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The Swapper

The Swapper

  • PlataformaPSVPC9PS3PS4
  • GéneroPlataformas, Puzle
  • DesarrolladorFacepalm Games
  • Lanzamiento30/05/2013 (PC)25/06/2014 (PSV, PS3, PS4)
  • TextoInglés
  • VocesInglés

The Swapper

Facepalm se hace con un sitio entre la élite de los estudios independientes con un juego repleto de imaginación, brillantez, ambientación y una historia de las que dejan huella y nos muestra una vez más el potencial del videojuego. Toda una joya

Hay algo en los comienzos de The Swapper que recuerda poderosamente a otro juego 2D en el que la soledad, una soberbia ambientación y la exploración ocupan elementos claves de su esencia. Por supuesto estamos hablando de Super Metroid, pero es una comparación superficial porque este título independiente es su propio juego aunque tenga esos elementos comunes con la obra maestra de Nintendo. Es fácil ver el estilo de mapa -abierto, con relativa libertad para ir y venir-, el planteamiento bidimensional y al protagonista enfundado en un traje especial con lo que parece un arma y llegar a la conclusión de estar ante una aventura de acción bajo la influencia del clásico, pero nada más lejos de la realidad.

En The Swapper no hay armas, no hay enemigos y no más que una habilidad concreta que se puede ejecutar con el “arma” que portamos, que es la que da el nombre al juego. El "Swapper" es un herramienta que nos permite proyectar clones de nosotros mismos en cualquier punto del espacio, con una habilidad secundaria que nos permite pasar de nuestro cuerpo a cualquiera de los clones que hayamos creado asumiendo que no haya obstáculos de por medio. Los ejemplos más tempranos de su uso los vemos con las clásicas placas de presión: el clásico ejemplo de una compuerta que sólo se abre si pisas la placa y que se cierra si dejas de pisarla, aquí se resuelve dejando un clon encima. Sólo hay que tener en cuenta que los clones que no poseemos se mueven en la misma dirección y sentido del personaje que controlamos, así que si nos movemos de izquierda a derecha, saltamos o hacemos cualquier movimiento, nuestros clones los imitan -hasta que caen en alguna fosa o nos topamos con algún muro que haga que el clon toque al personaje principal, lo que lo desintegra-.

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Con esta simple mecánica, sabiendo que podemos crear un máximo de cuatro clones y con algunas limitaciones, es como avanzamos. Es fundamentalmente un juego de puzles con una enorme imaginación para plantear situaciones cada vez más complejas que pueden resolverse haciendo usos creativos de los limitados poderes que tenemos. Para subir a lugares altos en los que nuestro salto no da, creamos clones en medio del aire y los vamos poseyendo progresivamente hasta alcanzar el punto que deseamos. Para aterrizar desde grandes alturas, usamos nuestra capacidad para crear clones en cualquier punto, que tiene el efecto secundario de ralentizar el tiempo, permitiéndonos hacer acciones más precisas con mayor facilidad.

Con estos mimbres, The Swapper construye una telaraña de obstáculos naturales que nos obligarán a detenernos y a pensar. Pero nuestro principal obstáculo para progresar estará en unas luces que condicionarán nuestras habilidades. Las luces azules impiden crear clones en su área de influencia, las luces rojas bloquean nuestra capacidad para pasar de un cuerpo a otro y la luz violeta combina ambas restricciones para hacernos la puñeta de forma espectacular. A medida que vayamos avanzando encontraremos situaciones que nos dejarán perplejos, preguntándonos cómo podemos avanzar usando lo que tenemos y con la duda de si a lo mejor nos falta alguna herramienta que no hemos encontrado todavía, pero no, esto es una mentalidad muy de Metroid y de los Castlevania de Igarashi, pero no es algo que se aplique aquí: todo es solucionable con los elementos básicos que se obtienen al principio del juego.

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Unas veces deberemos jugar con placas de presión y la capacidad de nuestros clones de moverse al unísono cuando lo hace el personaje que estamos manejando, otras veces deberemos realizar nuestros movimientos en medio del aire, en una limitada franja de tiempo en los que deberemos ser precisos por encima de todo. Es imposible detallar los puzles sin destripar la experiencia, pero son imaginativos y además resolverlos tiene la doble cualidad de que por un lado satisfacen nuestro deseo de sentirnos inteligentes cuando encontramos la solución, y por otro lado resultan también estética y mecánicamente sugerentes, dejándonos cierta satisfacción propia de los plataformas cuando conseguimos ejecutar a la perfección una serie de saltos en el momento y el lugar adecuado para conseguir llegar al sitio deseado.

Una satisfacción por cierto que se vuelve bastante siniestra una vez que nos paramos a pensar en lo que estamos haciendo. El primer momento en el que nos damos realmente cuenta de esto es cuando usamos un clon para “aterrizar” a salvo después de una gran caída. Las alturas son mortales pero en mitad de ella podemos crear un clon cerca del suelo y traspasarnos a él para no recibir daño alguno... mientras vemos como nuestro anterior cuerpo termina de caer a nuestras espaldas, con un leve pero efectivo efecto de ragdoll que nos sirve para apreciar como los brazos y las piernas que antes eran nuestros se desencajan por el efecto de la caída. Luego también somos testigos de momentos como cuando estamos en el aire y creamos clones para llegar a un punto concreto, a sabiendas que algunos de ellos tendrán que caer y acabar destrozados para que podamos llegar al punto deseado. ¿Quiénes son esos cuerpos, tan reales como los nuestros, que usamos tan despreocupadamente para conseguir nuestros objetivos? ¿quienes somos nosotros, que cambiamos entre esos cuerpos como quien se cambia una camisa? ¿seguimos siendo realmente nosotros mismos cuando ocupamos un cuerpo igual pero distinto al nuestro?

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Estas preguntas flotan en el ambiente mientras avanzamos sin tener claro nuestros objetivos y motivaciones. La acción se desarrolla en la estación espacial Theseus, donde algo extraño ha pasado para quedarse completamente desierta (o casi). No tenemos datos de nuestro protagonista ni de lo que ha sucedido, pero por inercia avanzamos y vamos accediendo a terminales que detallan conversaciones de los integrantes de la expedición. También nos encontramos una especie de rocas que transmiten crípticos mensajes cuando pasamos a su lado, y para finalizar tenemos la presencia de otra persona en la estación, de la que sabemos a través del sistema de comunicación. Es imposible hablar de la trama sin destriparla, ya que es una historia corta y muy concentrada, pero baste decir que es sorprendentemente profunda y profundamente impactante, con uno de esos finales que no se olvidan fácilmente. A pesar de la complejidad de los temas tratados, el estudio Facepalm se destaca por aplicar ese dicho de que no hay nada más inteligente que explicar algo complejo de una forma que todo el mundo pueda entenderlo. 

Las virtudes de The Swapper no acaban aquí. Además de lo comentado, este juego tiene la particularidad de haber sido realizado usando materiales reales posteriormente digitalizados. Todos los entornos y objetos han sido previamente moldeados en la realidad usando arcilla y otros elementos, que luego se han grabado y capturado para crear una estación espacial que no se parece a nada que hayamos visto en un videojuego. Acostumbrados a ver naves espaciales futuristas de líneas perfectamente rectas y habitaciones asépticas, Facepalm logra aquí crear algo que parece simplemente más real, más humano, con pequeñas imperfecciones y formas no perfectamente rectas o simétricas que hubieran sido muy difíciles de capturar en un proceso de creación completamente digital. Es como jugar con un diorama especialmente detallado, aunque eso es sólo parte de su encanto.

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El otro pilar de la excepcional ambientación de The Swapper es el acertado uso de la iluminación, con un ambiente oscuro y tétrico pero nunca hasta el punto de dificultarnos la visibilidad. La linterna que el protagonista lleva incorporada es más un complemento visual que un medio para ver nuestro entorno, y en es la clase de detalle que acentúa el gran trabajo realizado para situar las luces y sombras que dan a este espacio su identidad. Otros efectos de post-procesado terminan de dar al ambiente su toque alienígena, imponente y misterioso, creando un título que es visualmente una delicia. También el sonido, con una banda sonora tranquila y perfectamente concebida, que acompaña a la perfección, contribuye a realzar a un juego redondo desde el principio al final.

The Swapper puede ser completado en cinco horas sin grandes problemas y la dificultad no es demasiado elevada, es posible quedarse atascado en algún puzle hasta encontrar la solución adecuada, pero en general no se eleva a niveles demasiados altos y es bastante accesible para cualquiera. Por sus características, se maneja exclusivamente con teclado y ratón, ya que el proceso para crear clones requiere de 360º y de los movimientos precisos del periférico como para poder ser sustituido fácilmente por un pad. Hoy por hoy está completamente en inglés, aunque la cantidad de diálogo y texto no es excesiva y puede ser fácilmente comprendida por cualquiera con un conocimiento básico del idioma. Tampoco ofrece una gran rejugabilidad y tiene pocos secretos que desvelar, generalmente con una sola partida es posible acceder a todo lo que el juego ofrece, que es mucho si se mira la calidad del contenido y lo bien hilado que está todo.  

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9

Excelente

Un título referente en su género, que destaca por encima de sus competidores y que disfrutarás de principio a fin, seguramente varias veces. Un juego destinado a convertirse en clásico con el paso de los años. Cómpralo sin pestañear.