Tunnel Rats
- Plataforma360PC3
- GéneroAcción
- DesarrolladorReplay Studios
- Lanzamiento15/05/2009
Un nuevo fracaso de Uwe
El alemán Uwe Boll no desiste. Después de infinidad de fracasos en el mundo del cine, donde todavía sigue probando suerte, se adentra en el mercado de los videojuegos con su primera producción. Un título que no tiene razón de ser y con un apartado técnico de hace décadas.
Resulta casi ridículo que uno de los nombres más conocidos en el mundo de los videojuegos sea el de Uwe Boll. No en vano, el cineasta alemán ha creado varias películas basadas en videojuegos, y todas ellas con nefasto resultado: House of the Dead, las dos entregas de Alone in the Dark, las dos entregas de Bloodrayne, Far Cry, Postal, Dungeon Siege Un hombre odiado por la mayoría, pero querido por una pequeña cantidad de seguidores que esperan ansiosos sus nuevas creaciones. Parecía que con Tunnel Rats Uwe iba a romper un poco su tendencia y ofrecer una cinta completamente original, sin relación alguna con un videojuego, pero no tardaría en anunciar que, junto al filme, llegaría una adaptación jugable. El primer juego en llevar el sello de Boll KG.
Uwe Boll es un hombre que se siente orgulloso de todas y cada una de sus creaciones, considerándose a sí mismo un genio incomprendido al que, antes o después, se le reconocerá su grandeza. Justamente por eso, siempre que habló de este juego, fue para alabarlo; pero desgraciadamente (o como muchos preveían), el juego no está al nivel en ninguno de sus aspectos, y dista mucho de ser digno de alabanza. Creado por Replay Studios, el juego ni siquiera es digno de compararse con la otra obra del estudio de reciente lanzamiento, el interesante Velvet Assassin. Los motivos de este fracaso pueden ser varios, desde el escaso presupuesto que se manejó para esta obra hasta las propias limitaciones del producto original, que pese a ser una de las mejores creaciones del director, ni siquiera llega al aprobado.
La base de esta franquicia son los llamados 'tunnel rats', soldados durante la guerra de Vietman de origen norteamericano, australiano y neocelandés, que llevaban a cabo misiones bajo tierra. Excavaban túneles de longitudes impresionantes, y desde debajo de la tierra llevaban a cabo distintas misiones de espionaje y destrucción. La película se basa, ligeramente, en esos conceptos. Un grupo de soldados en Vietman llega a un campamento base, en medio de la jungla, y exploran unos túneles que se encuentran. Pero están llenos de peligros y de soldados del Viet Cong; esa es la idea de una película que ni siquiera tiene un guión: según el propio Uwe Boll, todos los actores improvisaban sus frases.
El juego empieza donde lo deja la película, o al menos ese pretende. Siguiendo con la tradición Boll, las cosas suceden porque sí y no parecen conservar ningún sentido lógico a la larga. Después de una confusa introducción, en la que nos narra con escenas estáticas un poco los sucesos previos, nos encontramos en una prisión bajo tierra; todos los demás han muerto salvo nosotros, algo extraño dado que todos se encontraban encerrados en la misma cárcel, y el protagonista buscará venganza en los túneles subterráneos cercanos. Estarán, al igual que en la película, cargados de trampas y soldados enemigos, y nuestro deber será, supuestamente, encontrar más supervivientes norteamericanos y salir de allí.
Decimos supuestamente porque, en realidad, el juego carece de ningún objetivo real. Todo lo que hagamos nos lleva a ninguna parte, dejándonos abandonados en la red de túneles sin hacer nada más que avanzar hasta el lugar donde veamos un helicóptero accidentado para descubrir que no hay supervivientes, enfrentarnos a unos cuantos soldados del Viet Cong que nos atacan, y de nuevo a los túneles hasta el siguiente punto. Estos túneles pueden llegar a ser laberintos demasiado complejos, con tantas secciones idénticas que es inevitable perderse sin remedio, algo que resulta frustrante. Al llegar al final del juego, algo que no lleva demasiado tampoco, nos quedamos con la incógnita de a dónde nos llevaba todo esto, cuál era la idea oculta tras el juego, qué nos querían narrar. La respuesta es, simple y llanamente, nada. Pocos juegos son tan vacíos argumentalmente como éste, a todos los niveles.
Incoherente en todo momento, Tunnel Rats es una obra que no consigue cumplir ni siquiera los más básicos estándares de los FPS. Lo que debería ser una adaptación fácil, Uwe Boll la ha comprendido muy mal y ha sido incapaz de crear hasta un título en el género más básico; bastaría con una sucesión de escenarios variados en los que nos atacasen soldados del Viet Cong, con variedad de armas para utilizar. Una dinámica que ni siquiera tendría que estar enfrentada con el sistema de túneles, pero es que este juego parece no ser capaz de encontrarse a sí mismo, perdiéndose en una mezcolanza de géneros que no parece tener pies ni cabeza en ningún momento. De hecho, en ocasiones parece una aventura gráfica, en otras nos enfrentamos a minijuegos, y cada cierto tiempo, enfrentamientos contra los soldados enemigos.
Por ejemplo, hay bombas de cordel que deberemos desactivar si no queremos que nos exploten en la cara. Se trata de un minijuego en el que deberemos hacer click, derecho o izquierdo, en el momento adecuado. ¿Cuál es? En teoría las franjas verdes de una barra inferior, pero tiene un funcionamiento aleatorio que puede hacer que funcione o no, sin explicaciones lógicas al respecto. Dado que el juego usa un sistema de autoguardado y estos puntos de control están predeterminados y bastante separados entre sí (no se puede guardar por nuestra cuenta), esa aleatoriedad puede resultar muy molesta, porque nos obliga a repetir desde muy atrás y con el defecto de que igual no somos capaces de superar una trampa que ya habíamos pasado anteriormente.
Las trampas nos matan de un solo golpe, y para desactivarlas parece que casi estamos en una aventura gráfica, debiendo, por ejemplo, desactivar trampillas del suelo dejándolas bien al descubierto y pasando el seguro para que no se abran. Así avanzaremos por los túneles, que en su mayor parte están vacíos, atentos a posibles trampas. Para ello tendremos una linterna, que nos servirá para alumbrarnos el camino, pero que no podemos ir con ella todo el tiempo porque si hay soldados enemigos, nos verán y atacarán. Sin luz, no veremos prácticamente nada y seremos presa fácil de las trampas preparadas en los túneles; una dinámica bastante molesta que provocará que acabemos ignorando a los soldados, que a fin de cuentas no son una gran amenaza.
Hay dos cosas que podemos hacer durante nuestro avance: recoger placas de identificación de nuestros compañeros caídos y trofeos de guerra (orejas de los enemigos). Hacer esto no vale de nada, realmente, salvo para el contador que aparece al final de los niveles. Un detalle interesante del juego es el estado de locura que empieza a invadir lentamente al personaje, pero ni siquiera eso se explota. Está ahí latente, y en ocasiones se nos dan muestras del cambio mental que está sufriendo el buen hombre, pero al llegar al final nos da la sensación de que esos guiños eran casi casuales, en absoluto intencionados por la nula relevancia que tienen. La desesperación ante las oportunidades perdidas es constante a lo largo del juego.
Los soldados enemigos están fatal modelados y animados. Las manos se fusionan con los brazos, sus movimientos son erráticos, las caras parecen estar dibujadas son la única vida, aparte de nuestras manos, que nos encontraremos durante el juego, y no podemos sino acabar con ellos por mera rutina. Las armas están bastante bien diseñadas, y cumplen su cometido, aunque con la escasa variedad de las mismas, tampoco era una tarea demasiado compleja. De vez en cuando nos encontramos sillas y cajas muy básicas, y al transcurrir la gran mayoría del juego en la oscuridad, tampoco hay grandes efectos de luz. Posiblemente diga bastante del juego que, tanto si se juega al mínimo como con todo al máximo, no se aprecian diferencias sustanciales, más allá de que exija más equipo para correr de forma fluida.
A nivel jugable, el teclado y el ratón responden relativamente bien. En ocasiones hay un ligero retraso, y es desconcertante ver la nula interacción física de nuestro cuchillo contra los soldados enemigos (sabemos que acabamos con ellos porque caen muertos, sin diferenciar si le estamos acertando o no), y las proporciones están tan mal calculadas que dudaremos si estamos a la distancia apropiada. Las armas tienen un sistema de apuntado horrible, con una calibración que deja mucho que desear. Ni siquiera el apartado sonoro se libra de la quema, con un doblaje horrible (en inglés) y ausencia casi total de melodías, pasando muy desapercibidas las pocas que hay.
Malo
La idea era buena pero se ha llevado a cabo de forma desastrosa. No te lo compres, está mal terminado.