OlliOlli 2: Welcome to Olliwood

Fue una de las gratas sorpresas que nos está deparando el sector indie desde hace años. Bajo una estética tremendamente sencilla, inspirada en la época ocho bits, un título desafiante como pocos pensado para retar al jugador y picarlo a superar fases, puntuaciones y otros usuarios durante semanas. Así era OlliOlli, un título heredero del éxito de los juegos de Skate que se vivió de la mano de Tony Hawk pero con un toque retro y varios elementos que lo convirtieron en algo más que un juego de tricks: plataformas 2D y cierta sensación de propuesta tipo Run tan de moda en los dispositivos móviles. La fórmula cuajó y ahora llega una secuela que, con la misma base, añade un poco por aquí y un poco por allí hasta cuajar un título tremendamente divertido.

Los poseedores de la suscripción PS Plus han estado expectantes sobre los juegos que regalarían este mes de marzo. A diferencia de otras ocasiones, no se ha sabido hasta el último momento qué títulos entraban en la colección instantánea. Pero la espera ha valido la pena. Entre otros motivos, por la presencia de este OlliOlli que aterriza tanto en PS4 como en PS Vita. Por delante, cinco mundos llenos de contrastes (un futuro con titanes, una copia de Hollywood, una zona ambientada en el lejano oeste, un parque de atracciones mortífero y un paseo por monumentos aztecas) que a su vez tienen cinco fases en las que hay dos objetivos: terminar encima del monopatín y de paso completar cinco retos en cada uno de ellos. Rejugabilidad en estado puro si a esto añadimos el modo pro (25 fases mucho más complejas), los enclaves (conseguir el mayor combo) o el grind diario, donde tenemos una oportunidad para hacer la puntuación más alta de los marcadores mundiales-presentes desde el primer día, algo que se echó en falta en la salida del primer OlliOlli-, el resultado final es decenas de horas por delante (y es que también hay algunos elementos desbloqueables para más adelante).

OlliOlli 2 es un título que basa su éxito en dos elementos: la sencillez de sus controles y un diseño de niveles maravilloso. En el primer caso, necesitamos pocas herramientas para empezar a rodar y hacer tricks. Con X ganamos velocidad, con el stick izquierdo saltamos para hacer tricks y combinando ese analógico podremos hacer todo tipo de figuras, giros con los gatillos, grindear en diversas barras y salientes y saltar para aterrizar, donde debemos pulsar X en el momento justo para seguir a toda velocidad. Un juego donde se nos pide precisión a la hora de combinar movimientos, de tocar tierra firme y de saltar de un grind a otro.

El juego gana en complejidad respecto a la primera entrega por la presencia de los manuals, movimientos que nos permiten enlazar combos mientras hacemos equilibrios a dos ruedas. Tan sencillo como dejar pulsado un lado del stick izquierdo y X justo a tiempo. Tan difícil como eso. Tan exigente como suena. Porque lo es. Calcular la velocidad a la que vamos, no frenarnos demasiado, acertar en el aterrizaje y encadenar nuevos grindeos. Sobre el papel, siendo un juego 2D de avance lateral sin pérdida, parece sencillo. Pero lo cierto es que el desafío es mayúsculo una vez pruebas el título. Y te enganchas irremediablemente. La otra gran novedad, con permiso de algunos tricks nuevos que podemos realizar, son los reverts, que nos exigen hacer movimientos concretos al caer. Ambos elementos nos dan mayor control de nuestro skater, añaden más complejidad al avance por las fases y exigen al jugador más práctica para poder sumar más puntos.

Es el diseño de niveles el que hace el resto. Las mecánicas están claras, pero solo cuando se ponen a prueba uno puede ver si funcionan. Y aquí lo hacen de principio a fin. Saltos al vacío, cambios de rasante a toda velocidad, grindeos que solo alcanzaremos si vamos a suficiente velocidad, obstáculos que debemos evitar si no queremos perder la partida… el ritmo que se impregna en la mayoría de niveles es elevadísimo, y a partir del segundo mundo encontraremos desafíos que no nos dejarán descansar en ningún momento. Eso sí, muchas veces nuestra capacidad de reacción no será suficiente y el ensayo-error será la única manera de aprender todos los entresijos de cada fase.

OlliOlli 2 es un juego hecho para picarte. Contigo mismo y con el resto del mundo. Cada fase pide al jugador no solo terminarse, sino también hacer retos variados. Conseguir una puntuación mínima, hacer aterrizajes perfectos, hacer algunos tricks concretos (elegir cuándo es casi más importante que la ejecución en sí), etc. Al principio, con superar la fase uno se da por satisfecho. Es cuando ve que solo tiene dos o tres estrellas que quiere más. Y de ese espiral ya no se sale. Lo mismo pasa con los marcadores o con el Grind diario, un modo inteligente que define la esencia del juego de Roll7: practicas y practicas combos y movimientos en el escenario escogido ese día. Pero a la hora de la verdad, cuando escoges “en serio”, solo tienes una oportunidad para ejecutar tu partida perfecta. Los marcadores mostrarán lo que has hecho. Y la presión está ahí. Y la satisfacción posterior. Solo por esto, el juego tiene larga vida por delante.

Eso sí, se le echan en falta un par de detalles para tener la experiencia totalmente completa. Uno es el multijugador a pantalla partida que de momento no está preparado y que aparecerá más tarde vía parche. El otro tiene que ver con un modo repeticiones o fantasma que nos permitiera picarnos in situ con amigos o estudiar los movimientos y caminos que han realizado algunos de los usuarios con mayores puntuaciones.

Apartado técnico
Siguiendo la estela de la primera entrega, pero con evidentes mejoras, el título apuesta por un apartado visual claramente retro en el que nuestro protagonista y su skate están conformados a base de un puñado de píxels. Lo más destacado de sus sencillos pero efectivos gráficos tiene que ver con los escenarios, que son ricos en detalles y fácilmente identificables en cada uno de los ambientes que nos quiere transmitir el mundo correspondiente. Algunos escenarios, como las fases del parque de atracciones, son realmente sorprendentes por el contraste de elementos que podemos ver en ellas.

La banda sonora, por su parte, se nutre de una buena cantidad de canciones de corte electrónico que, eso sí, no tienen el resultado deseado en muchos casos. Las melodías que acompañan a los menús se traspasan sin ningún cambio a las fases, y lo que es un mero acompañamiento acaba no encajando del todo con la acción que estamos realizando. Da igual el momento de la partida (menús, empezando, cayendo, saltando varios metros un barranco) que la música es como si fuera por su lado, como si tuviéramos nuestra playlist encendida. Eso le acaba restando fuerza a la experiencia general porque no hay relación, ni melodías creadas para cada mundo/fase, sino una tracklist que va sonando a su bola. A nivel de efectos especiales en saltos, caídas y demás, el juego cumple.