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Ooga Booga

Ooga Booga

El juego que se adelantó dos décadas

Ooga Booga, análisis retro: La locura online que llega del pasado

Revisitamos Ooga Booga, uno de los últimos juegos publicados por Sega para Dreamcast, y considerados por muchos la mejor experiencia multijugador online en la consola de Sega. Un juego que ya incluía muchos de los elementos que triunfan en la actualidad.

Decir a estas alturas que Dreamcast ofreció una experiencia adelantada a su tiempo parece ya casi mencionar un tópico, y sin embargo sigue resultando fascinante la aproximación a conceptos y propuestas que no acabaron triunfando hasta mucho después. Ooga Booga es sin duda un buen ejemplo de ello, un juego que se acercó a principio de milenio a lo que sería tendencia 20 años después en los videojuegos.

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Y es que la idea de este juego de Visual Concepts (conocidos hoy en día por NBA 2k) y Sega podría pasar por cualquier propuesta de moda hoy en día: un juego diseñado fundamentalmente para ser jugado en red (aunque, acorde a los tiempos en que se lanzó, también se puede jugar con amigos de forma local y cuenta con un pequeño modo campaña que hace las veces de tutorial) en el que hasta cuatro jugadores se ven las caras en partidas en tres modos de juego (Smakahuna, Rodeo y Bear Polo).

Lo que hoy en día sería una propuesta más, era sin embargo una absoluta rareza en el mundo de las consolas en 2012, incluso en una máquina que hizo del juego online su seña de identidad. Con pocos antecedentes en los que inspirarse, los modos de juego muestran una asombrosa lucidez respecto a cómo crear un online divertido y carismático.

Cada partida, una locura

Smakahuna, el principal modo de juego, nos ofrece un mini battle royale en el que cuatro jugadores con diferentes atributos de velocidad o resistencia, según el personaje elegido, deben golpear lo más posible al resto de jugadores para acumular más puntos que ellos. No hay muertes ni respawns en este todos contra todos.

Un concepto sencillo que el juego ameniza con multitud de power ups y otros ingredientes para que cada partida, incluso entre solo dos jugadores, sea una divertida e imprevisible locura que invita a no parar de jugar. Así, aparte de nuestros ataques más básicos (aporrear a los enemigos cercanos o lanzarles cabezas encogidas, una especie de fruta-proyectil fruto de las palmeras de los escenarios), contaremos con jabalís en los que montar y usarlos para embestir a nuestros rivales (aunque nosotros también podremos acabar ser siendo víctimas de su ira), aves que nos permitirán elevarnos sobre el escenario y atacar desde el aire, Tikis de los que aprovecharnos…

Los Tikis, concretamente merecen una mención más en profundidad. Estos tótems ubicados por el escenario podrán convertirse en nuestros aliados si les alimentamos de suficientes cabezas encogidas. También podremos arrastrarlos al lugar que más nos convenga, si bien dedicarles tiempo significa que nos convertiremos en un blanco fácil de nuestros enemigos.

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Pero merecerá la pena: una vez el Tiki esté bajo nuestro control, este se dedicará a atormentar sin piedad a nuestros rivales cuando pasen cerca de él. La única forma de librarse de la amenaza es destruyendo el Tiki (acción que reporta 3 puntos, pero cuesta tiempo y sobre todo ver cómo el marcador de nuestro contrincante se dispara). Cuantos más Tikis controlemos, más cabezas nos harán falta para hacernos con otro, aunque si elegimos a Hoodoo como personaje, su coste será solo la mitad de lo normal.

A todos estos elementos se añaden los mencionados power up, que nos permiten desde disparar con precisión de francotirador, a poner minas en el suelo, electrocutar a los otros jugadores o hasta hacer que una nube lance rayos a quien ose pasar cerca de ella, entre otros efectos.

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Cuidado en los detalles

El diseño de las arenas contribuye también al juego. Las islas, de tamaño ajustado para permitir estrategias sin que los jugadores lleguen nunca a estar demasiado lejos, cuentan tanto con espacios más abiertos como espacios más estrechos y a veces las codiciadas cabezas encogidas caen de árboles en zonas elevadas que nos obligarán a exponernos al resto de jugadores. El impulso de algunos ataques podrá además lanzarnos fuera de la propia isla, al agua, lo que nos obligará a nadar de vuelta. También podremos elegir huir nosotros mismos a nado de un contrincante pesado. Pero ojo con intentar perder el tiempo en el agua: los tiburones están al acecho.

La suma de todos los elementos hace que cada partida nos proporcione unos ratos de pura locura y diversión que engancha a seguir jugando.

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Polo Bear, el Rocket League con jabalís

Al modo Smakahuna se unen otros dos, de los que destaca Polo Bear. Con una jugabilidad que recuerda a Rocket League, cambiando coches por jabalís, el juego nos propone hacer todo lo posible por introducir una bola enorme en la portería rival a base de golpearla a cabezazos del agresivo puerco que montamos y que nos hará difícil apuntar.

Pero ojo, que los enemigos también podrán embestirnos a nosotros para tirarnos de nuestra montura y obligarnos a volver a subirnos. El diseño del escenario, además, nos complicará la vida con desniveles y muros que añaden carisma a este modo de juego.

Y no nos bajamos del jabalí para el último modo, Rodeo, en el que la bola se sustituye por nuestros adversarios, a los que solo podremos golpear subido a uno de estos animales, con espectaculares golpes que en muchos casos nos mandarán directos al agua.

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Gráficos fluidos y mucho humor

Además, a la cuidada jugabilidad se suman unos sólidos 60 fps que hacen que incluso en los momentos de más caos el juego corra fluido y unos gráficos que, aunque simples, resultan simpáticos y vistosos, en consonancia con la acertada ambientación del juego en un imaginario archipiélago donde distintas y estrafalarias tribus se enfrentan a mayor gloria de una diosa con muy mala leche.

Los personajes muestran también una gran variedad y humor en sus diseños: desde el enorme Fatty a la escultural Hotty, un leprechaun, un pirata, un remedo de Travolta en fiebre del sábado noche y hasta Abe Lincoln. Y a todos ellos les podremos hacer que se marquen unos estrafalarios pases de baile tras nuestras victorias, entre otros detalles que demuestran el nivel de celo puesto por Visual Concepts y Sega para hacer de este multiplayer online una auténtica fiesta, la cual, gracias a la dedicación de los fans que ha restaurado el online de este título, vuelve a estar disponible para todo aficionado a la última consola de Sega.

(Nota 9)

Conclusión

Ooga Booga ofrece una divertida y cuidada experiencia multijugador cuya principal pega fue salir casi 20 años antes de tiempo y en una máquina que en aquel momento ya tenía firmada su sentencia de muerte, lo que entre otras cosas privó a los usuarios europeos de poder gozar de este título. Sin embargo, con el regreso de sus modos en red (o solo con amigos), su propuesta sigue plenamente vigente y merece der recordado no solo como un título visionario sino como un juego a tener en cuento por aquellos que aún no han jubilado la veterana consola de Sega.

Lo mejor

  • La jugabilidad, con multitud de detalles que convierten cada partida en una locura.
  • La ambientación, que le da carisma y personalidad al juego con mil y un detalles.
  • Técnicamente logra unos resultados vistosos simples pero vistosos manteniendo los 60 fps para una jugabilidad fluida.

Lo peor

  • El apartado sonoro no está al nivel del conjunto aunque cuenta con algunos memorables efectos de sonido.
  • El control adolece de no poder controlar mejor la cámara debido al único stick de Dreamcast.
  • La campaña, aunque de dificultad creciente, acaba siendo una excusa para desbloquear elementos para el multijugador.
9

Excelente

Un título referente en su género, que destaca por encima de sus competidores y que disfrutarás de principio a fin, seguramente varias veces. Un juego destinado a convertirse en clásico con el paso de los años. Cómpralo sin pestañear.