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Sayonara Wild Hearts

Sayonara Wild Hearts

  • PlataformaPS48PC8NSW8XBO8IPH8IPD8
  • GéneroAcción
  • DesarrolladorSimogo
  • Lanzamiento19/09/2019 (PS4, NSW, IPH, IPD)12/12/2019 (PC)25/02/2020 (XBO)
  • TextoEspañol
  • VocesInglés
  • EditorAnnapurna Interactive

Begin Again...

Sayonara Wild Hearts, Análisis: el color de los corazones rotos

Simogo convierte una idea en una aventura frenética, impactante en lo audiovisual y extremadamente rejugable. Un juego particularmente único.

Actualizado a

Sayonara Wild Hearts es un videojuego especial, diferente; uno de esos que cuentan cosas sin la necesidad de decirlas. Su propósito no es servir tanto como ejemplo de cómo se deben diseñar niveles en entornos tridimensionales, ni siquiera por su cantidad de mecánicas. Esta nueva obra del estudio sueco Simogo tiene claro que quiere contarnos algo y lo hace a través de una sucesión de niveles de apenas dos o tres minutos en los que el color, la luz y, sobre todo, el sonido, hacen que el conjunto sea apasionante e inolvidable.

El mérito del juego, con apenas dos horas de duración, es que no necesite prácticamente líneas de diálogo para cambiar el mensaje y ser extremadamente sensorial: amor, odio, violencia, imaginación, velocidad y, de nuevo, amor. Que su gran atractivo a primera vista es su apartado visual no deja lugar a la duda. Morados, rosas y variantes de magenta como carta de presentación, pero ¿qué es lo que pasa? Pongámonos en contexto.

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Un disco de música convertido en videojuego

Una mujer, una persona como otra cualquiera, que podría ser cualquiera de nosotros, un día tuvo que despedirse de su felicidad por una violencia no concretada que podría ser también cualquiera con la que nos topamos a lo largo de la vida. La causa no importa, importa el fondo. Recuperar lo perdido y negarse a aceptar esa ausencia es lo que da velocidad a la aventura, cuya simpleza se termina convirtiendo en una de sus grandes bazas. Esta pareja de diseñadores suecos, conscientes de que lo importante era el mensaje, han decidido enfocarse en que las pequeñas mecánicas del juego —deslizamiento lateral, precisión al pulsar la pantalla…— fuesen lo suficientemente adictivas como para garantizar una rejugabilidad casi infinita.

Así, cada pequeña fase nos va narrando cómo se secuencia la pericia. Angustia, drama, desesperanza y recuperación de esta. No puedes parar. La velocidad de los niveles y el ritmo que adopta el juego va en sintonía con la música, los movimientos, los reveses y giros de guion. Todo fluye a toda velocidad, en aquel universo lejano del real donde, un día, alguien decidió que era posible caminar en moto sobre carreteras capaces de partirse en dos y, en el hueco resultante, desembocar en una vía sin gravedad donde poder volar, esquivar, chocar y coger unos cuantos corazones. ¿Y después? Un bosque, venganza, resiliencia. De nuevo esperanza.

Una vez terminas el juego quizá lo más correcto sea etiquetarlo como juego de ritmo y acción porque, insistimos, la banda sonora es la gran protagonista. Sus imágenes, contrastes de color y temas son un regalo para los amantes de la cultura pop de los años ochenta. Es también un guiño cariñoso a los videojuegos con los que crecieron sus desarrolladores (Simon Flesser y Magnus “Gordon” Gardebäck), con los que nos educamos todos en la cultura del ocio interactivo. Esperad referencias a Space Invaders, Panzer Dragoon, F-Zero, Thumper, Super Mario… y más.

Lágrimas desconocidas: universos paralelos

La intensidad de la partida no va in crescendo sino que adopta voluntariamente ciertos picos de intensidad para volver a la calma, dando así la percepción al jugador de que está entrando en un nuevo capítulo. Introducción, planteamiento de una nueva problemática y, finalmente, consumación con un nivel especialmente frenético acompañado de una suerte de jefe. Así sucesivamente. Lo cierto es que es una idea que recuerda a los hack and slash más brillantes de los últimos años, un paralelismo que no se transmite evidentemente en lo jugable, pero que tiene similitudes con aquellos nombres por su insistencia en lograr la mayor cantidad de golpes sin errores en lo que puede parecer una auténtica orquesta.

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Daniel Olsén y Jonathan Eng son los autores de esta sucesión de composiciones sonoras donde se va narrando el argumento. No es lo que leemos en pantalla sino lo que se dice con cada tema lo que cimienta la aventura. El primero es ganador de premios en la Independent Games Festival 2014 por EVICE 6 o los Pocket Gamer Awards de 2011 con ilomilo; por su parte, Eng ha colaborado en la escritura de la lista. Le avala su trabajo en The Sailor’s Dream. Una de las mejores bandas sonoras de 2019.

Cada nivel de Sayonara Wild Hearts está pensado para rejugarse infinitas veces hasta lograr la puntuación perfecta. La curva de dificultad, por tanto, no basa tanto su esquema en suponer un reto inicial al usuario sino en la complejidad para obtener el rango de oro en cada fase. Debe ser milimetrado, como una vuelta rápida en un circuito automovilístico. No vale fallar: hay que ejecutar cada combo, cada movimiento en el momento oportuno.

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Los problemas de Sayonara Wild Hearts llegan precisamente en el gameplay. Si la primera parte del juego está claramente pensada para ser jugada con un mando tradicional, la segunda parte está diseñada con la interfaz táctil en mente. Casualidad o no, parece que Simogo ha querido satisfacer a los jugadores de todas las plataformas en las que ha visto la luz el título: PS4, PC, Nintendo Switch y Apple Arcade. Es en esta última donde hemos realizado el análisis y, a decir verdad, los resultados son altamente satisfactorios. La pantalla OLED de un iPhone de las más recientes generaciones permite que la intensidad del color impacte a primera vista, pero la ausencia de un esquema de botones físicos entorpece la jugabilidad por dos motivos: el primero es la imprecisión que tiene hacer movimientos de un lado al otro deslizando un dedo; el segundo es que poner los dedos delante de la pantalla —en un juego de tanto ritmo como éste— hace que, en ocasiones, no veamos lo que estamos haciendo. Nos tapamos.

No en vano, los últimos seis niveles parecen un shooter on rails, sin entrar en spoilers de ningún tipo. Imaginemos Kid Icarus: Uprising (2012, 3DS), es algo parecido y es ahí donde se agradece poder dirigir el disparo adonde quiera que estemos tocando en la pantalla.

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Sayonara Wild Hearts es, realmente, la playlist de un disco de música pop donde el jugador se hace partícipe de una serie de videoclips. No es tanto un videojuego de corte cinematográfico porque aquí sí intervenimos en lo que vemos en pantalla; aunque las sorpresas y la imprevisibilidad de las situaciones hace que mantengamos los ojos bien abiertos durante todo el show. Quizá por eso parece un sueño, porque lo que viene después carece en ocasiones de sentido y convierte la extravagancia en la más tiernas de sus virtudes.

Al final, el título manda un mensaje que cada jugador debe interpretar de una manera, pero cuyo fin es compartido independientemente del sentimiento que evoque, porque la aventura que vivimos no deja de ser una alegoría del amor a sentirse vivo, a ser parte de un sentimiento indefinido pero en el que es fácil verse representado. Es también una narración de segundas oportunidades, de levantarnos y seguir intentando empujar nuestros esfuerzos al objetivo final. Es, en definitiva, una completa recomendación para cualquier amante de lo no convencional.

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Conclusión

Sayonara Wild Hearts es una experiencia que todo amante del videojuego debería probar. Acción, ritmo, precisión y un mensaje muy directo a la vez que abstracto se complementan por un apartado artístico y audiovisual que casi obligan a coger los mejores auriculares que tengamos. Cada fase varía respecto a lo anterior; cuando creíamos que habíamos visto todo, Simogo sorprende con algo diametralmente opuesto, pero respetando un estilo y forma de diseñar niveles. El dolor y la pérdida chocan con la esperanza y deseo de recuperar la felicidad. El mérito reside en el método elegido para hacerlo. Un título que se juega, pero que —por encima de todo— debe escucharse. Uno de los tapados del año. Begin Again…

Lo mejor

  • Una banda sonora es excelente
  • Rejugabilidad y planteamiento para invitarte a seguir
  • El mensaje que manda, repleto de interpretaciones
  • Cada nivel es diferente: una sorpresa constante

Lo peor

  • Problemas en el control si jugamos en pantallas táctiles
  • No hay clasificaciones en línea… y lo pide
  • Termina demasiado pronto, en plena intensidad
8

Muy Bueno

Juego de notable acabado que disfrutaremos y recordaremos. Una buena compra, muy recomendable para amantes del género. Está bien cuidado a todos los niveles. Cómpralo.