The Munchables
Zampadores
Cuando la gente comienza a pensar que ya está todo inventado, siempre aparece alguien con un interesante proyecto bajo el brazo que logra llamar poderosamente la atención de los espectadores. Toca imaginar en este contexto una familia de comestibles, frutos secos cuya vida pende de un hilo, que pone en marcha un elaborado plan para alzarse con el siempre meritorio trofeo de la supervivencia, aunque para ello tinen mucho trabajo por delante. Toca desgastar los codos.
La originalidad es uno de los puntos más importantes dentro de la industria de los videojuegos, no cabe duda después de años en los que se ha tratado por todos los medios de alentar a los desarrolladores a crear productos que sorprendan al público. Esta cuestión se ha comentando un sinfín de veces porque, de un modo u otro, siempre llama la atención que títulos poco conocidos sean precisamente los que más logren captar las miradas de los usuarios experimentados, ya que son ellos quienes generalmente buscan siempre mayor profundidad a la hora de adquirir un videojuego, sea cual sea su temática.
No deja de extrañar que aparezca en España un título de las características de The Munchables, una curiosa obra que mezcla varios géneros ya explotados en el pasado para dar una nueva vuelta de tuerca al concepto de la glotonería. Esta vez lo hace de la mano de unas extrañas criaturas inventadas para la ocasión que han de defender su planeta de una invasión alienígena, una tarea que realizan de la única forma que conocen; comiendo. La historia comienza tal que así, sin más dilación plantando directamente en pantalla una presentación a caballo entre el sentido del humor (es difícil acertar a decir qué es exactamente el objeto que aparece en nombre de los orbes) y los dibujos animados.
La esencia que transmite no varía cuando comienza la acción. Basta echar un vistazo a algunas de las imágenes que se adjuntan al texto para tener una mínima idea de qué clase de juego tiene el jugador ante sus ojos, una auténtica obra repleta de pequeños guiños hacia otros títulos -probablemente los que han inspirado esta oda al hambre-. Para comenzar a jugar basta con elegir sabiamente qué personaje queremos emplear para salvar el mundo de una peculiar invasión que se ha atrevido a robar la fuente de energía de los Munchables, unas carismáticas criaturas capaces de saltar, comer e incluso vestirse a su antojo.
El objetivo es por lo tanto salir al campo y comer todo lo que sea posible, llenar la barriga hasta que paulatinamente aumente el nivel de tamaño para recuperar poco a poco todo el alimento perdido. Con él los orbes que salen del agujero fecal de unos monstruitos que, como venimos diciendo, se toman con mucho sentido del humor su propia labor. The Munchables es uno de esos títulos que encantan a toda clase de jugadores sin importar la edad, aunque su mecanismo no sea precisamente nada del otro mundo, todo lo contrario que el curioso estilo artístico que se pone en práctica para representar esta divertida historia.
Un mundo multicolor, con dos personajes a escoger. Los inicios son tan sencillos como seleccionar a uno de los dos protagonistas. Su único objetivo es comer todo lo que se encuentre a su alrededor en un pequeño planeta que se divide en 24 niveles que debemos explorar hasta la saciedad para conseguir engullir a todos los alienígenas, además de localizar las valiosas bellotas con las que desbloqueamos nuevos accesorios. A la hora de analizar los escenarios donde transcurre la acción es inevitable fijar la vista en el colorido mundo que nos rodea, en la graciosa forma de los personajes secundarios, aunque se echa en falta algo más de variedad en cuanto a variedad de texturas.
Es evidente que The Munchables apuesta por la jugabilidad antes que por el atractivo gráfico, que en esta ocasión se puede achacar a la capacidad de Wii. El manejo de los personajes se realiza mediante la combinación habitual wiimote / nunchuk; con el primer engullimos, bloqueamos al enemigo de turno cuando sea necesario y realizamos diversos movimientos especiales que golpean a los enemigos más poderosos. Aquí todo gira en torno al nivel que haya adquirido el protagonista al comer todo lo posible, la meta más importante que rige la mecánica de las partidas.
Avanzamos con preocupación alimentándonos de todo lo que nos rodea. Prácticamente todo es comestible, entre varios niveles de dificultad. Terminar cada escenario es más una tarea de insistencia que un reto, ya que el nivel de exigencia del juego permite que toda clase de jugadores, especialmente los menos experimentados, puedan pasar un buen rato sin tener que esforzarse más de la cuenta a la hora de cumplir los objetivos de cada partida. La cuestión es zampar cuantos más enemigos sea posible para aumentar nivel, ya que sólo de esta manera podremos acabar con el jefe final de cada escenario. Una vez hecho esto pasamos directamente a una recopilación de la cantidad de objetos que hemos obtenido, con la consiguiente valoración, que posteriormente nos ayudará a recuperar el escenario para lograr la mayor puntuación posible.
Este hecho, que a priori parece no ser de vital importancia para el transcurso de la partida, lastra los momentos de exploración. No obstante los combates tampoco requieren de grandes esfuerzos visuales, uno de los hechos que mejor explica la ausencia de un apartado gráfico realmente impactante a la vista. Texturas simplonas que por suerte logran cumplir su cometido sin demasiados elogios, si bien es cierto que tampoco se podrían considerar del todo necesarios en un contexto como este. La música es otro tanto de lo mismo, con melodías agradables que dan el pego sin pretender alzar el nivel técnico mucho más allá de lo que venimos comentando hasta el momento.
Para hacer más interesante la mecánica de juego es posible desbloquear algunos elementos, léase el caso de las vestimentas graciosas que pueden llevar por bandera -como bien se puede comprobar en las imágenes-, que tanto en el caso del personaje masculino como el femenino cuentan con sus propios trapos para vestir de la forma más cómica que se pueda imaginar. Las reminiscencias con otros juegos son más que obvias en todos los sentidos, pasando por el estilo artístico de Kirby o la originalidad de Katamary Damacy, un hecho que viene a reflejar nuevamente el interesante sentido del humor que destila este producto.
Además también encontraremos modos de juego secundarios, desde uno cooperativo bastante pobre a otras modalidades que acompañan a la aventura principal, donde tendremos acceso a un cómputo de las valoraciones que hemos recibido con el fin de repetirlas, el número de bellotas que hemos obtenido, e incluso una divertida enciclopedia que ciertamente no tiene precio. Los escenarios van cobrando más variedad a medida que transcurren los niveles, lo que posibilita que la aventura sea bastante longeva siempre y cuando tratemos de obtener el 100% en todos los niveles que disputamos. Si lo que queremos es diversión instantánea también podemos apostar por ello, aunque irremediablemente la vida útil del DVD baja considerablemente.
En cuanto al nivel de diversión que ofrece, es obvio que no hablamos de una aventura especialmente compleja, que está totalmente orientada hacia un público bastante generalista que sepa apreciar esta clase de productos que apenas exigen un nivel mínimo de conocimiento para disfrutar de la consola. Tampoco podemos hablar de una gran utilización de los controles, ya que no se emplea apenas el sensor de movimientos, aunque por suerte contamos con una buena variedad de transformaciones para variar la mecánica de juego, que paulatinamente obliga a los jugadores a utilizar más el intelecto y menos la acción pura y dura.
Bueno
Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.