El secreto de Megaten según Serph

Nunca nos cansaremos de decir lo enorme que es el catálogo de PlayStation 2 en lo referente a RPGs. Cada vez salen más, y no sólo en Japón, sino que además desde hace unos cuantos meses nos están llegando la gran mayoría. Fruto de esta reciente oleada encontramos títulos como Atelier Iris: Eternal Mana, The Sword of Etheria, Kingdom Hearts II, Suikoden V, Steambot Chronicles, Disgaea o, yendo más atras, Shin Megami Tensei Lucifer's Call.

El título de Atlus hizo pública en España la serie Shin Megami Tensei, una de las más prolíferas en Japón, capaz de rivalizar tanto en ventas como popularidad con franquicias como Dragon Quest o Final Fantasy. La calidad de "Lucifer's Call" era bastante elevada, por lo que las ventas se dispararon, algo a lo que contribuyó el que Dante, personaje de la saga de Capcom Devil May Cry, hiciese un cameo en la aventura.

Aprovechando el boom, Atari anunció el lanzamiento en nuestro país de nuevos títulos de la compañía. Digital Devil Saga es el primero de ellos, y probablemente el mejor. Antes de empezar el análisis, hay que aclarar que la saga Shin Megami Tensei (Megaten en adelante) tiene varias ramificaciones que siguen un hilo argumental conexo. Es decir, que por ejemplo DDS es una de esas ramas, y comparte unos protagonistas, algo que no ocurre con otras subsagas como Devil Summoner o Demikids. Explicado esto, adentrémonos en el oscuro mundo que Atari Ibérica ha acercado a nuestras PS2.

Guerras de clanes
DDS arranca con una secuencia donde observamos a dos facciones en plena batalla: Por un lado el grupo de Serph, nuestro protagonista, y por otro los Vanguards, los enemigos a abatir liderados por Harley. Durante un fuego cruzado, una explosión choca con un objeto situado en el centro del terreno y una impresionante luz verde empieza a atravesar los cuerpos de los presentes. Tras unos segundos, algo extraño ocurre: Serph y el resto de los presentes comienzan a convertirse en unas criaturas demoníacas y a matarse entre sí bajo la orden de "Devóralos a todos".

El elenco de personajes es bastante simple, pese al argumento. Nuestro protagonista es Serph, líder del escuadrón y mudo -sí, mudo, como el protagonista de Drakengard-. En el mismo comando, tenemos a Heat, un tipo pelirrojo similar a Vincent Valentine, Argilla, sub-capitana el equipo, buscará constantemente la "cura" a esta maldición, pese a ser impresionante en el campo de combate. Además, contamos con un montón de secundarios, y por supuesto, el eje de la aventura: la misteriosa joven del campo de batalla.

Atípico para nosotros, típico en Japón
A nivel jugable nos encontramos con un juego sobresaliente que sorprenderá especialmente a quien no se dejó atrapar por la magia de Lucifer's Call. Para los que si lo hicieron, encontrarán en DDS una mecánica similar, de hecho, casi calcada. Las batallas son por turnos y los encuentros aleatorios. Pero se ha sumado un elemento más, y es que si en Lucifer's podíamos capturar monstruos para hacerlos combatir a nuestro lado, en DDS podemos transformarnos en bestias.

La primera escena donde podemos hacerlo resulta impresionante, y deja bien a las claras las posibilidades que ofrece tomar el poder de los Magatama y transformarnos en salvajes bestias. Nuestros personajes -tres simultáneos en combate- podrán atacar transformados o en su forma humana. En la primera, dispondrán de habilidades como magias de fuego, hielo, rayo, veneno o simplemente ofensivas: ataques más poderosos, etcétera. Siendo humanos, podrán portar armas de asalto como ametralladoras, pistolas, etcétera.

Evidentemente, lo más interesante será estar transformados. A medida vamos avanzando en el desarrollo, iremos aprendiendo nuevas técnicas, combos o ataques, como en un RPG genérico. El sistema de subida de nivel es el típico del género, por supuesto: Ganamos experiencia y vamos potenciando a nuestro héroe. DDS recuerda levemente a Final Fantasy X en lo referente a la mejor de habilidades, presentando un "tablero" bastante similar, aunque sin tantas posibilidades: Podremos aprender técnicas elementales, sagradas, etcétera. Las posibilidades son enormes.