora, en este borde, me siento viva, más viva que nunca”, escribía Eva Baltasar (Barcelona, 1978) en Permafrost, esa novela que fue el comienzo del Tríptico (o Trilogía) de Los Cuerpos Salvajes y que la contiene por completo. A ella y sus personajes en los márgenes. De hecho, todo comenzó como una terapia, el ejercicio de un psicoanalista que le pidió que se narrara a sí misma. De pronto la voz literaria que de entre las hojas del cuaderno que llenaba se hizo tan potente y tan separada de ella misma, cada vez más lleno el relato de pequeñas mentijirillas, abandonó aquello, lo primero, y la siguió, a la voz. Ella, que se había acunado en los libros de Agatha Christie, ya escribía poesía e iba encadenando trabajos sin contrato fijo que le permitieran eso, seguir escribiendo, aunque no pudiera vivir de ello. De todos, solo se hubiera quedado en uno, el de pastora. “Ayudante”, matiza, con una sonrisa ancha que le chispea en el rostro. Recuerda que las ovejas eran muy obedientes y que las cabras…, bueno, que las cabras son revoltosas, inquietas, “por eso el dicho de que siempre tiran al monte”, y también generosas. “Si una oveja se quedaba sola, descarriada, la adoptaban como propia”, cuenta en ese ascensor que viaja de la sexta planta del INNSiDE by Meliá Calviá Beach que acaba de regresar al suelo, donde se celebra la quinta edición del Festival de Literatura Expandida de Magaluf (FLEM) del que ha formado parte, con una charla junto a Rita Bullwinkel y Glória de Castro. En diciembre de 2024 fue condecorada con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes junto a otros artistas como Maribel Verdú, Camela y Robe Iniesta.

El año pasado una indisposición no le permitió asistir con Ocaso y fascinación (2024), su último libro editado aunque no escrito. El siguiente está ya terminado, se publicará en 2026. Y como Eva Baltasar ha vuelto al FLEM en 2025 habla desde la terraza de una de las suites más exclusivas del hotel sobre su carrera y escritura, sobre tu camino, lleno de artesanía y verdad, como su prosa, esa que sigue abrazando la poesía en cada línea. Sus libros llegan porque son capaces de mondarle la piel al lector, contarle desde tan adentro que pique, que queme, que se asienta. Es una de las voces contemporáneas más inspiradoras en Cataluña y España. Y está esta mañana sentada con AS. En el FLEM. Contándose. Qué regalo. Solo se puede alzar mucho la grabadora y asentir mientras habla. “Y puedo sentir toda la humanidad dentro de mí, concentrada en un lugar absolutamente personal”, que también dice Permafrost. Eso son sus libros, la lucidez con la que habla de ellos y de todo.

Eva Baltasar: “El contexto que vivimos recuerda a las sociedades medievales”
Imagen de la charla de Eva Baltasar en el FLEM 2025. miquel angel canellas serra

Cuál fue el primer libro que en su vida le marcó? ¿Alguno sembró en su cabeza ese pensamiento de: “Yo quiero hacer esto”?

No, “yo quiero hacer esto”, como escribir, nunca lo pensé.

¿Ah, sí?

No. Yo leía y leía. Leía de forma compulsiva, muchísimo. Empecé con los típicos libros de El Barco de Vapor, que me regalaban dos al año, y era como algo horrible porque me los terminaba en una tarde y ya está. Aunque no me atrapaban especialmente. Empecé a disfrutar leyendo cuando mi madre era miembro del Círculo de Lectores y llegaban muchos libros a casa. Leía sobre todo literatura iberoamericana. Recuerdo a Cortázar, a Gabriel García Márquez, a Octavio Paz… y luego llegaron los libros de Agatha Christie, que fue cuando realmente me atrapó la lectura. Empecé a leer disfrutándolo muchísimo. Igual tenía diez años (ríe).

¿Y en qué momento se hizo escritora? Porque usted era lectora.

Y escribía, pero empecé muy tempranito, con tres años ya. Estaban los típicos cuadernos del colegio en los que, los lunes, tenías que apuntar lo que habías hecho el fin de semana, y a mí se me terminaban enseguida. Tenía un montón. Me encantaba, me-en-can-ta-ba narrarlo. Luego empecé un diario personal, también muy pequeñita, y cada día tenía el hábito de escribir, pero sin pensar en ser escritora. Nunca. A ver, nunca… Yo pensaba: o voy a ser actriz, o arqueóloga, o escritora, porque Agatha Christie era escritora y arqueóloga, su marido lo era, y, bueno, me interesaba. Y luego, a los 17 o 18, empecé a escribir poesía. Fue algo que me apasionaba, y estuve muchos años escribiendo y quemando, quemando, quemando… hasta que publiqué el primer libro, con unos 29 años o así.

¿Cómo nació Permafrost?

De forma casual. Yo estaba muy tranquila escribiendo poesía, sin poder vivir de escribirla, algo que tenía muy asumido, trabajando en muchísimas cosas.

¿De qué?

Mira, yo soy pedagoga de formación. También estudié filosofía, pero no quise ya licenciarme porque pensé que no me iba a servir de nada. Hice un recorrido muy variopinto por varias universidades, estudiando solo lo que me apetecía: asignaturas que me gustaban. De pedagoga trabajé en centros públicos, privados, en la universidad también, luego de camarera; trabajé en ayuntamientos o en consejos comarcales, como los llamamos allí; luego de pastora, de ayudante… estuve tres años. Mil trabajos. Pero mi idea era no casarme con ningún trabajo. Bueno, con el de pastora sí me habría casado, pero el amor me llevó lejos de allí y ya se perdió.

¿Por qué no quería casarse con ningún trabajo?

Era poner la escritura por delante, tener tiempo para hacer poesía. Entonces, cuando me ofrecían un contrato fijo, huía (ríe), buscaba otra cosa porque tenía la sensación de que si me casaba con un trabajo iba a dejar de escribir. Un poco precario, pero fue así. Y hubo un momento en que tenía problemas existenciales y no tenía con quién hablar, no tenía amigos, empecé a hacerlos a los 40, y dije: “Pues me voy a la psicóloga, a ver qué me pasa”. Y fue una primera sesión en la que le estuve contando mi infancia, toda una hora, allí llorando, y me dijo que me veía muy desestructurada. Me propuso un pequeño ejercicio: irme a casa y escribir mi biografía en pocas páginas, para estructurarme, llevarle eso y, a partir de ahí, ver cómo enfocar una posible terapia (ríe).

Y…

Y lo hice. Empecé a escribir y enseguida me di cuenta de que, sin darme cuenta, casi de forma natural, iban surgiendo muchas mentirijillas. La intención era: “Vamos a hacerlo más apetecible, más interesante”, pero ya era una voz que empezaba a ficcionar. Me pareció un ejercicio muy divertido, pero decidí parar la terapia porque me seducía más el ejercicio en sí que la terapia (ríe). Y ya di rienda suelta a esa voz, y salió Permafrost. Primero fue así, como a chorro, digamos.

“Yo me he formado como escritora con la poesía”

Eva Baltasar

Tiene una manera de escribir que casi obliga a subrayar cada página, llena de frases inolvidables.

Claro, yo me he formado como escritora escribiendo poesía. Por eso Permafrost se lo dedico a la poesía. Luego dediqué meses a trabajar el lenguaje, que es lo que más me gusta: trabajar fonéticamente, buscar el ritmo, cierta musicalidad, crear imágenes para decir en pocas palabras lo que podría haber explicado en párrafos. Y ahí también está el valor de la traductora, claro.

Porque usted escribe en catalán.

Sí, y la traductora tiene que aportar ese peso poético, pero en otra lengua. Hay una parte de creación que es suya, y es importante.

¿Le resulta raro leer sus libros traducidos al castellano?

La primera lectura siempre me parece un poco rara. Luego ya me acostumbro (ríe).Sí, pero fíjate: cuando escribí Permafrost, luego compraron los derechos de traducción en Penguin Random House y me propusieron tres muestras del mismo capítulo traducidas por tres personas distintas, para ver con cuál me sentía más identificada. Y ellos, con mucha habilidad, las ordenaron muy bien.

¿Por qué?

Porque leí la primera y pensé que eran traducciones súper literales, como de Google, y hubiera perdido toda la poética, todo. La segunda era una traductora de poesía y me parecía muy bien traducido, pero pensaba: “Es que mi protagonista no hablaría así”. No reconocía al personaje, la voz. Aunque no estaba mal, no era ella. Y la tercera, la traducción de Nicole d’Amonville Alegría, que ha traducido todo el tríptico, ahí sí dije: “Sí, es castellano, pero es mi protagonista hablando castellano perfecto”. Y ya, cuando llevas un par de capítulos, entras y no notas la diferencia.

¿Tenía claro entonces que Permafrost era el inicio de una trilogía?

En cuanto lo terminé. Pensé: “Guau, ahora me he quedado sin esta gran compañía”, porque para mí la protagonista era eso: una compañía. Estás uno o dos años levantándote cada mañana enamorada de esa persona. Yo lo estaba. Iba a encontrarla, a descubrir más cosas acerca de ella. Porque al ponerme a escribir el libro no tengo la historia en la cabeza; la voy descubriendo sobre la marcha. Es como estar conociendo a alguien que te gusta, que te enamora, y cada día quieres ir a ver qué te cuenta. Era esa sensación de: “¿Y ahora qué voy a hacer?”. Y pensé: “Pues quiero más. Quiero estar más tiempo levantándome con este mono, esta especie de mono agradable”. Y decidí hacer un tríptico. Otra me parecía poco; con tres me aseguraba unos años.

Eva Baltasar: “El contexto que vivimos recuerda a las sociedades medievales”
Momento de la entrevista de AS con Eva Baltasar en el FLEM 2025.

¿Los títulos los tenía ya en la cabeza?

Me vinieron como un flash súper rápido. Ya que Permafrost era una metáfora de la protagonista, pensé: “Si tengo que conocer a dos mujeres más a través de la literatura, quiero que encarnen una piedra muy sólida que está a la intemperie y parece que lo aguanta todo, pero también se va desgastando”. Y luego Mamut, porque me he sentido un mamut muchísimas veces: primero, porque no pertenezco a esta época, y segundo, porque me está llegando la extinción. Y ahí empezó el proyecto del tríptico. Forman parte de mi vida.

¿Con qué está ahora?

Justo la semana pasada terminé el libro que saldrá en febrero o marzo, el nuevo. Todavía no puedo decir nada porque no puedo (ríe). Y ya tengo empezada otra.

En sus novelas siempre habla de la maternidad, de las mujeres, de su cuerpo y de cómo están en la sociedad y en el mundo caníbal que nos rodea, lleno de aristas. Ha dicho que tiene la sensación de estar viviendo en una época medieval.

Sí, pero no lo digo yo, lo dicen historiadores: que nuestro contexto cada vez tiene más de las sociedades medievales, en el sentido de que hay una casta que concentra todo el poder, antiguamente reyes y reinas, y ahora grandes corporaciones o lobbies, y luego hay una gran masa cada vez más homogénea y más empobrecida, porque la clase media está desapareciendo. Y ahí estamos: mucha violencia, inseguridad, una fragilidad absoluta, aunque parezca que vivimos en un mundo muy seguro. Antes del gran apagón, el ejemplo que ponía en los clubes de lectura era: “Nos creemos que porque pulsamos un interruptor se va a hacer la luz”. Lo creemos así, pero no depende de pulsar un interruptor. Hoy está y mañana no. Y mira, meses más tarde llegó el gran apagón. Es así: estamos expuestos. Décadas atrás, la distancia que separaba el mundo de la seguridad, siempre relativa, del de la calle, tenía una secuencia lógica: primero pierdes el trabajo, luego problemas para pagar la casa, adicciones… pam, pam, y terminas en la calle. Pero ahora puede ser de un día para otro: malvives en una habitación y pum, te quedas en la calle. “Pero si tengo trabajo”.

Como en Ocaso y fascinación.

Claro. Es un trabajo tan precario que tú sigues, pero no puedes pagar el alquiler. Y hoy lo tienes, y mañana no. Tienes carrera, y estás en la calle. Es que esto sucede.

En ese libro tenía una frase que decía: “Las historias de las casas están ahí y quieren contártelas”.

Es que solo hay que mirar. No hace falta hurgar. Porque cuando en una casa entra una mujer de la limpieza, nadie toca nada. Dejan todo igual. Y cuando vienen amigos o familia, tú lo ordenas.

Es verdad.

Claro, escondes lo que no. Mira, yo tengo un cubo con la ropa sucia en el recibidor, porque es un lugar de paso que me va muy bien: mis hijas dejan ahí todo, vale, pero si viene alguien, lo quito. La gente, cuando va la mujer de la limpieza, no toca nada: “Ya se encargará ella”. Porque no tiene el estatus de persona. Yo trabajé limpiando casas cuando estaba en la universidad, porque lo prefería a trabajar de camarera. Ganaba más dinero, me hacía mis horarios, trabajaba sola. Me pagaban mal, era un trabajo duro, pero igual de duro que hacerlo en una cadena de cafeterías. Y yo alucinaba pensando: “Cómo me dejan estar en su casa y tener acceso a todo, a su intimidad, a sus rincones”. Porque no eres persona. Es muy curioso.

Últimamente hay muchos libros sobre mujeres de la limpieza.

Pasa que ahora aparecen las cámaras. El control ya se ha extendido dentro de las casas. El círculo íntimo ya está controlado. Eso no ocurría antes.

“Yo necesito encontrar una voz que me seduzca y ver adonde me lleva”

Eva Baltasar

¿Cómo es su proceso de escribir?

Yo necesito encontrar una voz que me seduzca y ver adónde me lleva. No tengo un horario rígido. Soy mamá: la primera tiene 22, ya no vive conmigo, y la pequeña 14, ya es bastante mayor. Estoy divorciada, la tengo una semana sí y una no. Y cuando la tengo, me gusta compartir con ella y escribo menos. Me adapto mucho a eso. Si estoy sola, trabajo más horas, pero no son horas de ordenador. Primero, porque me cuesta mucho: es una cuestión de visión, no puedo estar mucho rato frente al ordenador. Escribo a mano y luego lo transcribo. Es un ejercicio muy bonito: te conecta con algo más artesanal, te deja pensar más porque no puedes ir borrando constantemente. Te conecta con un espíritu más antiguo.

¿Sigue teniendo cuadernos y cuadernos?

Los tiro.

¿Sí?

No guardo nada. ¿Para qué? ¿Para qué los quiero? Me dicen: “Guárdalos, los van a vender”. Pero yo escribo un libro. ¿Para qué quiero guardar los cuadernos como un fetiche? Ya está, el libro ya está. Ni en el ordenador los tengo. En cuanto salen, lo borro todo.

¿Puede vivir de la literatura?

Ahora que hago narrativa, sí. Con poesía, no. Una vida austera, pero voy publicando cada dos años, hasta el momento, y tengo la suerte de que se me traduce a muchos idiomas.

¿Cómo llegó Permafrost a Penguin?

Pues pensé: “Vale, este libro es una novela. ¿Ahora qué hago?”. Y yo siempre sueño en grande. Por soñar, siempre a lo grande. Y pensé: “¿Dónde te gustaría que se publicara?”. En Club Editor, una editorial catalana independiente, porque me encanta todo lo que publica, el catálogo, Marcel Riera… Les envié un correo muy cortito a información: “Mira, tengo esta novela que forma parte de un tríptico no escrito, solo tengo esta, cuento un poco y la adjunto”. Y tuve la gran suerte de que, al cabo de veinte minutos, me llamó la editora: “He leído las primeras páginas, me interesa muchísimo. Dame un tiempo para que la termine”. Y ahí empezó la historia de Permafrost en catalán. Y al poco de salir, ella me dijo que creía en su literatura, me le encantaba el libro: “Pero es una protagonista mujer, lesbiana, con tendencias suicidas… no sé qué vamos a vender”.

Y fue un boom.

Además, de boca a oreja, porque no hubo publicidad. Fue muy bonito. Los libreros…Y llegó a Penguin gracias a Carme Riera y Albert Puigdevall, que les gustó muchísimo e hicieron una propuesta de compra de derechos.

¿Qué supone para usted haber participado en la quinta edición del Festival de Literatura de Magaluf?

Es rarísimo. Muy raro. Yo llegué aquí sin saber nada. Tiene algo de distópico, de festivo, de maravilloso. La oferta es súper variada, muy bonita, inteligente, en el sentido de que está muy bien pensada la elección. No te sientes un número más, y eso es lo que más agradezco: hay un pensamiento y un sentido.

De alguien que ama los libros.

Eso.

Noticias relacionadas

Suscríbete al canal de MeriStation en YouTube, tu web de videojuegos y entretenimiento para conocer todas las noticias y novedades sobre el mundo del videojuego, cine, series, manga y anime. Análisis, entrevistas, tráileres, gameplays, pódcast y mucho más. También te animamos a seguir nuestra cuenta de TikTok.

¡Síguenos en ambas y, si estás interesado en licenciar este contenido, pincha aquí!

Etiquetado en:
Comentarios
Normas

Rellene su nombre y apellidos para comentar