David Uclés y la historia del libro más vendido en España que pudo quedarse por siempre en un cajón
El autor de La Península de las Casas Vacías, obra totémica de la guerra civil contada bajo el realismo mágico, conversa con AS de las dificultades que tuvo para publicarla. Y cómo vive el éxito arrollador que está teniendo.
Hace un año, el libro más vendido en España aún no podía comprarse como regalo del día del padre. Siruela publicaba justo al día siguiente, el 20 de marzo de 2024, La Península de las Casas Vacías. La obra de David Uclés (Úbeda, Jaén, 1990; 35 años) que pudo quedarse solo en un mural. Sin lectores. O un único solo. Su propio autor. Esa pared llena de post-it y personajes entre flechas, momentos e historias al vuelo frente a la que se levantaba cada día Uclés. Estaban siendo muchos los portazos durante quince años. Los noes. La vida que se iba pasando al otro lado de su escritorio, las obligaciones a asumir de alguien con su edad y una carrera de traductor que había aparcado por eso de enfrente: escribir la historia de su abuelo, de su pueblo, Quesada, ese que en la ficción llamaba Jarándula. Siruela era, lo reconoce, su última opción. La vida o la muerte. El estar en la calle o el quedarse por siempre en un cajón. Pero Siruela dijo sí, al fin una editorial lo hacía, y España tenía su propio Cien Años de Soledad alrededor de la guerra civil. Por la forma (el realismo mágico), el fondo (obra magmática) y la colección de noes (García Márquez recibió catorce).
Elegido libro del año de 2024 por todas las grandes cabeceras de este país y los libreros, lleva 15 ediciones y subiendo: en cuanto llegan nuevos ejemplares a las librerías desaparecen. Todo el mundo quiere leer la obra de David Uclés que, a la vez, es historia y sangre de España. 697 páginas que se devoran. Fueron quince los años que dedicó a escribirlo. Hoy se prepara ya una adaptación en pantalla, tradiciones a diversos idiomas y una satisfacción muy personal: de un padre. David Uclés se lo cuenta a AS. Y habla como escribe. Con exactitud y dulzura a partes iguales, con una clarividencia que apabulla. Y atrapa.
La Península de las Casas Vacías es, ahora mismo, el libro del año, ¿cómo lo está viviendo usted?
Muy feliz, contento y orgulloso. Es un sueño.
¿Cuánto tiempo estuvo escribiéndolo?
Empecé en el 2009. En total, quince años, hasta que pude publicarlo con Siruela hace justo uno.
¿Y de dónde surgió, hace tanto?
Comenzó con la idea de que la memoria de mi abuelo, las historias que me contaba de crío, las de un pueblecito en la sierre jienense llamado Quesada aunque en la ficción lo llame Jarándula, no se perdieran cuando él falleciera. Ese fue el primer objetivo. Lo que pasa que, como me iba encontrando con portazos editoriales, cada año y medio lo reescribía y le añadía algo nuevo. A los tres de haberlo comenzado, exageré el realismo mágico. Más tarde introduje la guerra civil española. Luego me recorrí toda la península para ir a todos los lugares a los que iban mis personajes y que el lector, cada vez que leyera un pasaje, lo que cuento lo viera muy verosímil.
¿Por qué la guerra civil?
Al principio solo estaba en el fondo. Las historias de mi abuelo ocurrían en los años 30... A mitad de camino me di cuenta de que tenía que reescribir el grueso, trabajar con una nueva ambición, y de ahí me vino la idea. “Oye, ¿y si cuento lo que fue la guerra en toda la península? Ya que tengo cuarenta personajes, ¿si los desparramo y pongo a cada uno en cada hito de ésta?”. Así pude contarla completa.
Pues ahora mismo, justo cuando se cumple año de su publicación, muchos consideran su obra como el libro definitivo sobre la guerra civil…
Desde prensa me llegan ecos. Más que por el estilo creo que es porque es la primera ficción que la narra toda y en toda la península en un solo tomo. Esto se había hecho en el ensayo pero no en la ficción. En una sola lectura, con los mismos personajes.
Y sin que usted se posicione a favor de un bando u otro.
A mí me gusta decir que no soy neutral sino que soy objetivo. Yo investigué la guerra y todo lo que leí, y todas las conclusiones que saqué, las plasmé. No es no me moje, es que me mojo en todo. En todas las barbaridades que se cometieron, independientemente de que fueran unos u otros.
“¿García Márquez tuvo 14 noes con Cien Años de Soledad? Yo más. Pero fueron los noes de las editoriales durante quince años los que me permitieron dedicarle tanto tiempo al libro. No, porque de la guerra civil la gente ya estaba harta. No, porque yo era muy joven...”.
Hay un momento, al inicio, que Odisto, en cuya familia comienza y pasa todo, le dice a su hijo, al estallar la guerra: “Tú dedícate al campo, no te posiciones…”. ¿Es quizá ese el espíritu del libro? “Tú dedícate a escribir y…”.
Mi familia es del campo y siempre se ha debido a éste, olivareros. Y, entonces, es cierto es que en ésta no se conversa sobre política. Lo principal es que el campo vaya bien y que, gracias a ello, podamos perpetuar el linaje y sobrevivir. Y claro que la política es necesaria pero, por suerte o desgracia, ha sido poco militante.
En estos quince años, lo dejó todo por escribir esta obra, ¿no? Sin tener si quiera la seguridad de que fuese a ver la luz.
No sé ni cómo lo he hecho. Hasta yo mismo me sorprendo. He tenido mucha paciencia y mucha constancia. Y mucha fe. A mí me hubiera gustado publicar antes, lo que pasa que hablaba con editoriales y no me hacían caso. Por la edad. Porque el realismo mágico ya no vende. Porque la guerra civil la gente ya estaba harta de ella. Fueron las editoriales las que me permitieron dedicarle tanto tiempo al libro. Ahora les agradezco que me dijeran tantas veces que no. Gracias a eso pude reescribirlo una, una y otra vez. ¡Yo no pensé que iba a tardar quince años, si me lo llegan a decir hago otra cosa!
No trabajaba, no cotizaba…
Soy traductor e intérprete de alemán, inglés y francés, pero a los veinticinco años aparqué la docencia para dedicarme en cuerpo y alma a escribir esta novela. Y otras que también he escrito, cuando hacía una pausa de esta.
¿De dónde le viene lo de escribir?
De esa necesidad de que las historias de mi abuelo perduraran y no se muriera su memoria. Yo no quería ser escritor. Ya era pintor y músico. No quería otra destreza más. Ya es complicado manejarse en una, imagina con tres al mismo tiempo. Pero fue esa necesidad. Que la memoria perdurase.
Y el realismo mágico, ¿por qué?
Porque es el estilo en el que me siento más cómodo. Está en mis novelas anteriores. Me gusta devolverle al lector una realidad conocida pero de una manera onírica, deconstruida. Que reconozca lo que está leyendo pero se asombre.
Hay una lluvia en sus primeras páginas que, de tan fuerte que va a venir que recoge todo el agua de la tierra y hasta los líquidos de las personas obesas, hasta convertirlas en delgadas, o es capaz de detener el tiempo un mes…
Todas esas ideas no me vinieron de golpe, en un solo día. Eso es lo bonito, o lo bueno, de que haya durado quince años. Que son muchos. Y cuando me venía una idea poderosa o surrealista, al ser tanto tiempo, las he podido acoplar bien. Cuando yo también leo el libro me asombro de la cantidad de imágenes que tiene. Hay que verlo y pensar que no lo escribí de la noche a la mañana, sino que fueron quince años de reposarlo y trabajarlo.
Recuerda mucho a Cien Años de Soledad no solo por el estilo, sino por la obra magmática que supone. Tremenda, redonda…
Sí, es todo un halago. El género es el mismo. Ese realismo mágico. Y también la ambición de querer meter la esencia, las costumbres de un país en un solo libro.
Y también por los portazos de las editoriales. García Márquez recibió catorce con el manuscrito de La Casa, como se titulaba en principio Cien Años de Soledad… ¿Cuántos, usted?
Ufff. ¿Él, catorce? Yo más. Me atrevería a decirte que todas las editoriales grandes y medianas de este país recibieron en algún momento La Península. Y todos los premios nacionales, medianos, pequeños y grandes, también.
Pues cuánta gente ahora se estará dando cabezazos contra las paredes…
(Ríe) Bueno, es cierto también que el libro fue ganando con cada no. Hace siete años quizá es lógico que no se atrevieran. A mí me molesta que no hubieran visto que, aunque a lo mejor en aquel entonces el manuscrito no tuviera tanta fuerza, sí podían haber puesto en valor la imaginación del autor y la ambición. Y podían haberla apoyado. No lo hicieron pero entiendo que el mercado editorial está saturado y quizá fue por eso.
¿Siruela era su última oportunidad? ¿Si no se la publicaban su novela se hubiera quedado ya para siempre en un cajón?
Sí. Exactamente. Fue la última que yo me di con el libro. Me dije: “Si no lo publico ahora, lo guardo y me dedico a otra cosa, aparco la literatura”.
Pues, en la faja con la que el libro saluda a los lectores desde los mejores lugares ahora de las librerías, figuras como la de Joaquín Sabina o Iñaki Gabilondo tienen frase. Y solo empujan a leerlo.
E Irene Vallejo. E Ian Gibson. Y estoy muy contento. Porque eso sí que no lo me podía yo imaginar hace un año. Porque yo no conocía a ninguna de estas personas. Cero contacto. Han sido lectores, que se leyeron el libro y me escribieron a mí para hablarme sobre éste. Y es un honor tremendo.
“Yo no soy neutral con la guerra civil, soy objetivo: cuento todas las barbaridades que se cometieron, en u n bando y en otro”
Cuando salió publicado en marzo de 2024, creció de manera paulatina y, de repente, de Navidad a ahora, boom.
Digamos que ha sido un efecto dominó. Gradual. Y se debe a varias cosas. Primero, al boca-oreja de los lectores. Segundo, al trabajo de los libreros apoyando al libro. Y tercero y que he recorrido toda la península, yendo a librerías muy regionales, pequeñas, sin parar, durante un año, para llevárselo a los lectores. Esas tres cosas permitieron que en Navidades explotase. Y sí que en estos dos, tres últimos meses, enero y febrero, ha sido la novela más vendida en todas las librerías del país.
Todo está centrado en esa familia, la de Odisto, en Jarándula.
Hay más de quinientos personajes. Lo que pasa es que principales, como es una novela coral, son unos cuarenta miembros de esa familia. Y luego final, protagonistas es su núcleo más íntimo. No llega a una decena. De todos modos, como van muriendo todos, que lo digo en el prólogo, el lector no tiene que memorizar la vida de todos porque algunos irán desapareciendo. Es una novela embudo en ese sentido.
Solo queda uno vivo al final.
Sí. Y esa es la gracia narrativa. El saber quién sobrevivirá. E insisto, eso lo digo en el prólogo, no es ningún destripe.
Cuando a finales del 2024 empieza a ver que todos los grandes medios, El País, El Mundo, La Vanguardia, ABC, La Razón…, declaraban su libro como el mejor o uno de los mejores del año, ¿qué sintió?
Muy feliz. La noche de antes que se publicara la lista de Babelia (suplemento cultural y literario de El País) no dormí. Me pegué hasta las cinco y media de la mañana que salía despierto para ver la posición. Y cuando vi que estaba en la segunda posición y era la primera ficción, porque la primera era un ensayo. Y eso fue… me ayudó mucho. Y fue algo que yo me imaginaba. Yo sabía que iba a estar en los primeros veinte puestos, pero no ahí.
¿Qué le dice su padre?
Está súper contento. Muy feliz y orgulloso. Y me alegra porque en los últimos años no lo estaba. Él quería que hubiera hecho oposiciones, y que me labrara un futuro más firme. Tenía miedo por mi provenir. Ahora está muy contento, y tranquilo.
Un padre cuya mano le llevó al fútbol.
Sí (sonríe). O lo intentó. Él es culé y, de pequeñito, me compró la camiseta de Koeman. Pero yo tenía asma y no podía jugar a fútbol y desde muy pequeño aplacé el futbol en mi vida. Si no hubiera sido por eso, yo por herencia, hubiese sido culé.
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