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Populous DS

Populous DS

Adora a tu Dios

El gran clásico de Peter Molyneux visita el mercado español con una propuesta tan clara como concisa; convertirnos en Dios por un día para luchar contra las fuerzas del mal toda vez que nuestros fieles representan nuestra deidad en el campo de batalla. Con el paso del tiempo, Populous ha perdido la fuerza de su motor gráfico, pero sigue conservando el factor estratégico que lo caracterizó en su día.

Cuando se cumplen casi dos décadas desde el lanzamiento original de Populous para compatibles, Electronic Arts decide ofrecer el título a las nuevas generaciones en un port 1:1 del título original que apenas ofrece novedades respecto al clásico de Peter Molyneux. Populous forma parte de una prestigiosa élite de juegos de estrategia que se han ganado a pulso ser considerados productos de culto, bien sea por el planteamiento que ofrecían en su día o bien por el legado que ha ofrecido a tantos y tantos hijos ilegítimos. No obstante, hablar de este título también es hacerlo sobre uno de los RTS que más han envejecido con el paso de los años, uno que sirve conservando su esencia.

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Nintendo DS ha sido la encargada de dar a la luz este peculiar proyecto que llegaba a las estanterías japonesas hace poco menos de un año, obteniendo una escasa repercusión tanto en ventas como en cuanto a críticas por parte de la prensa especializada se refiere. No es de extrañar si tenemos en cuenta el estilo de juego que ofrece Populous, ya que poco menos que nos obliga a tomarnos un tiempo para decidir qué estrategia queremos emplear de cara a vencer a nuestro rival, un terrible demonio que cuenta con su particular séquito de fieles para adorarle.

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Reza por mí
La propuesta de Populous DS es tan clara como concisa: el jugador toma el rol de un Dios, que  a poco de crear el mundo se ve la en difícil tesitura de crear una sociedad con sus respectivos aldeanos que sea autosuficiente para poder sobrevivir sin la ayuda de los cielos. No obstante, toda gran obra ha de asentarse sobre una sólida base, y ese es exactamente el cometido que se nos otorga como deidades, habilitadas para hacer uso de diferentes milagros con los que destruir todo cuando haya elaborado la parte rival hasta ese momento. Por confuso que pueda aparentar ser el escueto argumento del cartucho, lo cierto es que recoge una premisa religiosa -Dios contra el Diablo, el Bien contra el Mal- en la que independientemente de nuestras habilidades debemos asegurarnos de contar con el apoyo de un pueblo devoto, cuyos rezos hacen las veces de maná o energía material para influir sobre la tierra.

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Como Dios, el primer cometido al que debemos responder es al de allanar el suelo, el territorio donde se asientan los aldeanos. Así, tras una breve presentación -y tras comprobar el parco aspecto de la interfaz que nos da la bienvenida- pasamos directamente a un modo tutorial en el que se explica a grandes rasgos la mecánica del juego, que básicamente consiste en hacer factible la construcción de viviendas para que los aldeanos procreen y, llegado el momento, sean capaces de librar una dura batalla contra el rival.

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La curva de aprendizaje contribuye enormemente a suavizar la mecánica de juego. Es bastante sencillo hacernos con los controles básicos para dominar la tierra, con opción a disminuir el nivel del terreno hasta encontrar el agua, o por el contrario hacer que ascienda hasta las nubes. La opción más lógica es la de establecer un nivel medio que nos permita cierta cobertura ante los ataques intrusos al tiempo que una buena comunicación para no perdernos en la pantalla táctil de la portátil, desde donde otorgamos todas las órdenes. Como es de suponer, el stylus cobra una importancia indiscutible que se ve mermada por la poca precisión del mismo al realizar los comandos más absurdos y sencillos, lo que nos obliga a hacer uso de los botones de la consola, más rápidos y accesibles que la pequeña pluma de plástico.

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El tiempo no perdona
El factor temporal juega un doble papel en este cartucho. Por un lado nos encontramos con un limitador temporal al que hemos de ceñirnos, ya que una vez toque a cero pasaremos directamente a holocausto final sin tener la opción de construir o edificar más viviendas. Por suerte tenemos la opción de guardar en cualquier momento, tomándose el cartucho un considerable lapso de tiempo para realizar esta acción -exactamente igual que en SimCity y otros títulos del género, que sufren todos del mismo problema-. Por el otro, el tiempo es uno de los factores más importantes para comprender el por qué del aspecto que luce este Populous DS, un port directo de la versión de SNES, con todo lo que esto conlleva.

El aspecto gráfico que luce el título es equivalente al de la adaptación de Súper Nintendo, una estrategia que muchos usuarios no han terminado de comprender, más aún cuando Populous 3 apareció en su día para PSX -haciendo gala de un resultado más bien nefasto-, luciendo un aspecto mucho más acorde con la generación actual, tanto en el sentido técnico como en el jugable. Hay que tener en cuenta que este Populous DS recoge los fundamentos de la franquicia desde cero, al igual que su sistema de juego, algo anticuado para los tiempos que corren. No obstante, una de las virtudes de Populous era precisamente su capacidad para, mediante una mecánica a priori bastante limitada, ofrecer una amplia riqueza estratégica.

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Una vez allanamos el terreno, los aldeanos ponen en marcha construcciones cada vez más grandes, en las que pueden habitar más personas y, por consiguiente, proporcionarnos más rezos para aumentar nuestro poder. Sólo existen seis comandos para comandar a los paisanos, que pasan por obligarles a reunirse en grupo para crear un líder (que a su vez se puede convertir en un temeroso guerrero por medio de un milagro), a elaborar viviendas a destajo, o simplemente a dirigirse al rival más cercano y a entrar en contacto con él. No existe ninguna vía para seleccionar a los viandantes, por lo que sólo podemos efectuar la orden y esperar cómo la realizan.

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Abandonando el hogar
Los aldeanos acaban desapareciendo para habitar única y exclusivamente en sus casas, independientemente de si seguimos allanando o no el terreno. Por ello es necesario expulsar a los cabezas de familia cada poco tiempo con el fin de que sigan construyendo viviendas. Sucede exactamente lo mismo que con el líder y su correspondiente órden de congregar a todo el populo en el punto concreto que hayamos elegido, ya que en ocasiones, y pese a asignar con tiempo la orden, hacen caso omiso a nuestras instrucciones, generalmente por motivos que se escapan a nuestro entendimiento.  Hay una serie de hándicaps en la jugabilidad que se acusan en momentos puntuales, aunque por suerte no entorpecen la experiencia que se obtiene tras disputar una partida difícil y longeva.

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Cuando la situación se pone difícil tenemos a nuestro alcance un variado abanico de milagros en función del Dios concreto que estemos manejando (en el comienzo sólo podemos hacer uso del de Tierra, mientras que a la larga también disponemos de la correspondiente deidad para representar el Viento, el Fuego, etcétera), con la posibilidad de lanzar demoledores meteoritos contra el terreno enemigo, que siempre veremos mostrado en pantalla. Sin embargo apenas tendremos tiempo para ello, ya que la mayor parte del tiempo la empleamos en nivelar el terreno y en desplazarnos rápidamente por el escenario concreto donde estemos disputando la partida.

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En este sentido, y pese a las evidentes taras gráficos que ofrecen pixeles poco definidos y una visión más bien irrelevante en la pantalla superior de la portátil, Populous DS nos invita a conocer distintas culturas acorde con el lapso histórico en el que nos encontremos (que nunca se especifica), por lo que tan pronto nos vemos inmersos en la Edad Media como en cualquier otro contexto histórico más cercano al de la prehistoria, en parajes nevados, verdosos o desérticos en función de la zona. Las condiciones externas de los combates, junto con la Inteligencia Artificial del enemigo, conforman las únicas variaciones que encontraremos durante la batalla.

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O dicho en otras palabras, al comienzo de cada escenario se precisa las condiciones de combate (mayor número de fieles, maná lentamente adquirido o viceversa), lo que variará drásticamente el devenir de la partida. Por supuesto hemos de tener siempre un ojo pendiente en el enemigo, que no tendrá el mínimo inconveniente en acercase a nuestro territorio y en comenzar a edificar delante de nuestras narices. Según avanzamos en la partida la dificultad para pasar de nivel va en aumento, llegando hasta el punto de sacarnos de quicio por momentos hasta la súbita inteligencia artificial de la que hace gala el Dios rival, que construye a una velocidad de infarto, obligándonos a hacer un uso quirúrgico de los milagros y de las pocas posibilidades con las que contamos durante los combates.

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6

Correcto

No es lo último ni lo más original, tampoco cuenta con la mejor ejecución, pero puede divertir si te gusta el género. Bien, pero mejorable. Cómpralo si te gusta el género y te gusta tenerlos todos.